Capítulo O4

5.3K 352 29
                                    

—————

En cuanto Lisa salió del dormitorio, Jennie cerró los ojos de golpe. Estaba en un estado de sobrecarga sensorial, y añadir la estimulación visual a la mezcla era demasiado.

La piel le hormigueaba en todos los lugares donde Lisa la había azotado y abofeteado, y el coño le palpitaba tan abierto, mojado y tan terriblemente vacío. Le ardían las muñecas de tanto luchar contra las esposas. Frenética por un orgasmo. No era más que pura sensación, intelecto despojado para la noche, tal y como ella había querido.

¿Y el beso que Lisa acababa de darle? Ni siquiera sabía cómo la había hecho sentir. Caliente por todas partes. Solitaria. Encaprichada.

Jennie respiró hondo y exhaló. Hasta el momento, esta noche había superado todas sus expectativas. No sólo estaba disfrutando de cada detalle de su fantasía más secreta, sino que Lisa le había hecho sentir cosas que nunca creyó posibles.

Había mantenido bajas sus expectativas respecto a su acompañante a propósito, insegura de lo que obtendría. Pero esta mujer, tan delicada y a la vez tan fuerte, era exactamente lo que había deseado. Para colmo, por muy brusca que se pusiera, por muy convincente que fuera con el crudo diálogo que Jennie había pedido escuchar, Lisa la hacía sentir segura.

Y eso era una locura, porque nada la había hecho sentir segura en mucho, mucho tiempo, más del que podía recordar. No sabía si reír o llorar porque, al parecer, había tenido que conocer a una prostituta para descubrir ese tipo de intimidad y conexión.

La puerta de la habitación se abrió, despertándola. Levantó la cabeza y miró a Lisa, que se detuvo en la puerta y la miró con ojos ardientes.

Era magnífica: curvas femeninas, sin llegar a ser exageradas, piernas largas, músculos delgados y delicados rasgos atractivos que ocultaban la impresionante vulnerabilidad que Jennie había vislumbrado más de una vez.

Era fascinante, sexy, misteriosa… y valía cada céntimo.

Lisa cerró la puerta y se dirigió a la mesa de juguetes, dando la espalda a Jennie mientras se colocaba un arnés de cuero. Con la atención de Lisa centrada en atarse el consolador que había elegido, Jennie aprovechó para mirar.

— ¿Por qué sonríes? — Lisa se giró, dando a Jennie su primera visión del consolador color melocotón que sobresalía de entre sus muslos.

Los músculos internos de Jennie se contrajeron al verlo, desatando ondas de choque en lo más profundo de su ser.

¿En qué estaba pensando? Pero sabía exactamente lo que había pensado y lo que seguía pensando.

Esta noche era una experiencia única en la vida, así que debía aprovecharla.

Lisa se sentó en el borde de la cama y pellizcó el pezón de Jennie con la fuerza suficiente para provocar una pequeña descarga de dolor. El coño de Jennie se apretó con más fuerza esta vez, amenazando con desencadenar el orgasmo contra el que había estado luchando durante horas.

Sin vacilar, Lisa pellizcó el otro. — Te he hecho una pregunta. Responde.

Jennie parpadeó, intentando recordar lo que Lisa le había preguntado.

— Yo… no recuerdo, señora.

— ¿No recuerdas por qué sonreías?

Oh. Bueno, técnicamente no recordaba nada ahora mismo. Su cerebro había sufrido un cortocircuito.

— No, señora.

— ¿Quizás estabas pensando en tener mi polla?

Probablemente.

lascivia | jenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora