Amelia
Alexa se fue sintiendo mejor con los días. Alejandra, su madre, no la dejó sola ni un minuto y la ayudó hasta que se sintió mejor. Ahora, unas semanas después, estamos organizando la sala para hacerle una fiesta sorpresa.
William llamó a los amigos de Lex que estaban en la universidad y estaremos Sheila, Marcos, Anahí, Valeria, Carlos y yo. Ah, Nucita también.
La decoración es sencilla, con un arco de globos lilas con negro, entre metalizados y con glitter. También hay un número 19 color plateado y yo me le quedo viendo, sintiendo una ligera presión en el corazón.
No puedo dejar de pensar en Ana Victoria. Esa es la edad que tendría, aunque pronto cumpliría los 20 de estar viva.
—¿Todo listo? —Sheila me saca de mis pensamientos, abrazándome por detrás al nivel de los hombros.
Observo como Marcos coloca el pastel de Nutella, que compró en el café como regalo de cumpleaños, sobre una base para tortas blanca con caída ondulada de color blanco.
—Todo listo.
—¡Muy bien! Ya vienen llegando, así que todos vamos frente a la mesa —indica William, quien es el que se ha mantenido en contacto con Carlos y quien organizó todo esto.
Le tiene mucho cariño a Lex.
Alzo a Valeria en brazos y Anahí sostiene de la correa a Nucita para que no salga corriendo. Ella arruina un poco los planes cuando empieza a ladrar y mi hermana se ríe, cubriéndole el hocico.
Se escucha el tintineo de las llaves y se abren las puertas, mientras gritamos: ¡Feliz cumpleaños!
Lex se ríe, un tanto nerviosa, y niega con la cabeza. Detrás de ella, aparecen sus padres y la rodean en un abrazo familiar, al que se une Valeria luego de removerse entre mis brazos y correr hacia ellos.
—Estoy segura de que tú eres la autora de esta sorpresa —me dice Lex, acercándose y yo la abrazo.
—Para nada. Fue William —le digo y me alejo para ver como se sonroja, haciéndome reír.
Pasamos una linda tarde, bailando y pasando el tiempo juntos. Lex sonríe muchísimo y me alegra verla tan contenta, recibiendo el afecto físico de todos sin incomodidad.
Cuando cantamos cumpleaños, ella mira la vela por unos segundos antes de soplar. No lo voy a negar, quisiera saber qué pidió en su deseo de cumpleaños, pero es algo que no voy a saber si ella no me lo cuenta.
William guía casi toda la reunión y luego de comer pastel, decide que es hora de entregar los regalos. Él es el primero y yo alzo una ceja cuando Carlos se cruza de brazos y tensa la mandíbula.
Aprieto los labios para no reírme, en especial cuando Lex se abalanza sobre el muchacho para abrazarlo.
No sé cómo han pasado volando las semanas, porque he estado metida en mi nueva historia. Sin embargo, hoy es uno de mis días menos favoritos.
Puedo ver en el calendario la fecha: 20 de junio del 2023. Hace un año mi hermana se quitó la vida.
No me levanto de la cama, abrazo la almohada y finjo estar dormida. Carlos me abraza y agradezco tener los ojos cerrados, porque siento ganas de llorar. Sé que debo levantarme, salir de la casa y visitar a mi madre. Debo ser fuerte por ella, pero...
Siento que no puedo. El corazón se me hace un puño dentro de mi pecho y el cuerpo me tiembla por resistirme a llorar. Me encojo un poco cuando Carlos deposita un beso en mi cabeza y decide salir de la cama, tal vez para darme espacio.
Hundo el rostro en la almohada, una vez escucho que mi novio cierra la puerta, y me desahogo en sollozos y lloriqueos. No puedo evitar soltar alaridos de dolor, como si mis heridas fuesen físicas. Me siento arrollada por un camión o pisada por los escombros de un edificio.
Los espasmos por el llanto continúan, aunque haya dejado de llorar. Me levanto apenas, sintiendo que mis pies pesan como plomo y me adentro en el baño. Me miro en el espejo, notando mi cara enrojecida y las marcas de mis lágrimas. Mi nariz está acuosa y mis ojos hinchados, más verdes e inyectados en sangre.
Me doy un baño largo, restregándome la cara para quitarme la sensación tensa del llanto. Apago mi mente y me arreglo, negada a vestirme de negro. En el funeral tampoco lo hice del todo, así que decido ir por algo neutral pero no tan... oscuro.
Salgo de la habitación y me dirijo a la cocina. Lex me mira y sonríe de forma consoladora, mientras Carlos arrastra la silla para que me siente con ellos a desayunar.
—Buenos días —musito y miro los emparedados en los platos. Seguro Alicia los preparó—. No tengo hambre.
Carlos suspira y afirma con lentitud, levantándose para acercarse a mí. Toma las llaves del carro y me mira.
—¿El cielo o al cementerio? —pregunta.
—La casa de mi madre —murmuro, sintiendo un nudo en la garganta.
Él afirma y lleva su brazo a mis hombros, abrazándome hasta que salimos del ascensor. Me abre la puerta y maneja en silencio, sin siquiera prender la radio.
Silencio. Maldito silencio. En esta fecha siempre hay silencio. Lo odio. Lo odio. No puedo dejar de pensar si hay silencio.
Enciendo la radio con un poco de agresividad y le bajo el volumen. Agradezco que suene alguna balada de los noventa y no algo que mi papá haya escuchado en vida y dejo que las letras se adueñen de mi cabeza, peleando contra los recuerdos dolorosos.
Cuando llegamos, Carlos hace el ademán de bajarse pero yo llevo mi mano a su muñeca. Él me mira y yo niego con la cabeza, por lo que se acomoda en su lugar.
—Me quedaré aquí. Mamá me necesita.
—¿Hasta el veintidós? —pregunta y yo niego.
—A mamá no le duele esa fecha como a mí. Me gusta pasarla sola —murmuro.
—No vas a estarlo esta vez. Donde sea que decidas estar, ahí estaré, ¿bien? —me dice y yo afirmo, un tanto desganada—. Anda, tu mamá y tu hermana te necesitan.
Lleva su mano a mi mejilla y se acerca, dejándome un beso en los labios. Corto, pero lleno de cariño y me alejo, suspirando.
—Te amo —le digo y él me muestra un asomo de sonrisa.
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Somos fugaces | Autoconclusiva.
रोमांसAmelia es una escritora que ha perdido mucho. Carlos es un empresario que cree tenerlo todo, pero que puede perder lo más importante si no reacciona. Cuando la escritora se cruce en su camino, tendrá que decidir si aceptar lo que ella tiene para en...