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Aclaratoria: Después de este capítulo, se van a encontrar con el maratón navideño porque así va la línea temporal

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Aclaratoria: Después de este capítulo, se van a encontrar con el maratón navideño porque así va la línea temporal. El sábado o domingo les subiré uno nuevo que irá después del maratón navideño para continuar con el hilo de la historia ❤ No sé si me expliqué 😭🥴

Amelia

Luego de aquel episodio al que arrastre a Carlos, fui saliendo de aquel pozo oscuro de mi mente. Tampoco es que haya tenido de otra, pues ha estado encima de mí todo este tiempo y si no salimos a pasear, viene a mi apartamento o yo voy a su casa. También sé que lleva a sus hijas para distraerme y la verdad es que ha servido.

He ido a terapia y digamos que me obligó a contarle a la psicóloga sobre lo que sucedió, así que la doctora ha llevado las sesiones de nuevo a mi padre y a mi hermana. Me ha comentado que la depresión es hereditaria y que, tal vez, mi padre haya sufrido de ello pero nunca se lo diagnosticaron y Ana Victoria lo heredó. O, como convivieron juntos, las situaciones que vivieron en común desarrollaron en ambos la enfermedad.

Y sé que insinuó que yo podría tener depresión por herencia, de ser el caso de mi padre. Así que está más al pendiente de mí que nunca.

—Aquí tiene: un capuchino para la futura best seller —habla Marcos, dejando sobre la barra mi pedido de siempre.

—Cállate que me ilusiono —le digo, sonriendo—. Gracias, Marquitos. Estarás en los agradecimientos de mi libro por toda la dosis de café y azúcar que me diste y ayudaron a que esta historia siguiera escribiéndose.

Él se ríe, negando con la cabeza y luego se acaricia el bigote.

—Es el mejor pago que podrías hacerme, Amelia —responde, haciéndome sonreír todavía más—. Ahora, sigue escribiendo o te quito el café.

—Voy, voy, voy —respondo, volviendo mis manos hacia el teclado de mi laptop y lo escucho reírse—. No puedo continuar sin un sorbito de café.

Bebo un poco de mi bebida caliente y continúo escribiendo, dejando que los personajes hagan lo que les dé la gana en la historia y apagando todo mi alrededor. Por un instante, no estoy en el café sino como en un cuarto blanco, lleno de silencio y tranquilidad. El lugar ideal para que fluya mi imaginación.

Y entonces, escribo la palabra con tres letras que más amamos los escritores: fin. ¡Fin! ¡Oh por Dios, no! ¡La terminé!

Chillo, alzando las manos al cielo y luego recuerdo que estoy en el café. Observo a mi alrededor, sin bajar las extremidades todavía, y me sonrojo cuando noto que todos los comensales me están viendo. Carraspeo, llevando mis manos a la taza de café y le doy un sorbo, sintiendo las mejillas calientes.

Escucho la risa de Marcos y lo miro con el ceño fruncido, uno que se borra cuando se acerca a mí con un pastel de triple chocolate que me hace agua la boca de inmediato.

Somos fugaces | Autoconclusiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora