11: Maratón #10Sep #SeptiembreAmarillo💛 (2/4)

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Amelia

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Amelia

Hoy es uno de esos días en los que los lloro. Me levanto sintiendo una pesadez en mi cabeza, con la mente llena de recuerdos y con la sensación de estar entumecida.

No sé cómo definir cómo me siento. Estoy bien, pero no lo estoy. Es extraño. Vivir en un mundo sin mi padre y mi hermana es... demoledor. Todo sigue igual, pero nada es lo mismo que antes, ¿acaso eso tiene sentido?

Observo la conversación con Carlos y suspiro. "No sabía que tenías una hermana" dijo; "Tengo 2" contesté. Porque tengo dos hermanas. Siempre seremos tres. Que Ana Victoria esté en el cielo no quiere decir que no siga siendo mi hermana.

"No sabes lo bien que me vendría estar en el cielo en estos momentos" escribió y lo leí con el rostro empapado en lágrimas. "Yo también, no sabés cuánto" quise responder.

Todavía no estoy muy segura de si quiero seguir viviendo o no. Me da miedo la muerte, no lo voy a negar, pero más me aterra el hecho de a dónde voy a ir si muero. ¿Y si no me encuentro con ellos? ¿De qué serviría, cierto?

De nada.

Además, hay tantas cosas que quiero lograr que no puedo ignorarlas, lanzarlas por la borda. Aborrezco que haya tanta vida dentro de mí, queriendo salir, forzándome a seguir adelante.

«¿Por qué ellos y no yo?» me pregunto siempre. A veces pienso que sería mejor si la situación fuese al revés, porque yo no estaría sufriendo de esta manera. O al menos, eso creo,

Sin embargo, ellos estarían sufriendo en vida más de lo que ya soportaban, así que lo que pasó fue lo mejor, supongo. «Lo mejor». Claro.

—¿Cómo vas con la novela, mi amor? —la voz de mamá me saca de mis cavilaciones y alzo el rostro de mi taza para verla.

—Bien, he escrito un poco más. Creo que saldré pronto del bloqueo —confieso, fingiendo una sonrisa y ella alza las cejas con cierta emoción.

—Qué bueno, cariño. ¿Sigues buscando agente?

—La verdad es que he pensado que lo mejor es terminar el libro. No quiero escribir bajo presión —respondo, haciendo una mueca.

—Pero me has dicho mil veces que así trabajas mejor.

«Cierto».

—Sí, bueno, mi propia presión. No la de alguien más —aclaro y ella se ríe un poco, negando con la cabeza.

Respiro hondo, porque el tratar a mi mamá luego de lo que pasó es un poco complicado para mí. Es frustrante porque no puedo ayudarla con su dolor, sé que nada en el mundo puede hacerlo. Perdió una hija y sigue aquí, si a mí me duele... no quiero imaginar cuánto le duele a ella.

—¿Cómo...? —la voz se me apaga y tengo que carraspear antes de continuar—. ¿Cómo te has sentido?

Su gesto pierde la poca alegría que tenía y se encoge de hombros, observando la taza frente a ella. Mis ojos se llenan de lágrimas ante su semblante y suplico que no alce la mirada y se dé cuenta de ello.

Somos fugaces | Autoconclusiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora