Amelia
Luego de nochebuena, fuimos a jugar a la terraza con las pistolas de juguete —las cuales, por cierto, dejan moretones al día siguiente por lo fuerte que pegan sus balas de mentira— y también le enseñamos a Valeria cómo caminar con los patines. La verdad es que aprendió rápido, aunque sí se llevó uno que otro golpe.
Sin embargo, no lloró ni una sola vez. Es una niña muy valiente.
Los días pasaron y seguí yendo a terapia, también llevamos a Nucita al veterinario y le pusieron sus primeras dosis de vacunas. He estado leyendo el primer libro de la saga ACOTAR, mientras espero a que algún editor y/o agente me responda y decida trabajar conmigo.
No he dejado que la ansiedad se adueñe de mí, pues seguro reciben un montón de correos al mes. Y, aunque ya incluso pasó el año nuevo, sigo esperanzada de que alguien me responderá.
Termino de arreglar mi cabello y tomo mi cartera, junto con las llaves del apartamento. Bajo en el ascensor y salgo del edificio, encontrándome con un sonriente Carlos, vestido con una camisa estilo polo y sus infaltables blue jeans. También lleva una gorra y me parece increíble que cada día que pasa lo veo más atractivo.
—Hola, mocosa —saluda, acercándose a besarme.
—Hola, imbécil —respondo, ganándome un mohín de su parte.
—¿Estás lista? —pregunta, abriendo la puerta del copiloto.
—La verdad es que no. No quiero morir joven —dramatizo y él se ríe, negando con la cabeza.
—Me alegra escuchar eso, pero no vas a morir. Solo vas a lanzarte en parapente, con profesionales —me dice, restándole importancia—. Le prometí esto a Lex, así que vamos.
—¡Sí, Am! No seas gallina, por favor —se queja Lex una vez estoy dentro del carro.
—Las alturas son mi peor pesadilla —me defiendo, cruzándome de brazos—. No es una muy linda forma de celebrar nuestro cuarto mes de novios, señor Barrera.
—No seas malcriada, Amelia —se burla y yo me enfurruño más en mi lugar.
El viaje es algo largo, pues vamos a salir del estado a una zona colonial que está llena de emprendimientos alemanes. Lo bueno de venir a este lugar es que el clima es frío y hay bastante niebla, también se come parrilla, fresas con crema, cervezas artesanales y chocolate caliente.
Sin embargo, si llego a ingerir cualquier cosa, seguro la vomitaré cuando esté arriba. Si es que me animo a hacerlo, pues tampoco me pueden obligar.
Llegamos a la zona de los parapentes y me bajo del carro, soltando una larga exhalación. Las piernas ya me tiemblan y todavía ni me acerco a la zona de la montaña donde las personas toman vuelo y se lanzan.
Y, además, toman fotos del momento. No quiero imaginarme cómo saldré en esas imágenes.
Una vez Carlos ha hablado con el instructor y cancela el pago de la atracción, decide ir primero. Yo me quedo con Lex, viendo cómo le ponen el arnés y el casco y nos reímos porque lo hace ver pequeño y gracioso.
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Somos fugaces | Autoconclusiva.
Storie d'amoreAmelia es una escritora que ha perdido mucho. Carlos es un empresario que cree tenerlo todo, pero que puede perder lo más importante si no reacciona. Cuando la escritora se cruce en su camino, tendrá que decidir si aceptar lo que ella tiene para en...