¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Despertaba por milésima vez en medio de la noche, sudada y agitada. Toqué mi pecho y vientre en busca de alguna herida, pero no había nada ahí.
Desde que tengo memoria experimento esas pesadillas en dónde al despertar no recuerdo nada de lo que había soñado y todo lo que quedaba era un horrible dolor en mi cuerpo acompañado de un ruido horroroso que retumbaba en mis oídos. Sabía que era por un disparo, era lo único que rescataba de todos mis sueños. No solo me dolía la herida que no está en ninguna parte de mi cuerpo, sino que también me dolía el corazón, un gran y horroroso dolor como si me hubiera destruido tanto alejarme de una persona y dejarla sola.
En mi niñez las tenía y solía contarle a mis abuelos, ellos igual que yo estaban confundidos al principio, después crearon su propia teoría que sonaría estúpida.
—Quizá sean recuerdos de una vida pasada.
Había dicho mi abuelo con un tono emocionado luego de que intenté explicarles lo que sentía y recordaba de aquella pesadilla.
— ¿Una vida pasada? —preguntó una confundida niña de seis años, inclinando su cabeza hacia un lado sin comprender lo que dicen sus propios abuelos—. ¿Crees que haya sido mejor que está?
—No lo sé, pero aún te queda mucho que vivir y tal vez sin saberlo seas amiga de personas de tu vida pasada.
— No le compliques con eso, cuando seas más grande te lo explicaremos —dijo mi abuela con una sonrisa tierna.
— Muy bien.
—Seguro fuiste una princesa —susurró sin hacerle caso a su esposa—. O una guerrera.
