Miraba el camino a través de la ventana intentando averiguar hacia donde es que me está llevando, pero no logro reconocer las calles. He salido lo suficiente para conocer la mayor parte del pueblo, y con esto solo me queda en claro que debo de salir más. El auto se detuvo frente a un restaurante, nada elegante, sino uno de esos en los cuales las personas van en familia los fines de semana o en dónde los trabajadores toman su desayuno con colegas.
—Es aquí —salí del auto observando la avenida y los locales, procurando recordar cómo luce la zona en dónde se lleva a cabo mi primera cita de verdad—. ven.
Tomó mi mano con delicadeza llevándome con él al interior del lugar. Tragué nerviosa por lo que acaba de provocar en mí con solo hacer tal acto, pero me dí cuenta que me gusta sentirlo así, sentir su mano sobre la mía como si estar uno con el otro fuera tan normal y natural, algo de todos los días. Observé con disimulo su rostro concentrado en el camino, percibiendo el ligero calor que apareció en mis mejillas. Buscó con su mirada algo en el local, después fuimos hacia una de las mesas pegadas a la ventana. En cuanto nos sentamos alguien vino hacia nosotros a tomar nuestras órdenes para después irse en busca de la comida.
—Después veremos qué más hacer —fruncí un poco mis cejas sin comprender lo que quiere decir, él lo notó porque sonrió y me miró—. La cita no terminará hasta la hora en que se supone termina tu horario de trabajo.
