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Me senté en la primera banca vacía del parque que encontré en el camino. Creí que este era un horario donde el lugar no era tan concurrido, pero me equivoqué, muchos están con sus hijos jugando y algunos siguen llegando. Observé la hora en mi celular; llegué un poco antes de la hora cordada, no tenía mucho que hacer y Lily casi me saca a patadas de la cafetería con tal de que llegue a tiempo. Me quedé ahí sentada viendo a los niños jugar y caerse en la arena para volver a subir las escaleras de los jugos infantiles porque a esa edad a muchos no les importan las caídas, sino seguir jugando.
6:05 pm
—Aun es temprano, Grace —me dije a mi misma luego de que pasaran algunos minutos.
Metí las manos a los bolsillos de mi suéter, intentaba distraer la mente en algunas otras cosas, pequeños detalles que se me hicieran interesantes; veía a las personas y a algunas las criticaba por la forma en la que "cuidaban" a sus hijos mientras ellos están en su celular y los niños juegan a veces un poco rudo en esos juegos con casitas a más de un metro de alto. Mi atención se puso sobre un niño en específico que llegó al último; parecía tener no más de cuatro años y a diferencia de los demás, este iba acompañado de una mujer mayor, con el cabello cubierto de canas, su abuela. Ella se sentó justamente en el lugar vacío junto a mi, mirando con cuidado lo que su nieto hace. Apenas se sentó y me llegó ese típico olor a abuela que las caracteriza.
—¡Mira! —el niño se acercó a pasos lentos, sujetando algo con una mano y con la otra cubriéndolo.
—Oh, encontraste un diente de león —puse mi mirada sobre ellos al oír aquello.
Efectivamente, en su mano está esa flor tan peculiar y la cual cuidó para mostrarla a su abuela. No pude evitar pensar en mis abuelos y todas esas veces que pasamos buscando dientes de león en su jardín o en cualquier lugar con hierba que viéramos camino a las compras. Todas las guardaban para mí, para que pudiera soplarles y pedir un deseo, un hábito que he conservado todos estos años como algo que me hace sentir que aún están aquí conmigo, que no me han dejado sola.
—Sóplale y pide un deseo —aparté la mirada con algo de nostalgia y revise la hora en mi celular.
7:00 pm.
Guardé el teléfono en mi bolsillo, después me levanté yéndome del lugar con molestia.
