¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El estruendo retumbó en mis oídos seguido de un agudo dolor en el estómago que se hizo presente casi de inmediato, un dolor que avisa sobre una herida en esa zona. Tan pronto como mis ojos se abrieron, tanteé mi cuerpo buscando alguna herida, sin embargo, no había nada, solo el sonido que va desapareciendo y el dolor imaginario de aquella pesadilla. Pasé una mano sobre mi cabello intentando tranquilizarme, noté el temblor que tiene mi cuerpo, tal vez por lo sucedido en esa pesadilla o por miedo de que sea una clase de aviso de que algo así me pasará. Había dejado de tenerla desde hace algunos días y ahora que vuelvo a experimentarla se siente tan horrible como la primera vez que me pasó.
Observé la hora en el reloj que cuelga de la pared y decidí levantarme e iniciar con mi rutina. Mientras me dirigía al baño leí los mensajes que llegaron a lo largo de la noche. Es lunes, lo que significa que empieza otra semana llena de tortura escolar por parte de los profesores y sus interminables tareas. Tras algunos minutos terminé de alistarme con mi uniforme, tomé mi mochila y luego mi bolso deportivo saliendo de mi habitación hacia la cocina.
—¿Te irás con Porco? —preguntó Historia al verme entrar por la puerta y despegando la mirada de su celular.
—Sí, llegará en unos minutos, ¿Quieres que te llevemos?
—¿Podrían? Papá y Frieda tuvieron que irse más temprano y no quiero tomar el autobús.
—Claro, termina de desayunar, no tarda —señalé su plato, pasé a su lado tomando un pan tostado y comiéndolo al mismo tiempo que me sirvo la última taza de café que había quedado en la cafetera que todas las mañanas es rellenada.
—Oye —llamó en un susurro.
—¿Hum? —la miré esperando que hable, sin interrumpir mi desayuno porque el tiempo es limitado.
Ella miró a los lados asegurándose de que no haya nadie cerca que pueda escuchar a pesar de que acaba de decir que dos de los que restan de la familia ya se fueron y mamá no sé dónde está, seguro volvió a la cama.
—¿Ayer saliste de nuevo con él? —sus ojos me miraron con curiosidad y cierta emoción en ellos, dejó de lado lo que hacía con su celular para prestar atención a lo que vaya a decir.
—Sí, salimos ayer —afirmé algo sonrojada—. Solo a comer algo antes de mi turno —conté en el mismo tono de voz para no ser escuchada por mamá.
