Becky estaba acurrucada en la cama, envuelta en su capa, con la manta atada a los hombros para que le diera más calor y escuchando cómo el viento aullaba a través de la ventana. No sentía nada, nada en absoluto. Para sobrevivir, había forzado su cuerpo y su mente a un estado de entumecimiento. El tiempo carecía de significado. ¿Llevaba en la Torre una semana o dos? Parecía una eternidad. Observó con escaso interés cómo las ratas jugaban a perseguirse.
Había perdido todo el miedo por aquellas odiosas criaturas que habían engordado con la comida que ella no probaba. Sus travesuras habían sido una diversión que servía para que Becky olvidara su desgracia.
Acostumbrada como estaba a las interrupciones externas, no prestó atención cuando se abrió la puerta de su cuarto. Supo sin necesidad de mirar que el vigilante había entrado con un cuenco de gachas, del que sin duda disfrutarían las ratas en cuanto él se marchara.
Becky volvió a desear, y no por primera vez, tener algo decente que comer, pero sabía que tenía pocas posibilidades de conseguirlo. Ya no podía seguir negando lo que sospechaba desde que salió de Misterly. Las señales eran inconfundibles. Estaba esperando un hijo de Freen y necesitaba comida más saludable para que su hijo sobreviviera.
A menos que sus circunstancias cambiaran, sin embargo, Becky temía no vivir lo suficiente como para traer a su hijo al mundo. No tenía espejo, pero sabía que los kilos de su cuerpo se habían derretido, y que tenía las mejillas hundidas y los ojos sin brillo, ¿Estaría cercana la muerte?
¿Por qué la había abandonado Freen? ¿Era mentira todo lo que le había dicho? Becky dejó caer la cabeza sobre el pecho. Estaba herida, desilusionada, y desprovista de toda esperanza. No es que la Justicia fuera ciega, en su caso, sencillamente, no existía.
"Señora, ¿Te encuentras mal?"
Becky levantó la cabeza. La voz no pertenecía al vigilante.
"¿Me has oído, señora?"
Era el teniente Belton.
"Sí, te he oído. ¿Qué es lo que quieres?"
"Tienes que venir conmigo. El rey desea verte".
La opacidad desapareció de los ojos de Becky, y fue lentamente remplazada por un cauteloso entendimiento, "¿El rey quiere verme? ¿Me ha condenado a muerte?"
"No lo sé. Una vez que hayas salido de aquí, ya no eres responsabilidad mía".
Becky se levantó vacilante, un remanente de orgullo innato se reafirmó en su interior, "No puedo aparecer así delante del rey. No me he dado un baño decente en más días de los que me atrevo a contar, y mi ropa apesta".
Belton se acercó a Becky y arrugó la nariz mientras aspiraba con cuidado el aire, "Sí señora, lo cierto es que te rodea un olor apestoso".
"Y bien", inquirió Becky con un deje de su antiguo valor, "¿Qué piensas hacer al respecto?"
"Sígueme. Hay una sala de aseo cerca de mis aposentos. Puedes utilizarla".
"¿Y qué hay de la ropa? Me niego a presentarme ante el rey vestida como una pordiosera".
"Veré si mi esposa tiene algo que te puedas poner. Ven conmigo". Becky cogió su mochila y siguió a Belton por tortuosos pasadizos hasta llegar a la sala de aseo de sus habitaciones privadas. La emoción se apoderó de Becky cuando vio la gran bañera de madera que había en el centro de la pequeña sala.
Belton llamó a un criado y ordenó agua caliente para la bañera. "No te demores", le advirtió. "Al rey no le gusta que le hagan esperar".
Media hora más tarde, con un deslucido pero limpio vestido que la mujer de Belton le había prestado generosamente, Becky estaba preparada para conocer su destino. La amable señora incluso le había llevado una pastilla de jabón de dulce aroma junto a una toalla, y le había deseado suerte.
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El sabor del deseo | Freenbecky G!P
FanfictionSU PRISIONERA, SU DESEO... Siguiendo las órdenes del rey, Freen Sarocha Chankimha, caballera del ejército inglés, llega a las Tierras Altas escocesas con el fin de evitar la boda que unirá a dos poderosos clanes contra la Corona de Inglaterra. Pero...