Capítulo Tres

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A dos kilómetros del pueblo Rimka, en el Condado de Fulkam; Principado de Nov Grom

5 de Enero. 2:49 PM

El "helicóptero" pesado de transporte de doble turbina en los laterales del mismo, aterriza en medio de una pradera, a unos 700 metros de un camino de tierra, donde aparenta ser una importante vía local. El piloto realiza la maniobra con cuidado, mientras que su copiloto, quien se encuentra en la cabina frente a él, tiene el control del sistema de armas de la torreta frontal, ante cualquier ser desconocido con intenciones hostiles. Al tocar tierra, el piloto baja la rampa trasera de la aeronave, permitiendo vía libre para los marines argentinos descender en sus vehículos de exploración, a la pradera.

- ¡Teniente García, Teniente Godoy! - llama el piloto por medio de la radio, a los dos líderes de sus respectivos pelotones a cargo de la expedición. - ¡Volvemos a la base para reabastecernos! ¡Órdenes de los Jefes! - informa, recibiendo la orden directa de parte del Alto Mando.

- Enterado, Negro-6. Buen viaje. - se despide el Teniente Massimo García.

- ¡Suerte y que Dios los acompañe! - se despide el piloto, mientras se eleva por los cielos nuevamente, dirigiéndose en dirección al A.R.A. "J. A. Roca". Los dos pelotones observan cómo se aleja hasta perderse de vista en el cielo. Ahora se encuentran solos a su suerte.

- ¡Bien, Gente! - llama la atención el Teniente Carlos Godoy, habiendo sido cedido el turno de hablar de parte del Teniente del 7° Pelotón. - ¡Tenemos 72 horas para reunir toda la información posible de la zona! ¡Recuerden: sin actitudes hostiles ni agresivas, o les encajo un tiro en el ojete! ¡¿ESTÁ CLARO?! - Exclama el teniente ante las nuevas directivas a los dos pelotones.

- ¡¡SEÑOR, SÍ SEÑOR!! - exclaman todos al unísono.

- Bien. - Toma la palabra el Teniente García. - Según los informes, hay un pueblo a dos kilómetros al norte de aquí. Ese será nuestro primer contacto. Ojos alertas, y armas preparadas. No sabemos qué es lo que nos espera más adelante. Bien, Cabo Rodriguez. ¡Conduzca! - ordena el Teniente, para que acto seguido los dos vehículos emprendan la marcha a una velocidad moderada de 50 km por hora, por precauciones de terreno, a pesar de estar en la pradera.

Pueblo de Rimka. Puerta Sur...

10 minutos después...

El lancero vigía se encuentra bajo el resguardo del sol, debajo de un pequeño toldo instalado por encima de la torre de piedra de mediana altura, adyacente al portón de madera que da entrada al pequeño pueblo.

La hora del almuerzo del vigía había pasado, y a pesar de ser un día soleado con calor, la brisa del mar lo refrescaba bastante. Esto provoca que quede con ganas de echarse una siesta, debido a que los viajeros son poco frecuentes últimamente debido a la inseguridad del área...

De pronto oye un leve zumbido que se oye a una distancia lejana. En un principió creyó que eran abejas o avispas, por lo que mira a todos lados en busca del origen del zumbido. Al agudizar el oído, detecta que el origen del ruido proviene del camino principal. Asoma su cabeza por entre las almenas de la torre, para observar...

La confusión y el temor a lo que ve, provoca que se afirme en los bloques de piedra frente a él, al observar varios "carruajes" sin ser tirados por caballos acercándose a la entrada principal. Ante la duda y el temor de que estos desconocidos fueran hostiles, él con una pequeña maza, comienza a golpear una chapa de bronce, que sirve como una campana improvisada, alertando a la población.

Los vehículos se detienen frente a la puerta, a unos 70 metros de distancia. Quedan un rato quietos, hasta que ve a un ser de vestimentas completamente extrañas descender del carruaje, levantando sus manos al cielo, mostrando que no tiene nada en ellas. Este da unos pasos en dirección a la puerta. El vigía no sabe cómo reaccionar a ello, su función solo era de ser guardia, ni siquiera era un soldado. Solo hacía preguntas a los que entraban y les dejaba pasar o no. En eso, viene un hombre a su lado de unos cincuenta años de edad, con varias arrugas y cicatrices en el rostro.

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