Capítulo V

54 10 6
                                    

Pasaron dos días y habían comenzado los deberes en el colegio y entremedio, los profesores empezaron a volver.

Sybil estaba nerviosa, no sabía si debía bajar o no; se tomó varias infusiones tranquilizantes para los nervios: valeriana, milenrama, verbena, passiflora, melisa, entre tantas otras, claro sin abusar, porque la idea era que no se durmiera. Se colocó su mejor vestido, se peinó ese pelo enmarañado, hizo varios ejercicios de respiración y decidió al fin bajar de su torre al Gran Comedor. Los nervios se la comían viva, por cada peldaño trataba de respirar y exhalar.

¡Sybil!-gritó Lupin- ¿Cómo has estado?.

La adivina pegó un saltó e  inmediatamente se dio vuelta para saludar al dulce profesor.

¡Hola Remus!-le dijo- Muy bien, gracias y ustedes con Tonks ¿Cómo han estado?.

Bien, fuimos a pasear con nuestro hijo Teddy por varios lugares-le comentó el licántropo- ¿Y tú que hiciste? ¿Estuviste acá?.

Si-le dijo la adivina- estuve acá en el castillo, encerrada en la torre.

Considera que alguna vez tendrás que salir-le dijo el profesor de DCAO- hay muchos lugares donde podrías ir y disfrutar, además, entre nosotros, llevas su buen tiempo sola, deberías conocer gente y tener un novio-le dijo.

Sybil se sonrojó ante ese comentario.

Lo tendré en cuenta-le dijo avergonzada.

Ambos llegaron al Gran Comedor a tomar desayuno, Lupin saludó a Pomona, quien lo recibió con un abrazo de manera efusiva y dejó a Sybil un poco "sola", hasta que la vio Albus.

Sybil, querida, te dignaste a aparecer-le dijo el Director guiñándole un ojo-apuesto que estás acá por alguien especial.

La profesora de adivinación se puso nerviosa y alerta con ese comentario. Se fue a sentar cerca de Hagrid, los veía a todos, menos a uno que a ella le interesaba

¿Llegará este año?- se preguntaba a si misma-  Sí, si llegará.

Sus manos sudaban, así que se las empezó a "secar" en el vestido.

¿Falta alguno o estamos todos?-preguntó McGonagall.

Falta Severus-dijo Lupin.

Escuchó su nombre y los nervios la volvieron a atacar, trató de disimularlo, viendo los dibujos de rosas de su vestido.

¡Oh!, ¡Por fin llegas, muchacho! Te estábamos esperando-dijo Albus de repente.

Sybil levantó la vista de manera tímida y ahí lo vio llegar, con su capa oscura que ondeaba, su pelo que se desordenaba al caminar y con esa mirada profunda que la hacía suspirar.

Perdonen la tardanza-dijo Snape-, Buenos días Director, Buenos días Profesores.

El pelinegro se sentó al lado de Minerva frente a Sybil, de repente se cruzaron sus miradas y la profesora de adivinación estaba en un mar de nervios, ya que quedó perdida ante su mirar.

Buenos días queridos colegas y profesores, un gusto de volverlos a ver-dijo Dumbledore- ha sido un año difícil el que pasó, pero acá estamos todos juntos, les deseo la mejor de las suertes para cada uno al comenzar este año escolar y...¡procedamos a desayunar!- concluyó.

Apareció la comida y se comenzaron a servir.

Sybil veía las manos del pocionista y estaba tiritona a más no poder, las veía cerca de las suyas. Ya veía que en tomar algo,  se podrían rozar de manera "accidental". Y eso sucedió, ambos se sirvieron café, ella primero, él después, mientras el pelinegro hablaba de manera amistosa con Minerva, hasta que ambos querían el pote con azúcar, ya que lo habían agarrado al mismo tiempo. Ella vio sus manos blancas pálidas en la mitad del frasco y en la otra mitad, estaban las suyas.

Severus la miró fijo por un segundo y ella bajó la mirada de manera asustadiza.

Adelante, Profesora Trewlaney, -le dijo Snape- tome el azucarero.

Ella lo miró a sus ojos oscuros como túneles, que sentía que la traspasaban y se quedó inmóvil mirándolo.

¡¡Profesora Trewlaney!!-alzó la voz el pelinegro-haciendo que toda la mesa la mirara.

Perdón, Profesor Snape-dijo ella-tomando temblorosamente el azucarero.

El pocionista alzó una ceja-¿No le echará azúcar?-le preguntó- a menos, que pretenda que yo lo haga por usted.

Me encantaría-dijo ella sin pensar en lo que decía.

¿Disculpe?-le contestó Severus visiblemente molesto.

Perdón-dijo toda nerviosa-comenzó a echar el azúcar de manera temblorosa hasta que le pasó el azucarero, pero se le cayó de las manos.

¡Ah, pero que torpe!- dijo el pocionista- mirándola de manera reprobatoria.

No fue su intención, Severus-dijo Albus-¿Verdad que no, Sybil?.

Tome Profesor Snape-dijo Hagrid-acá hay otro azucarero.

Gracias-dijo el maestro de pociones-visiblemente enojado.

Sybil revolvía con pena su café, había recibido un reto por su torpeza del hombre que ella admiraba y lo tomó avergonzada y cabizbaja.

Severus se molestó con Sybil por el incidente, hasta que se levantó y se fue con su café a sentarse en otra silla. La adivina lo miraba de reojo con mucha pena.

¿Estás bien Sybil?-le preguntó Albus.

Si, si señor Director-le dijo triste. Ella tenía muchas ganas de llorar, hasta que finalizaron el desayuno y fueron saliendo uno a uno; ella salió a dos profesores detrás de él, quien caminaba a paso apurado hacia sus mazmorras, ella iba a tomar las escaleras y lo miró a él como avanzaba a través del pasillo.

Severus se sintió observado y miró de vuelta, viéndola.

¿Qué diablos le pasa ahora a esta loca?- se preguntaba.

Ella lo miraba con pena y el siguió su camino hasta perderse, la adivina subió las escaleras, llegó a su torre y se encerró donde se echó en su poltrona a llorar amargamente.

Amor InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora