Capítulo 14

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Minho no podía evitar sentirse un poco emocionado cuando caminaban por el centro comercial. Lachlan llamaba la atención de las personas, porque un chico con esos rasgos tan definidos no era algo habitual en un Terrestre. Después de todo, Lachlan provenía de otro lugar del planeta, donde se decía que sus rasgos eran más bonitos. Honestamente era un hombre guapo, muy guapo. Sonrió sujetando fuertemente las tiras de su mochila. Podía sobrevivir a aquello, solo era cuestión de tomar un postre y después cada uno volvería a sus vidas. Llegaron a un bonito establecimiento en el segundo nivel, se detuvieron frente al mostrador, donde una carismática empleada los saludó.

— Necesitamos dos helados de ¿Fresa? —Preguntó a Minho con una sonrisa, a espera de recibir una respuesta positiva y que, con suerte, entendiera su indirecta.

— No —fue lo que dijo, sin embargo, sorprendiendo al mayor—. De galletas de chispas estaría bien.

Confundido Lachlan asintió y ordenó el sabor qué su acompañante había solicitado. Consideraba qué, tal vez, necesitaría ser un poco más directo.

— ¿No te gustan las fresas? —Indagó cuando se dirigieron a una mesa junto a la pared de cristal, él lo miró de soslayo. Era como si de un tiempo a la fecha esa pequeña afección suya lo siguiera por donde quiera.

— No es eso. Es que nunca las he probado —dijo, pensativo—. Bueno, cuando era muy pequeño sí las probé una vez, pero tuvieron que darme medicamento por algunos días hasta que la reacción se disipó por completo.

— ¿A que te refieres?

— Soy alérgico a ellas. Si la llego a comer me provocan una reacción muy fuerte.

La cuchara que viajaba hasta Lachlan se quedó estática a medio camino, estaba sorprendido ante lo que acaba de escuchar. Sus ojos se posicionaron en él y por su enrojecimiento y timidez repentina pudo darse cuenta de que le decía la verdad. Su pulso se aceleró, sintiendo que comenzaría a hiperventilar en cualquier momento.

Resultaba que Minho era alérgico a las fresas. Él junto a Christopher le habían dado muchas cosas con ellas. ¡Pudieron haber asesinado al chico!

— ¿Lach? Tu helado... —señaló la cuchara donde el postre comenzaba a derretirse.

El mencionado salió de su ensimismamiento, con agilidad llevó la cuchara a sus labios, sentir el frío en su boca le hizo aterrizar un poco las cosas. No se suponía que Minho supiera quien era su enamorado anónimo, mas tenía demasiadas ganas de disculparse. Tal vez lo mejor sería remediar su error de otras maneras, pero justo en ese momento no quería que se enterara de que era él el idiota que decía estar enamorado y no lo conocía lo suficiente.

— Nunca había conocido a alguien que fuera alérgico a las fresas —le comentó, comenzando a jugar con su helado—. Debería haber elegido otro sabor para mi helado.

— No, está bien, tú puedes comer lo que desees —le animó, regalándole una sonrisa.

Tal como Mimho imaginaba Lachlan resultó ser amigable. Hablaron sobre ellos, de su Etxu, sus familiares y el lugar para el que postularían en las prácticas del siguiente semestre, incluso detallando el hecho de que eran vecinos. Volvieron tomando el mismo metro, coincidiendo en opiniones sobre las estaciones y los diversos conductores qué ambos ya acostumbraban a ver a las horas diferentes en las que tomaban la ruta. Minho no pudo disimular lo feliz que se sentía al poder compartir una salida tan casual y no forzosa. Definitivamente, la compañía de Lachlan le era grata.

— Esta es tu casa —señaló el castaño, cuando estaban casi llegando—. Te he visto aquí a veces cuando voy al minisuper o cuando vuelvo del colegio.

— Esto es tan gracioso, dices que me has visto varias veces, honestamente yo solo te veo en el colegio y es muy rara la ocasión. Ni siquiera sabía que vivías por aquí.

— Entonces veámonos más seguido —sugirió. Se detuvieron en la acera, frente al domicilio de la luciérnaga—. Me gustó mucho salir contigo.

— Igual, eres agradable, Lach.

— Y, por cierto, ahora tendré presente lo de las fresas —señaló, risueño—. ¿Se lo puedo decir a Chris? Seguramente también se sorprenderá.

— De hecho él lo sabe —le contó con inocencia—. Se lo dije en la mañana.

—  ¿En serio? No me dijo nada.

— Tal vez lo olvido o algo así, no es algo demasiado importante.

Se despidieron con una sonrisa, Lachlan esperó hasta que Minho ingresara a su hogar para él dirigirse al suyo, pensando en todo lo que había ocurrido y descubierto gracias a su repentina valentía.

— ¿No es importante? Claro que es importante. ¿Por qué él no me dijo nada? —Murmuraba mientras caminaba rápidamente.

Minho se encerró en su habitación, apoyándose contra la madera de su puerta. Un suspiro encantado escapó de sus labios y no pudo evitar soltar una risilla traviesa. Tenía diecinueve años, los chicos guapos eran su mayor interés y ni siquiera se había dado cuenta de eso. Mordió levemente su labio inferior, dirigiéndose hasta su baúl para guardar el detalle que el enamorado anónimo había tenido con él ese día.

— ¿Hoy no hay nota de Christopher Chan? —Se preguntó a sí mismo con esperanza, revisando sus materiales hasta que finalmente encontró el post it pegado en una libreta—. No podía fallar —dijo emocionado, leyendo la nota con cuidado, reparando en las bonitas letras en tonos lilas—. Christopher es el chico de los plumones, también mi favorito.




Considero un acto de valor abrir el corazón a un ajeno. Que me cuentes sobre ti, de tus intereses y tus afecciones, me lleva a preguntarme lo que en tu mente habita. Desearía saber lo que aspira tu futuro o si de casualidad seguiremos siendo amigos con el tiempo. Una respuesta sería maravillosa.

- Christopher Chan.


Lo Que No Se Puede Describir (ADLNT) (ChanHo/Bangho) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora