Capítulo 21

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Cian suspiró angustiado, mientras guardaba la guitarra en su estuche para poder marcharse. Se despidió de HaYeok, quien se iría con un amigo por ahí. Era molesto que todos estuvieran tan bien y él se hubiera quedado en ascuas por ser tan torpe. Si tan solo le hubiera dado la flor cuando se la pidió. Negó mientras se tomaba un momento para sentarse en el banco acolchado, observó el auditorio vacío. Se sentía como un concierto lleno de fracaso. Miró a su derecha cuando cierta presencia le alertó los sentidos. Su mirada probablemente se llenó de terror al ver a Jihwen.

— No sabía que tocabas y cantabas así de bien —le dijo ella, acercándose con calma, Cian pasó un trago grueso—, me gustó mucho. Merecías mayor reconocimiento en ese club.

— Kwangmin siempre fue la estrella, ser parte de los coros también fue bueno para mí.

Jihwen le dedicó una sonrisa, otorgando una suave palmadita antes de volver a hablar.

— Estuve leyendo todas esas cartas pequeñas y bonitas —le hizo saber sin más preámbulo—, me gustaron mucho. Pero fue muy decepcionante —admitió, notando la tristeza en la mirada ajena—. Antes estuve realmente interesada en ti, creo que fue por ahí de la nota número veinte qué escribiste, lo superé porque nunca me mirabas siquiera.

— Es que...

— Espera —pidió con una sonrisa—, estuve pensando todos estos días y me di cuenta que enamorarse es más que encapricharse por momentos. Creo que tú me has demostrado lo que significa querer incluso en el silencio y, bueno, me siento muy halagada. Entonces, si tú así lo quieres, yo puedo permitirme observarte una vez más.

— ¿Lo dices en serio? —Preguntó, sorprendido. Jihwen asintió—. Sí, sí sería bueno.

— Entonces, Cian, hay que conocernos más y, yo estaré encantada de abrir mi corazón.


Minho se sintió derrotado para el final del día. Ya no vio a sus amigos, tampoco respondió a sus llamadas. Seungmin lo había enviado un mensaje para contarle que todo había salido muy bien con Cian y Jihwen, preguntado también como se encontraba él, pero no le respondió.
Quería hablar con alguien, pero no con otros adolescentes. Quería contarle todo a su mejor consejera.

— Cariño ¿qué ocurre? —Preguntó su madre, ingresando a su habitación. Minho lloraba, abrazado a su almohadón, mirando por la ventana.

— Mamá, me quiero morir.

La dama sonrió con disimulo. Era un chico de diecinueve años, cualquier problema que pudiera tener era suficiente para que creyera qué su vida se acababa. Todos alguna vez se sentían así. Probablemente era por algo muy patético y sencillo, pero era un niño que se preparaba para la vida adulta y, bueno, era normal sentir ese peso que adolece hasta por algo insignificante.

— ¿Fue un muchacho? —Preguntó con cuidado. Minho asintió.

— Son dos chicos, jugaron conmigo y me siento muy tonta.

— ¿Me quieres contar antes de que llegue papá? —Indagó con cuidado, su hijo asintió tomando su mano, estaba dispuesta a contarle todo.

Su madre lo escuchó con mucha atención. Era difícil mantener la compostura mientras escuchaba y pensaba que alguna situaciones eran demasiado surrealistas. Quiso reírse por lo adorable qué resultaba qué dos muchachos pelearán por algo así, también quería interrumpir y decirle que todo era sencillo de solucionar, pero no hizo nada de eso. Escuchó atentamente hasta el final.

Sin duda lo que Minho sentía era algo muy exagerado para la situación, pero al final de cuentas así era como se sentía y ella no tenía derecho a juzgarlo. Suspiró, abrazando a su retoño.

Lo Que No Se Puede Describir (ADLNT) (ChanHo/Bangho) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora