Encendió su auto y arrancó sin mirar atrás. Cargó su maleta en el asiento del acompañante y apretó el acelerador con cuidado.
Rascó su barba desalineada y pintada en canas y acomodó los pocos pelos que le caían en la frente. En su mente iba repitiendo una dirección, perdiéndose por instantes gracias a las lagunas mentales que los ansiolíticos le provocaban.
Pensó en su mujer, escuchó sus gritos y cómo le echaba en cara los cuernos que ella le había puesto con un colega del trabajo.
—Culpa tuya murió Tobías. Si vos hubieras estado presente cuando te necesité, las cosas hubieran sido distintas... ¿Por qué te pensás que lo prefiero a él? Es el único que estuvo para mí. Vos vivís en otro planeta —le decía aquella en lágrimas, golpeando los muebles a patadas.
Recordó esa pelea como si hubiera sido ayer, aunque ya habían pasado un par de años.
Buscó en los bolsillos de su Montgomery y encontró un viejo número de teléfono. Lo recordó mientras doblaba las calles, tenía un asunto pendiente con su hermano gemelo.
Condujo su viejo Chevrolet despintado hasta su siguiente misión, y trató de no seguir perdiéndose en el pasado. Los tormentos lo habían convertido en una persona fría y testaruda, con un carácter irascible y muy poca paciencia.
Desde que volvió a caminar por las calles de Gualeguaychú, parte de su rutina se había convertido en algo entretenido. No paró de trabajar durante meses en aquella histeria colectiva que asolaba las residencias y convirtió los noticieros y las radios en un paraje de horror absoluto.
Hoffman abandonó la ciudad en la adolescencia y se asentó en Victoria después de la muerte de su madre. No pudo soportar estar en la misma casa en la que ella había fallecido. Su padre entró en depresión al poco tiempo, y esto fue lo que impulsó a Cornelio a terminar sus estudios y adentrarse en el mundo de la psicología.
Regresó a la ciudad de Gualeguaychú tras su ruptura amorosa y buscó alejarse de Victoria para siempre. Ahí ya no quedaba nada que la vida pudiera ofrecerle. Sabía que, a la larga, podría terminar con una crisis mayor si seguía cerca de esa harpía que decidió arruinar su vida.
Tomó de ejemplo a su hermano gemelo, alguien a quien él tenía un gran desprecio. Supo que el tipo también enloqueció después de la muerte de su esposa y en vez de visitarlo, decidió cortar relaciones de forma definitiva. Nada terminó bien entre los dos tras el fallido nacimiento de Tobías. Y más aún, cuando su hermano tuvo parte de la culpa.
En un intento de hacer las cosas bien, Víctor solicitó ser el partero de su mujer y ayudarla en una complicada entrada a urgencias. Quería demostrarle a Cornelio que él estaría ahí para traerle la felicidad, y lo único que sucedió fueron desgracias. El niño nació con problemas tan graves que apenas duró minutos fuera del vientre. Nada podía hacerse para salvarlo, poco después se descubrió que, por culpa de un descuido, Víctor había cometido un grave error en el trabajo.
No trascendió mucho más que eso, pero bastó para que los hermanos terminaran rompiendo su vínculo sin posibilidades de retorno. Sin explicación de por medio, Cornelio miró a Víctor por última vez a los ojos y se despidió tan seco como su corazón se lo permitió.
Y por esas cosas de la vida, ahora Cornelio tenía que contactar a su hermano con urgencia.
Desde la clínica en donde Víctor aún trabajaba, le habían solicitado un pedido de auxilio. Al parecer, un hecho que poco trascendió en el país, activó las alarmas en toda la ciudad de Victoria.
Cornelio estuvo días pensando en cómo lidiar con el llamado y más aún, teniendo él un trabajo tan importante como el que se le había solicitado desde la policía. No podía dejar que los conflictos familiares interfirieran en asuntos que para él eran incluso diez veces más importantes.
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Salmató: La ciudad de los malditos
HorrorMuchos afirman que Salmató no existe, sin embargo, allí está. Oculta, siniestra, latente. Manifestándose en sueños e invitándote a visitarla. Esta es la historia del Dr. Cornelio Hoffman, un psiquiatra que se animará a cruzar el umbral de las pesadi...