Las palabras que sellaron el trato salieron como una bala desde su boca. No podía dudar ni medio segundo, el tiempo no jugaba a su favor.
—Hecho. No suelo confiar en dioses extraños —bromeó, intentando romper la tensión del momento.
—No tenés otra alternativa, Hoffman. A fin de cuentas, estás en mis manos.
—Coincido en que podrías llevarme por las malas y dejarme que me pudra junto a Víctor. Algo de razón habrá en tus palabras, pero sigo desconfiando de tus actitudes.
—El tiempo lo dirá. Te esperan en el living.
Apenas el Duque avisó de esto, Hoffman se levantó tan rápido como pudo y caminó por el pasillo hasta la sala de estar. En la escalera al fondo, una moza de largas orejas mantenía sus manos unidas en señal de respeto.
Señaló con su cabeza hacia el sofá y Cornelio dio la vuelta, encontrándose con la mujer que le había paralizado el corazón varias veces.
—Dios mío, estás bien... —se alegró, abrazándola contra su pecho, sintiendo su llanto.
Lucía, escondida en los ropajes de Hoffman, mantenía un fuerte abrazo que decía mucho. Sus manos lo rodearon con congoja, sentía una culpa que se la estaba comiendo minuto a minuto.
—Perdón... —susurró, apoyando su mentón en el sweater gris del psiquiatra.
—Ya está. Entiendo por qué lo hiciste. No te culpes más, Lucía. Ahora hay que salir adelante.
—Este era mí problema, no tenía por qué arrastrarte hasta acá. Estaba desesperada, pensé... no, no pensé. Creí cosas tan falsas y estúpidas. Todavía no sé nada de Alicia, me dijeron que está bien, pero todavía no la vi y yo...
—Voy a hablar con ellas, vos tranquilizate.
—Cor, el trato me lo ofreció tu hermano.
Hoffman calló al escuchar esto, se puso de cuclillas para estar frente a Lucía y ella, con la cara repleta de lágrimas, le confesó lo que vio en sus sueños.
—Víctor se apareció y me pidió que te trajera a estas tierras. A cambio, me prometió que iba a encontrar a Alicia y me la iba a devolver. Dijo que solo te quería para darte algo de regalo. El sueño se volvió más complicado cuando mi casa se transformó en un lugar con varios pasillos y todo oscuro, y como si él tuviera la habilidad de teletransportarse o algo por el estilo, apareció frente a mí.
—Son ilusiones... Parece que mi hermano tiene algo que ver con un dios que es capaz de crearlas.
—Nunca voy a olvidar su cara. Sus ojos... Víctor no es el de antes. Las fotografías que me mostraste de él, no se parecen en nada a lo que vi. Me habló como si me conociera de toda una vida, y me dijo que soy la única capaz de convencerte. Por las buenas, o por las malas. Que cada acción valdría la pena para que tu mente descubriera la verdad oculta tras las sombras. No sé qué quiso decir con eso último.
Cornelio pensó un poco. Rebuscó en sus recuerdos algo relacionado a ello, pero no encontró nada.
—Desde aquella vez, no volví a verlo. No sé qué verdad quiere contarme. Será que quiere explicarme como es que todo fue su culpa.
—¿Y si no lo fue? ¿Y si quedó así porque hay algo que él no te contó?
Hubo un largo minuto de silencio. Lucía acarició la mejilla de su compañero y sus dedos danzaron con una calma casi maternal. La familia que habían conformado después de tanto dolor, estaba presente.
—Lo que sea que pase, vas a tener que descubrirlo. No son las formas de venir, y todavía voy a sentir remordimiento. No quiero que me odies...
—Nunca voy a odiarte. Estamos presos de un dolor que nos enredó en estas circunstancias. Voy a descubrir qué es lo que quiere mi hermano, y también voy a cumplir con el Duque. Estoy atado de pies y manos.
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Salmató: La ciudad de los malditos
TerrorMuchos afirman que Salmató no existe, sin embargo, allí está. Oculta, siniestra, latente. Manifestándose en sueños e invitándote a visitarla. Esta es la historia del Dr. Cornelio Hoffman, un psiquiatra que se animará a cruzar el umbral de las pesadi...