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Luego de ese extraño suceso de Alfa y Omega entre las repisas, el moreno volvió con cara de asesino a su puesto detrás del mostrador.

Su mejor amiga fingió que no acababa de dejar el libro donde el moreno lo había puesto antes, ya que estaba husmeando.

- Parece que viste a tu peor enemigo. -.la vio hablar, y se movió para dejarlo pasar a su silla.

- Un Alfa, terco y testarudo. -.respondió tomando asiento.- Cuando llegó parecía odiarme, y ahora me coquetea.

Su mejor amiga soltó una risita y asintió.

- Así pasa, primero son indiferentes y cuando te olfatean un poco se vuelven locos por ti. Alfas, hermano.

- ¿Quieres ir a comer luego de clases? -.le preguntó al pecoso, que asintió suavemente acomodando su cabello.

El resto del castigo de la bajita y la jornada del moreno, la pálida Omega de ojos pequeños se dedicaba a hacerle pequeñitas trenzas y coletitas a las hebras castañas de su mejor amigo que se sentó en el piso para que ella pudiera alcanzarlo, jugando con los hilos sueltos de su pantalón de mezclilla un poco roto.

Si le preguntaran si ese Alfa extranjero tan guapo le gustaba, no se negaría. Le parecía bastante interesante y atractivo, sin dejar de lado el tan sabroso aroma de sus feromonas, pero odiaba que jueguen con él, o sentirlo.

No ha tenido buenas experiencias con Alfas, y aunque no es del tipo de persona que extra romantiza el tiempo, no se deja guiar fácilmente por la primera impresión.

Cuando terminó el día escolar, el Omega más alto se encargó de cerrar la biblioteca cuando ya solo quedaban él y su mejor amiga, para ir a comer como habían predeterminado.

- ¿Viniste en moto hoy? -.preguntó la más bajita.

Recibiendo un sonido afirmativo por parte del más alto, y se agarró del borde del chaleco azúl que éste llevaba para seguirle el paso al estacionamiento de la Universidad mientras charlaban de adónde querían ir. Pensaron en ir a la plaza comercial para subir a uno de los restaurantes de comida rápida en el tercer piso.

Una vez con casco ambos, subieron a la moto color vino tinto del Omega moreno que conducía precavido con su mejor amiga aferrada a su torso.

Se estacionó afuera de la plaza, y al quitarse los cascos los dejaron en la moto dentro de un compartimiento que llevaba a los costados. Entraron a la edificación tomados de la mano como buenos amigos que eran y ya, charlando de los antojos que les llegaban sobre comida o postres, mirando de paso las tiendas de ropa para señalar algo rídiculo o muy bonito.

Subieron al tercer piso por las escaleras eléctricas, algo que compartían ese par de Omegas era la pereza.

Pasaron varias horas en un local de comida asiática, bebiendo algo rico mientras comían y charlaban entre risas, bromas y algunos chismes. La gente a veces los miraba raro por cómo se reían de forma escandalosa cuando el moreno contaba un chiste.

Cuando se hizo tarde volvieron al vehículo de Samuel, quién llevó a Esmeralda hacia su hogar.

- Nos vemos mañana. Haz la tarea Esme, y no comas demasiado helado o se te congelará el cerebro. -.advirtió cuando la pálida bajó de su moto, justo al frente de su casa.

- Sí papá. -.se burló y ambos rieron.

Se despidieron de forma breve y el Omega de pecas siguió su camino hacia su propio hogar, aparcó su motocicleta en la cochera y se bajó dejado su casco en el compartimiento. Luego con las llaves abrió la puerta de su casa y entró para quitarse los zapatos y colocarse unas pantuflas.

Los libros y tu aroma.     {Omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora