— ¡Buenas ta- Ay no. —.la alegría de una Alfa pelirroja que abría la puerta de su casa, desapareció.

— Hola, Lucía. —.el moreno sonrió sin alegría, no le agradaba verla tampoco.

— ¿Qué es lo que quieres ahora, Andrew?

El pelinegro se abrió paso por la casa de la chica, como si fuera su propia casa. Obviamente la pelirroja le seguía detrás quejándose de su intromisión sin permiso.

— Necesito hablarte de algo. —.se sentó en el sofá, mirándola a ella de pie.

— Si es sobre tu puta obsesión con Samuel y sus logros, no quiero escuchar lo que saldrá del culo que tienes por boca. —.se cruzó de brazos firmemente.

— ¿Eso qué carajo significa? —.frunció el ceño, molesto por no ser bienvenido.

— Que hablas pura mierda, eso significa.

— Vete al diablo. —.le lanzó el primer cojín que alcanzó.

La Alfa lo atrapó en el aire y le mostró el dedo del medio, dejando su cojín en otro lado para que ese perro bastardo sin desparasitar lo quiera lanzar en su contra nuevamente, y se sentó en una silla luego de arrastrarla a la debida distancia de ese licántropo fallido.

— ¿Ya me vas a decir qué quieres? Ladra, perro. —.le insistió.

El alto moreno le miró con molestia, se cruzó de piernas entrelazando sus manos sobre sus rodillas.

— Es sobre el Alfa que me gusta.

— Ahí ya empezamos mal. ¿Un Alfa? Bájate de tu nube, Rodriguez. —.lo miró con una expresión de cansancio.

— Es en serio, Lucía. —.se quejó.— Va en mi curso, siempre se sienta al frente y es muy inteligente. —.explicó.

La otra rodó los ojos con frustración, sabía lo que venía.

— ¿Y qué hay con él? Dudo que te haya pelado hasta ahora.

{NOTA: ''Pelado'' en éste contexto se refiere a que le haya dado atención, lo tome en cuenta o le haya dado bola.}

— Quiero conquistarlo. —.habló con firmeza.

La Alfa se echó a reír a carcajadas, sonoras y burlescas, no importaba la mirada asesina que el moreno echaba sobre ella, dijo tal ridiculez que le hizo doler la barriga por la risa.

— ¡Ya basta! Te hablo en serio maldita sea. —.replicó el moreno.

— A-ay... es que, me tomaste por sorpresa. Fue una buena broma. —.se limpió las lágrimas que la risa provocó.

— No es broma.

La otra dejó el chiste de lado, y se sentó firmemente mirándolo a esos ojos asesinos con pestañas cortas.

— Andrew, eres un Delta. ¿Lo recuerdas? Tu especie no debe mezclarse con Alfas. —.advirtió entre cerrando sus ojos.

— Eso no se ha comprobado. —.negó totalmente.

— A ver... Te lo voy a preguntar y quiero que seas directo. —.lo señaló con su dedo, amenazante.— ¿Ese Alfa tiene algo que ver con Samuel?

El moreno pelinegro dejó de mirarla a los ojos, para mirar en dirección a la izquierda evitando que vea la dilatación de sus ojos.

— No. —.espetó con un tono de voz débil y tembloroso.

— Lárgate de mi casa.

— ¿¡Qué!? ¿Por qué? —.la miró de nuevo, alterado.

Ella se levantó, le señaló la salida y lo miró con molestia extrema.

— En primer lugar, nunca te dije que podías pasar, odio tu presencia pero sigues viniendo a contarme tus problemas. En segundo, no voy a escuchar tu mierda nada nueva sobre querer destruir a tu jodido hermano. —.sentenció.

— ¡Él es quien quiere joderme!

— Eres un envidioso de mierda. Fuera. —.le tomó la muñeca y lo arrastró casi hasta la puerta de la casa.

Abrió bruscamente, y lo empujó fuera de su cómodo hogar que tan en paz estaba antes de que ese perro obsesionado llegase.

— Qué mala amiga eres.

— Jódete y no vuelvas a pisar mi jardín, soluciona solo tus problemas y supera tu maldita obsesión por ese Omega, ¡Ya! —.exclamó y azotó la puerta al cerrarla.

El Delta se quedó de pie mirando la puerta color caoba, y luego de renegar comenzó a caminar a su propia casa, era un fastidio tener que lidiar solo con gente que no lo entendía. ¿Obsesionado? ¿Con samuel? ¡Para nada!

Simplemente odiaba el hecho de que, ese mocoso Omega tenga más triunfos que él, lo odia porque Samuel es fértil, es un Omega fuerte capaz de enamorar a un Alfa y darle cachorros en un futuro, como está previsto.

Lo odia porque a diferencia de él, Andrew es todo lo contrario.

Andrew no es fértil, es débil, inestable y su celo irregular le da bruscos cambios de humor llevándolo a sentirse horrible, a diferencia de su hermano y cualquier Alfa, su aroma es asqueroso, asemejándose al vinagre.

Es necio, y se niega a aceptar que su relación con un Alfa es imposible. Deltas y Alfas son enemigos jerárquicos de milenios, ambos rangos son mortalmente negativos entre sí, y él no quiere comprender eso.

Así como tampoco entendió las palabras más directas de Lucía, la Alfa pelirroja de antes. Ella no lo soporta, odia el aroma que tiene y no lo quiere cerca, pero Andrew siempre volvía con ella para quejarse de su hermano aunque siempre lo echan de ahí, sin falta.

Al llegar a casa, entró subiendo directo a su habitación sin avisar que había vuelto, entró a su baño y de inmediato buscó gasas, alcohol y vendas para luego sacarse la camiseta estando frente al espejo.

— Te odio.

Exclamó, mirando la herida no cicatrizada por completo que, viajaba desde su pecho hasta la parte trasera de su cadera y espalda. Fue una herida enorme, dolorosa y que tarda en sanar. Si Samuel hubiera puesto más fuerza y no se hubiera controlado a sí mismo cuando pelearon, Andrew estaría en una camilla de hospital luchando entre vida y muerte.

— Voy a cobrártelo, Samuel. Aunque me tome la vida, verás como tomaré lo que debió ser mío desde siempre.

Espetaba frente el cristal donde se reflejaba, limpiando la herida que tan difícil de procurar es, todo por culpa suya.
No tenía suficiente con ser perfecto a vista de sus padres y amigos, tenía que joderle la vida a ese Delta sin apoyo moral.
Era así, ¿Cierto? Tal vez no.

Los libros y tu aroma.     {Omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora