— ¿Menta con chocolate? —.el Omega no pudo evitar sonreír aunque luchó con toda su voluntad.

— Es mi favorito. Creí que era bueno traer ese porque no sabía cuál prefieres. —.dijo el Alfa.

Obviamente era mentira.

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Una hora y media antes:

— Llévale helado también. —.dijo la Omega de pelo largo mientras anotaba.— A mí no me aceptó la invitación, pero seguro a ti sí.

El pálido más alto frunció el ceño.

— Eres su mejor amiga, ¿no? ¿Por qué a mí no me rechazaría el helado? —.preguntó confundido.

— Porque le gustas.

Las pecosas mejillas del alto se colorearon de carmín.

— N-no digas babosadas. —.desvió el rostro.

— ¿Vas a cuestionar mi sabiduría? Es mi amigo, lo conozco, su aroma cambia cuando le pregunto de ti. Así que cállate, sé más que tú. —.se escudó.

El Alfa suspiró y la miró de nuevo, recibiendo el papel con la dirección.

— ¿Y qué sabor le llevo? —.cuestionó.

Ella se detuvo a pensar.

— Meta con chocolate, lo ama. Pero pocas veces puede conseguirlo por falta de tiempo o dinero. —.respondió.

— Eso es sencillo, es mi favorito también. —.sonrió.

— Entonces úsalo a tu favor. Dile que no sabías que sabor le gusta, y por eso llevaste tu favorito. Creme, es buena idea.

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Es mi favorito también. —.el Omega se puso suavemente sonrojado de nuevo.

— ¡¿De verdad?! Qué sorpresa, no me lo imaginaba. —.sonrió el Alfa.

El ambiente se volvió silencioso, lo único que escuchaban ambos jóvenes era el sonido de las gotas golpeando todo a su paso afuera, cada vez un poco más fuerte. Samuel seguía donde mismo, evitando el contacto visual con el pálido sentado en su cama, lo cual lo ponía más nervioso teniendo en cuenta la cantidad de feromonas que debe haber impregnadas en las sábanas.

— Lamento que ya no puedas trabajar en lo que más te gusta.

El Omega le miró de soslayo, evitando ser descubierto.

— No importa, lo solucionaré. Siempre lo hago. —.respondió fingiendo estar despreocupado.

Cuando lo único que quería era seguir llorando.

— No sabía que vivías con tu padre. —.mencionó el más alto mirando hacia la ventana.

Cada vez más relámpagos, más truenos, más lluvia.

— No es así. Él vino de visita por unos días. —.respondió y se arrepintió enseguida, ¿Por qué le confía ese tipo de información?

El Alfa asintió cuidadosamente, mirándolo de soslayo pudo notar esa expresión de reprimenda en la cara parchada del otro, recargado en el escritorio y emanando un aroma a nervios mezclado con cierta emoción a la vez, era extraño pero exquisito para las fosas nasales del Argentino.

— Son muy parecidos. —.le escuchó decir.

— Nos dicen lo mismo siempre. —.admitió el Omega.— A veces nos confundían, o preguntaban si era su hermano.

Y de nuevo, le confió información privada.

−Tonto Samuel.−

Más silencio, incomodo y eterno silencio. El moreno seguía espiando al pálido en su cama, evitando mirar demasiado obvio, sabía disimular pero no podía evitar mirarlo, era demasiado guapo.

— Lamento casi romperte la mano, no creí que fueras tan tonto como para intentar detener así la puerta.

— Haré como que no escuché que me dijiste tonto, pero descuida, ya se pasará el dolor. —.soltó una ligera carcajada que se le contagió al Omega.

El moreno recorrió la silla de su escritorio y se sentó de frente al pálido, hicieron contacto visual.

Ninguno lo dijo, pero en el interior de sus pechos sus lobos rugían y rasgaban fieramente por unirse, porque ellos no sabían lo que su instinto sí, no veían el hilo rojo unirse entre ambos, no lograban ver lo que era tan obvio a los ojos de cualquiera.

Se escuchó la puerta de la entrada abrirse y cerrarse despues, haciéndolos mirar a la puerta de la habitación como si fuesen a lograr ver a través de ella que el padre de Samuel dejó la casa sola para ellos dos.

— ¿Quieres... escuchar algo de música?

Habló el moreno pecoso, captando de nuevo toda la atención del pálido, que sonrió suavemente para después asentir a su pregunta. Por lo tanto, Samuel se dispuso a conectar su teléfono móvil al estéreo y así poner música agradable para los dos que fuera con el clima del exterior.

Sonaba Stand by me de Joseph Vincent, y Samuel no pudo evitar tararear y menearse en ritmo con la canción.

— Es buena. —.admitió el pálido haciendo al moreno sonreír.

Cuánta felicidad sentían sus lobos ahora, se sentían tan cómodos en compañía del otro que era delirante tal sensación de paz.

El uno para el otro

Los libros y tu aroma.     {Omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora