Eran casi las 3:30 de la madrugada cuando Mauro se acercó a la motocicleta con las intenciones claras, besar a Samuel.

Con una mano se sostuvo del manubrio del vehículo, acercándose peligrosamente al rostro del más bajo con sus labios entre abiertos, no estaba ebrio, Sam tampoco, así que no había modo de olvidar el momento más único del universo entero.

Se habría esperando un rotundo no y un insulto del Omega, pero un 2% de esperanza por un sí se mantuvo y le funcionó, así que no desperdiciaría una oportunidad tan esplendida.

El Omega se mantuvo firme ante la decisión de recibir un beso, por lo que, ansioso, relamió sus brillantes labios en la espera del choque, pero justo cuando sentía la respiración con olor a Fernet del Alfa que le gustaba, su teléfono comenzó a sonar en uno de sus bolsillos.

— Me lleva la... —.Samuel gruñó con fastidio, separándose para sacar su móvil y responder la llamada.— ¿Sí?

Mauro sentía como se le caía el estómago, la madre que lo parió.

— Dale la que está sobre el mueble blanco de la cocina, en un tapper trasparente de tapa... sí, ese. ¿Lo encontraste? —.el Alfa no tenía intención de chismear.

Pero lo hizo.

Si ya estaba ahí, chismear un poco no dañaba a nadie, ¿Cierto?

— Dale, ya casi llego igualmente. Bueno, está bien, te amo también volveré con cuidado. Sale, adiós.

Bueno, quizás el dañado fue él.

''Por chismoso''. Fue lo que pensó.

¿Tu novio? —.preguntó intentando no sonar dolido, pero falló.

— No. —.respondió el Omega, y le tomó del cuello del suéter para obligarlo a volver a su rostro y de una jodida vez estampar sus labios en un beso.

Los ojos del Alfa se abrieron en sorpresa, no esperaba eso, pero no debía esperar menos de un Omega tan poco común como Samuel.

Recibió una mordida en el labio inferior al separar el beso.

— P-pero...

El pálido quedó anonadado, estaba todo bobo y perdido porque fue mejor de lo que imaginaba.

— Debo irme ya, guapo. —.le guiñó un ojo y sacó su casco para ponérselo, luego encendió el vehículo dispuesto a partir.— Visítame en la biblioteca más seguido, ¿Vale?

Y sin poder articular palabra, aún asombrado, Mauro se despidió moviendo su mano de un lado a otro viendo al Omega irse en su motocicleta.

— Eso fue...

De ensueño.

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— Llegué. —.avisó un cansado moreno al entrar en casa, sacándose su pesado abrigo.

— Bienvenido. ¿Quieres que te prepare algo de cenar? —.pregunta su padre bajando las escaleras con la felina en brazos.

— Neh, estoy bien pa, pero gracias. —.sonríe notando la cómoda expresión de su gata.

El mayor, detectó un claro aroma a Alfa superficialmente en el de su hijo, no pudo haber cambiado de rango, es imposible. Así que supuso correctamente, su hijo estuvo con alguien y por eso al atender la llamada sonó fastidiado.

No quiso preguntar, verdaderamente. Su hijo es mayor así que él sabe donde olfatear, no debe preocuparse más que por su bienestar.

Luego de una breve charla, ambos fueron a sus respectivas alcobas para descansar ya que era muy tarde. Samuel no podía evitar la enorme sonrisa surcando sus labios con lunares, ya que recordaba ese suave beso, mientras usaba sus cicatrizadas manos para desvestirse.

Esperaba ansioso por poder repetirlo.

Fue a dormir luego de poner a reproducir su deliciosa música relajante, la lluvia volvió a caer una hora más tarde, dándole un toque muy sabroso a su descanso, cuando dejó de temer a la lluvia, aprendió a disfrutarla mientras dormía.

Rato después, su vieja amiga felina fue a echarse en su cara.

— ¡Paris! ¡Me ahogas!

— ¡Samuel, deja de gritar!

.

Al día siguiente, todo parecía un buen día. Para ser martes, Samuel iba de camino a clases con emoción de trabajar en su amada biblioteca.

El clima frío y mojado por la lluvia nocturna dejaba las calles aromatizadas, amaba el olor del asfalto y la tierra empapados, lo amaba en serio.

Además, no había un rastro de tráfico, todavía mejor.

Un día maravilloso.

Estacionó su motocicleta en el estacionamiento de la escuela para bajar, caminaba con su mochila en un hombro, viéndose radiante con un pantalón negro deportivo, sus botas negras y grandes, una sudadera gris y un bonito gorrito negro mientras caminaba a la biblioteca.

Las puertas automáticas se abrieron frente al Omega, algo no parecía ir bien. Se lo decían las miradas de los estudiantes presentes sobre él, ¿A caso no se acostumbran a su belleza?

— Joven Rodríguez. —.ay no.

Volteo a mirar al mueble de roble donde él recibía a los alumnos.

— ¿Señor Bautista? —.El Beta bibliotecario, nuestro Omega no podía tener una cara más decepcionada ahora.— ¿Cuándo se recuperó?

Esbozó una débil sonrisa alegre, el hombre ya no estaba enfermo, ya no necesitaban al Omega para el trabajo.

— Anoche jovencito, gracias por cubrirme este tiempo, ya no será necesario. —.el viejo le sonrió en agradecimiento.

Samuel, no dijo nada y solo sonrió asintiendo.

Tomó bien los cordones de su mochila, y salió de ahí rumbo a sus clases.

Mientras caminaba algunos alumnos le saludan, y él responde con una leve reverencia de cabeza y sonrisa alegremente despreocupada, llega a su respectiva aula de clases, pronto en poco tiempo, estaría comenzando a estudiar su carrera.

Gastronomía. Porque amaba la cocina, era un verdadero arte que admiró siempre.

A los pocos minutos su mejor amiga apareció sonriente y alegre, gritando al entrar el nombre del Omega mayor y más alto, sacándole una risa a este. Se quedaron juntos charlando y bromeando entre ellos dos, mientras muy en el fondo del moreno, se comenzaba a crear un vacío emocional a grandes escalas.

Cosa, que era imposible de notar con esa bella sonrisa de colmillos en su bonito rostro pecoso.

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/Los libros y tu aroma/

Los libros y tu aroma.     {Omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora