El ambiente poco a poco bajaba de tensión, y comenzaban a sentirse más libres en la habitación.

— Iré por el helado que trajiste, así comemos un poco. —.Samuel habló, levantándose de la silla.

— Déjame ayudarte. —.estaba por seguirle en sus acciones.

Pero el Omega se negó, mirando la mano del Alfa.

— Te vas a lastimar más, no te preocupes que puedo solo. —.le sonrió sin mostrar los dientes, y abandonó la habitación sin prisa.

El pálido Alfa sonrió, qué necio es el moreno.

Samuel por otro lado, bajaba las escaleras con una enorme sonrisa mientras tarareaba, sus labios estirados y curvos hacían subir sus pómulos de forma que sus ojos se cerraban mucho, y eso provocaba que su parche se arrugue un poco.

Pero no importa, el chico que le gusta está en su casa.

Aunque se hayan besado antes, el moreno no fue directo con sus sentimientos, así que aún no le hace saber al pálido lo mucho que le gusta, y todo lo que mueve en su interior desde la otra noche.

Sacó el helado de la nevera y tomó dos tazones pequeños y cucharas, para luego subir lento, despacio y seguro para que nada se le fuera a caer.

Al estar frente a la puerta abierta de su habitación, pudo ver al Alfa parado frente a las repisas de libros, husmeando en lo que el Omega leía con una sonrisa en su rostro.

Entró y dejó todo lo que llevaba, acomodado en su escritorio.

— Chismoso.

— No es verdad, solo soy curioso. —.se giró a mirarlo, tenía el brazo flexionado y pegado a su cuerpo.

Parecía mitad T-Rex.

— Eso dicen los chismosos, Mauro. —.soltó una risita.

Se le contagió al más alto.

— Tienes muchos libros aquí, se nota lo mucho que te gusta leer. —.mencionó mientras veía al Omega servir helado.

— Ratón de biblioteca me dicen. —.susurró un poco, mientras lamía su cuchara.

Ante los ojos marrones del más alto, Samuel se veía hermoso haciendo cualquier cosa.

— Oye, sobre anoche...

— Éste tazón es tuyo, aquí tienes. —.lo recorrió un poco en el escritorio hacia su dirección.

Evitando totalmente que dijera lo que pensaba decir.

— Gracias. —.se acercó a él con la excusa del tazón.— Ahora, sobre anoche...

— Mau... no quiero que hablemos de eso. —.suspiró derrotado, mirándolo desde su estatura.

— Yo quiero, porque necesito honestidad Sam. No estoy dispuesto a ser un juguete. —.dijo en un tono más suave.

El moreno se mordía las mejillas internas, queriendo ser tragado por la tierra. Por el amor a la Luna, que ya lo olvide. Él no quiere olvidarse del beso, porque lo hizo sentir muchas cosas, porque más que un simple beso con alguien que no conoce, fue algo especial. Pero no quiere afrontar lo que siente, aunque ya haya ido a terapia y se haya superado a sí mismo, no sentía estar listo para algo así, no otra vez.

— ¿Quieres saber si también me gustas? —.sonrió sin gracia.— Sí, me gustas. Y anoche el beso no fue solo por querer probar y ya, fue algo... ridículamente especial. —.se recargó en el borde del escritorio.

— Suenas decepcionado por ello.

— No esperes mucho de mí, Mauro. No estoy listo para algo serio, no lo estoy y no sé cuando cambiará. Me gustó, y me gustó tanto que quiero más, pero estoy anclado en un mar de malos y oscuros-

Fue interrumpido por un par de pomposos belfos sobre los suyos.

No se alejó, solo respondió de la misma forma.

— No tienes nada qué pensar. —.susurró al separarse, pero no demasiado.— Comprendo bien lo que dices, Sam. Y yo no tendría problema alguno con esperar a que estés listo. Solo déjame... conocerte más a fondo.

Se separó más para ver el rostro ajeno con más libertad, esperando una respuesta del otro.

— De acuerdo, suena bien... —.se mordió el labio inferior y luego miró al Alfa.

Su Omega no se callaba, aullaba con fuerza dentro suyo rogando más contacto con el Alfa.

Sonrieron ambos ligeramente, y se dedicaron a comer helado juntos sin pensar demasiado, Samuel se saboteaba en ocasiones. Pensar lo dañaba en algunas situaciones donde podrían existir muchos escenarios.

El resto de la lluviosa tarde se quedaron juntos comiendo helado y charlando hasta que éste se terminó, se contaban chistes tontos que los hacían explotar en risas aunque no fueran demasiado elaborados.

Ambos tenían el humor roto.

Luego de comer helado, Samuel lo invitó a ver algo en la tv y Mauro sugirió comer también, recordando que el padre del moreno dijo que éste no había comido nada desde que llegó a casa.

Pero la lluvia no parecía querer parar, y estaba demasiado mojado afuera, por lo que decidió algo.

— Puedo llevarte a tu casa, si gustas.

El pálido intentó negarse, no quería abusar de la hospitalidad del moreno que debía estar cansado, pero con lo terco que es, ya sabemos quién ganó.

El Omega conducía su motocicleta bajo la lluvia, con el Alfa sosteniéndose como podía detrás de él. Le indicaba por donde debía ir para llegar, a veces debía bajar la velocidad para escucharlo a través de los cascos.

Obviamente le prestó su impermeable, pero él se olvidó de buscar uno más.

Cuando llegaron al lugar indicado, Samuel detuvo su vehículo a las afueras de una casa color azul pastel muy bonita, con un jardín extenso y bien cuidado al parecer. El Alfa se bajó del vehículo para de inmediato devolverle el casco y el impermeable, agradeciéndole.

— Ponte eso antes de que te sigas mojando. —.sugirió luego de que se despidieron, y corrió dentro de casa para no empaparse.

Desde la puerta, se despidieron una vez más agitando sus manos.

Sam, sonrió y volvió a casa, obvio no se puso el impermeable y solo lo guardó junto al casco extra, porque era más perezoso que un oso con ese término.

Mauro entró y soltó una fuerte grosería por el susto que se llevó al ver a su madre justo enseguida del pasillo oscuro.

— ¿Quién era ese muchachito que te trajo?

— Mamá no empieces. —.intentó evadir la curiosidad de su progenitora.

— ¿Es guapo bajo el casco? —.lo siguió.

— Déjame ya. —.se quejó yendo a servirse jugo.

— Pero quiero saber de mi futuro yerno.

— ¡Mamá!

Los libros y tu aroma.     {Omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora