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— Disculpa a mi madre por lo de antes, no creí que fuera a preguntarlo tan de repente. —.suspiró de forma nerviosa aquel Alfa pálido, estando en su propia habitación con el Omega curioseando usando su mirada.

— No te preocupes, también me sorprendió pero no es algo grave. —.mencionó mirando a cualquier lado menos en la dirección donde se situaba Mauro.— Debe estar muy entusiasmada de poder pensar en tener nietos.

— Yo supongo...

— Ojalá que su deseo se cumpla. —.habló antes de pensar, jugando con sus delgados falanges. No se había dado cuenta de que lo dijo en voz alta realmente, y sus mejillas le quemaban cuando descubrió la estupidez de sus palabras.

— Samuel. —.habló el Alfa de repente otra vez, logrando obtener la atención del Omega moreno delante suyo. Y cuando este le dio una indicación de que siguiera, Mauro lo hizo.— Quisiera preguntarte, ¿Por qué te gusta tanto leer? —.empezó.— No digo que inmediatamente eso sea malo, sino que es... ¿Raro? Casi nadie a estas alturas ama tener libros a su alrededor si no es para estudiar. —.rascó su nuca en un movimiento nervioso, no sabiendo la necesidad que tenía de aclarar esa duda.

Sabía bien, y notaba también que el Omega era exageradamente inteligente y, que su forma de hablar sobrepasaba los límites de la gramática. Además era desconcertante en cierto punto, hacía al Alfa sentir que no se cultivaba lo suficiente actualmente.

— Está bien si no quieres responder, no debí preguntar. —.continuó cuando vio que Samuel se quedó estático, sin hablar.

Luego de un suspiro tembloroso y pesado, el Omega se sentó en la silla del escritorio sin preguntar si podía y, eventualmente habló.

— Siempre fue como... una capsula de escape para mí. El leer tanto. —.inició su breve explicación.— No tuve mucho a lo que aferrarme cuando tenía problemas, así fue como descubrí un método de salir de la realidad sin sufrir daños colaterales. Y poco a poco, llené mis estantes de libros. Cuando me sentía abrumado, leía para distraerme, y después de la tormenta eso dejó de ser, por mayoría, un escape. Se volvió una pasión irremediable y, un consuelo emocional. —.se atrevió a mirar al Alfa, que le prestaba atención sin ninguna queja.— Lo siento, no venías a escuchar confesiones personales. —.sonrió decepcionado y acongojado a la vez.

Mauro negó de inmediato, intentando sonreír para el Omega pero solo consiguió una mueca de confusión, pues notó que aún le faltaba demasiado por conocer al chico que tenía frente a él.

— Me gustaría escuchar todo lo que tuvieras por decir, Sam. —.la sonrisa en el más bajo se convirtió en mueca.

— No sé si pueda hacerlo del todo. —.suspiró, y miró en todas direcciones con tal de analizar la habitación.— Muy minimalista, me agradan los detalles. —.señaló el acomodo de muebles de color neutro y cortinas.

— No me gusta mucho traer cosas nuevas. —.respondió sinceramente.

Un poco de silencio incómodo hizo que el Alfa se removiera en su lugar, necesitando saber más a fondo de la vida del Omega que no le miraba aún, necesitaba- no, realmente deseaba saberlo todo de él.

— ¿Puedo preguntarte algo?

Samuel por fin volvió su vista al Alfa de cabellos negros y rizados. Asintió encogiéndose de hombros, le era un poquitín más sencillo abrirse si se trataba de responder preguntas y no de comenzarlo él solo.

— ¿Por qué tu hermano te hizo eso? —.soltó la bomba encima suyo.

El Omega frunció el ceño, rogaba no tener que responder pero, lastimosamente para él, ya había aceptado recibir sus preguntas.

Los libros y tu aroma.     {Omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora