La última batalla

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Estaba sentado en una silla, miraba como una pequeña iguana caminaba cerca de mí, mirando a su alrededor, era divertido y entretenido, mientras esperaba a los oficiales que vinieran por mí. Saqué un peque cigarrillo que tenía en mi bolsillo, lo prendí y lo fumé, mientras miraba hipnotizado a la lagartija quieta, atenta a cualquier cosa. Pasarón las horas, y escuché como alguien rompía una rama, alguien se estaba acercando donde estaba yo; la lagartija salió corriendo, desapareciendo por ahí. Yo me escondí en unos escombros, preparado para atacar; tenía un rifle, con balas mata policías, lo que significaba que sus chalecos no iban a servir para nada, mientras yo tenía un chaleco que iba a darme más defensas, ya que conocía sus balas y armas. Los oficiales pasaron por mi lado, pero no me vieron, me confundía con unos escombros, era de noche y eso me daba un poco de ventaja. No disparé de inmediato, aunque podía hacerlo, no lo hice, tenía que esperar que estuvieran solos, desesperados buscándome, cosa que hicieron, dejaron a un oficial solo, y yo aproveché a dispararle, matándolo. Salí de mi escondite y corrí rápidamente hacia el bosque, me escondí detrás de unos árboles, todos se acercaron al oficial muerto, preocupados, vi sus caras, sabían que no iban a ser capaces en sobrevivir. Esta vez no se separaron, habían aprendido, esta vez fueron en grupo de tres y me buscaron. Yo en ese momento sonreí, mis piernas me temblaban, disfrutaba esto, se notaba la desesperación en ellos, sus ojos no me podían ver, y eso es lo que más lo asustaba, sabían que estaba por aquí, y ese miedo me daba ventaja, ventaja que utilicé para eliminarlos. Un grupo se quedó viendo alrededor, buscándome, yo me acerqué poco a poco, sin que me vieran y por la oscuridad, cuando estaba lo suficientemente cerca, me levanté y les disparé rápidamente a los tres en el pecho; no los maté a todos, o no en el momento, ya que uno de ellos levantó su pistola y me disparó en el pecho, por suerte el chaleco hizo su trabajo. El hombre intentó volverme a disparar, pero no tuvo la suficiente fuerza para sostener el arma, así que la soltó; yo caminé lentamente hacia él, mientras miraba a mi alrededor.

- tranquilo, no tienes nada que temer ¿No sabías que los hoyos que te hago son para que respires mejor? – yo le volví a disparar en el pecho, matándolo – nos veremos en el infierno.

Yo recargué mi arma, está vez no me iba a esconder, yo caminé donde estaban varios oficiales, uno de los grupos de tres, yo me escondí en una esquina, esperándolos; los escuchaba correr rápidamente, los disparos los habían alarmado, posiblemente se habían comunicado entre ellos, y al ver que algunos no respondían, fueron rápidamente a ayudarlos. Yo aproveché eso y cuando estaban corriendo preocupados por sus amigos, salí de una esquina, preparado con mi arma, ellos no lo estaban, recuerdo sus caras de sorpresa, de temor, y luego de unos segundos, sus ojos ya no reflejan nada, los tres cayeron en el suelo muertos, o mal heridos. Caminé lentamente hacia ningún lado, me sentía confiado y empecé a silbar, pero eso no quiere decir que bajé la guardia, siempre tuve mi arma en la mano, de hecho, la había cargado otra vez por si acaso. En algún punto, escuché una voz cerca de mí, yo lentamente me acerqué a ellos en silencio, justo antes de llegar donde ellos, me detuve y afiné mi oído, que ya estaba viejo, pero aún funcionaba.

- nadie más responde, estamos solos.

- aun podemos, somos tres contra uno.

- ¡Éramos diez contra uno al inicio! Y aun así perdimos a siete hombres.

- podemos con eso – se escuchó como el hombre recargaba su escopeta – cuando lo vea, lo mato.

No podría saber que tan lejos o cerca estaba esa persona de mí, sabiendo que tiene una escopeta, eso me podía o ayudarme, o joderme, no podía salir así a la loca, ellos estaban atentos a disparar a todo lo que se moviera, entonces lo que hice fue fácil, agarré una granada, ya que yo me tomaba esto muy enserió, la active y se las lancé; primero se escuchó un grito y luego una gran explosión. Yo camine hacia mis víctimas, había pedazos de una persona por el suelo. Otro estaba mal herido, me estaba pidiendo por favor que lo matara y yo le hice caso; levanté el pie y la empecé a pisotear, hasta romper su cabeza.

historias antes de dormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora