Cindy DeForest
Podía sentir sus nervios crispados. Lo suficiente para tener un colapso y echar a perder su arduo trabajo de todo estos años.
Su trabajo no involucraba lazos o sentimientos de por medio y ahora estaba echándolo todo a la borda a causa de una niña.
Enola Holmes era una niña extraña, sí, como ella lo fue. Sempre desafiando las normas sociales de la época. Fuerte y con una voluntad qué sólo puedes ver en líderes pero inusitadamente lo encontrabas en una jovencita de dieciséis años.
Cindy vio potencial, y quiso hacer de ella lo que es ahora. Pero no pudo, o mejor dicho, no quiso hacerlo.
No cuando su propia identidad se mantenía inestable ante las sospechas que sabía se habían posado sobre su nuca y las alarmas amenazaban con sonar.
Y lo menos que pudo hacer cuando su fuerza de voluntad no fue tan fuerte para apartarse de la niña, fue crear una ilusión.
La de mujer con instinto maternal.
Aquella que había despertado ante la situación de la pobre huérfana abandonada a su suerte.
Y sin saberlo, había logrado tapar el sol con un solo dedo en el proceso. O eso creía.
Enola le recordaba una época, era el recuerdo propio de una niña rota y desprotegida. Aunque despertaba cierta nostalgia, Cindy había aprendido a superarlo, recordar aquello como una prueba de que a pesar de todas las adversidades qué la orden social imponía en las mujeres, no necesariamente deberías regirte a ellas. Había más allá que una tabla de lavar y las camisas de tu esposo o mantener la línea de sangre de algún hombre y calentar su cama en el proceso.
Pero todo se iría al caño si Enola Holmes concretaba esa cita con Madam Harrison. Las intenciones de esa mujer no eran impolutas y temía que Enola fuera una de esas niñas inocentes y vulnerables qué entraban a la oficina de la directora desfilando sin saberlo, para luego desaparecer.
Ambas estaban en la entrada de la oficina. Una de las institutrices mantenía la puerta abierta para los recién llegados.
Cuando intentó posarse a su lado una gran mano sujetó su antebrazo en una silenciosa orden.
El aliento caliente barrió sobre su mejilla y oreja.
–¿Por qué no me hace compañía aquí fuera, Señora DeForest?. Creo que nunca hemos tenido el placer de presentarnos adecuadamente.– La perorata fue dicha en voz baja, pasando inadvertido ante el grupo.La mirada de la institutriz en la puerta fue de frío reconocimiento. Una mirada acerada se dirigió en su dirección obligándola a mantener la compostura cuando temía el peor escenario.
–Qué tal si me quita las manos de encima y no vuelva a tocarme y tal vez reconsidere que nuestra charla sea civilizada.– Advierte entre dientes.
El hombre aprieta la mano a su alrededor tratando de intimidarla. Una sonrisa lobuna deslizándose en las costuras de su labio antes de soltarla.
–¿Cindy?– La voz de Enola luce, inexplicablemente firme. Su cabeza inclinada de lado, luciendo adorable.
–Esperaré aquí, sabes que hacer si me necesitas.– Recuerda con una sonrisa apaciguadora. Ignorando a todos allí cuando sabía muy bien que era el foco de atención.
Enola le da una mirada vacilante pero asiente sin más, antes de dar el paso decisivo y desaperecer tras las puertas.
–Tweddia Sullivan,– Llama una voz a su lado cuando la puerta se cierra tras Enola. Haciendo que se erice de pies a cabeza. El mismo aliento barriendo su oreja. –O como la conocen hoy en día, Cindy DeForest...–
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The Warren ᴱⁿᵒˡᵃ ᴴᵒˡᵐᵉˢ
Hayran KurguIr tras sus hermanos fue una mala idea. Creer en sus hermanos fue un error. Esperar a que un fuerte caballero de brillante armadura la rescate del colegio para señoritas, fue ingenuo hasta para Enola Holmes. Pero, ¿Qué sucede cuando la posible solu...