(3) Paciente N. Heridas. Oscuridad

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Llego la hora, ¿cuánto había dormido? Apenas tuvo tiempo de llegar a casa, darse un baño y tomar una siesta antes de tener que volver corriendo al hospital para su turno. Estos cambios de horario eran los peores.

Todo se sentía más oscuro y deprimente en la noche, los pasillos en silencio, sin el bullicio de los pacientes y trabajadores para distraer los pensamientos, con el exterior provocándote escalofríos en la espalda. 

Lust marco su entrada en el tablón de horarios y atravesó la puerta principal para comenzar su trabajo.

Lo primero que vio al cambiarse su uniforme y salir hacia el pasillo fue un guardia vestido de negro. Este sonrió, sus cuencas estaban vacías y no proyectaban nada.

—Debes ser Lust —dijo el guardia.

—¿Reaper? —preguntó Lust, con la voz temblorosa.

—El mismo —dijo Reaper—. Parece que la emoción te llego a los huesos.

Lust se rió, rompiendo la tensión del ambiente, y Reaper abrió su boca en una "o".

—¡Ey, solo mi esposo se ríe de mis chistes! Ya entiendo porque te has hecho su amigo, se nota que eres alguien de cultura.

Después de aquel terrible intercambio y que ambos se sintieran más cómodos el uno con el otro comenzaron a caminar hacia sus respectivos lugares de trabajo.

—Geno me pidió, o más bien, exigió que te ayudara mucho, pero por lo que veo se nota que eres alguien que se maneja bastante bien —comentó Reaper mientras abría las puertas y permitía que Lust pasara primero.

Era tan agradable no tener que atravesar todos estos pasillos tenebrosos totalmente solo. Gracias, Geno, pensó Lust.

—Me lo imagino, se preocupa demasiado —dijo.

—Lo sé, pero así es él y así lo amo. En todo caso, sabes que puedes acudir a mi si necesitas ayuda.

Llegaron al ala de media seguridad. Lust sintió un nudo en su estomago al regresar al lugar donde ocurrió el incidente. Quería saber como se encontraba Dust, ¿se habría recuperado bien? Ahora debería estar dormido y a nadie le llamaría la atención si solo se pasaba a echar un vistazo.

Reaper se fue a hacer su trabajo y Lust al suyo. Primero organizo los medicamentos en la enfermería dedicada a media seguridad según el inventario, después limpio un poco el lugar y se aseguró de que el carrito rojo de emergencia tuviera todo lo necesario.

Sus manos temblaban. Había estado días pensando en ese chico y en como estaría. Aunque Geno le hubiera advertido, le hubiera contado la verdad detrás de esa figura misteriosa y lo peligroso que podía ser; ver sus ojos apagarse mientras varios guardias se le ponían encima todavía estremecía a Lust. Se había visto tan pequeño y tan frágil.

Solo quería comprobar su salud, sería un momento y ya, pensó, tratando de convencerse.

Con el número de habitación de Dust en mente salió de la enfermería y se encaminó entre los silenciosos pasillos. La noche se sentía tan tranquila que era antinatural, no había sonido de grillos, ni del viento, ni siquiera escuchaba las respiraciones de los pacientes dormidos. Solo se sentía el eco de sus cortos pasos. 

Le tomo al menos cinco minutos encontrar la habitación que necesitaba.

Lust se asomó por la ventana, que era un poco alta, obligándolo a ponerse de puntillas, y no vio a nadie en la cama. Todo parecía perfectamente vacío.

¿Lo habían cambiado de habitación? ¿Se había confundido de número? No podía ser, no había podido sacarlo de su cabeza desde que lo leyó en el archivo, ¿tendría que preguntarle a Geno? Pero eso sería tan sospechoso, sabría que no se lo había podido sacar de la cabeza, y si...

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