(8.5) Cenizas

70 17 6
                                    

Hacía frio, siempre hacía frio.

Mamá estaba tirada en la cama, siempre lo estaba.

Papá estaba afuera, siempre...

De su pequeña boquita salía un poco de vapor que chocaba contra la ventana. Afuera se podía ver la nieve que se acumulaba en el jardín. 

Su pequeño cuerpo estaba cubierto por una sudadera que le quedaba demasiado grande y estaba demasiado desgastada, pero cubría buen bien todas las marcas de heridas y moretones, o de las quemaduras de cigarro que papá dejaba en él. Su sudadera con capucha lo hacía sentir seguro, protegido. 

Cuando las cosas iban mal y papá y mamá discutían, solo tenía que cubrirse con su capucha y meterse debajo de la cama. Su hermano Papy decía que él era fuerte, pero no era verdad.

El trataba de serlo, pero nunca funcionaba, si defendía a mamá se llevaría los golpes, ¿y después qué? Mamá jamás dejaría a papá.

Mamá era igual que papá.

Su estomago comenzó a gruñir y a retorcerse. Quizás podría cazar una rata. Su estomago dolía cada que las comía, pero no había nada más en casa que cigarros y botellas de cerveza. Mamá y papá salían a menudo, pero jamás traían comida.

Tenía que alimentar Papy con las sobras de pan.

(...)

Su estomago dolía, pero no de hambre. Mamá y papá otra vez habían discutido. Otra vez trato de defenderla. Papá lo pateo en su vientre y pecho, sus costillas dolían. 

(...)

Escucho a papá encender un cigarrillo mientras estaba escondido debajo del sofá. Robaría un poco de su aperitivo cuando se quedara dormido, siempre lo hacía después de beber.

El cigarro de papá cayo al suelo y las cenizas se esparcieron por la alfombra. Observo su brillo, siempre se le había hecho bonito cuando las cosas brillaban. El fuego era algo genial, podía hacer desaparecer cualquier cosa.

Ojala desapareciera a su familia.

(...)

Papá no se movía. Mamá estaba llorando mientras sostenía el cuchillo. El liquido rojo salía del cuerpo de papá y manchaba toda la cama. 

Mamá los miro a él y a Papy, que miraban desde el marco de la puerta. Ella sonrió, jamás la había visto tan feliz y tan bonita.

—Vengan acá, mis amores. Papá ya no volverá a salir de casa con ninguna puta.

Papy corrió rápidamente hacia ella, pero él no, él se quedo. Ella lo ignoro mientras abrazaba a su pequeño hermano por el cuello.

(...)

—¿Papy? ¡Papy!

Papy no contestaba, su cuerpo estaba tan frío. Después del abrazo de mamá, él ya no se había movido de la cama.

Mamá estaba en una esquina de la habitación, todavía con un cuchillo en su mano, pero no le había hecho nada a su hermano, ¿no? En él no había sangre.

—Lo siento tanto —decía ella. —Todo es mi culpa...

(...)

Él no sabía como o por que, él no entendía muchas cosas, no sabía porque papá lo golpeaba, diciendo que quería matarlo, o porque mamá dijo que ellos habían arruinado su vida.

Él solo quería jugar con su hermano, pero ya no podría hacerlo más.

Mamá se había acostado junto a papá después de tomar varios dulces blancos y beber de las botellas de papá, desde entonces no se había movido.

Tenía tanta hambre. Se sentía furioso, ¿por qué todos estaban durmiendo? ¿Por qué lo hicieron sin él? 

Papy ya no quería jugar con él.

Los odiaba a todos. 

Tenía frio.

(...)

Comenzó a hacer calor después de que encendió la llama y la dejo caer al suelo alfombrado. La casa de madera rápidamente comenzó a ser consumida, junto a ella la basura, los olores y los recuerdos. 

Todo estaba siendo consumido y él se sintió bien. Era como si un peso fuera liberado de sus hombros.

Había sacado a Papy porque, aunque él durmiera, no quería que fuera consumido, quería que despertara y jugara con él, quizás lo hiciera después de que todo lo malo hubiera desaparecido, ¿verdad?

También se llevo el cuchillo de mamá, porque era algo de ella y de papá. Un trocito de ambos. 

(...)

Papy despertó. Estaba a su lado, sin decir nada, pero eso no importaba, ahora siempre estarían juntos.

De su casa solo quedaron cenizas, las cuales cubrieron su cuerpo y su ropa.

Sonrió, mami y papi se habían ido, ya no habría más golpes, ni más dolor, solo él y Papyrus.

Para siempre.

Nuestro Extraño DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora