|El palacio rosa|
Caroline
Varios camiones con nuestras pertenencias llegaban a nuestro nuevo hogar llamado "el palacio rosa", ubicada en oregón.
Se trataba de una casa visiblemente vieja, desteñida y aburrida, totalmente rodeada de árboles viejos y pelados. Prácticamente dividida en departamentos.
Thomas pensó que necesitábamos otro ambiente, pues se aburrió de la vida en Detroit - Michigan, no quería estar cerca de la ciudad. Pero esa no fue la única razón, el rubio había encontrado un "buen" trabajo en Oregón, pues aquí le prometieron que ganaría un poco más de salario que en el anterior. Y el Palacio rosa fue nuestra única opción.
Y ahí estaba yo, parada en un rincón del lugar mientras varios trabajadores metían nuestras cajas dentro de mi nueva vivienda, me asomé en el pequeño barandal y logré divisar a un gato negro mirándome fijamente. Lo observé por unos segundos hasta que una voz interrumpió mis pensamientos.
- Disculpe, señorita, ya está todo listo. -dijo un señor a un lado mío.
- ¿Mi esposo le dio propina? -pregunté sin ganas.
- No, señorita. -dijo él.
Saqué una moneda de mi bolsillo y se la entregué, sonreí y entré a casa dejando al señor con algo de decepción.
Entré a mi nuevo hogar y empecé a buscar a Thomas.
Me acerqué al lugar que parecía ser su nueva oficina. Abrí la puerta, y ahí estaba él. Escribiendo en su computadora, el sonido de las teclas sonaba por todo el pequeño espacio. Me acerqué lentamente a él y me senté en una silla cerca.Traté de entablar una conversación con él. Pues somos una pareja de casados, pero él está más enfocado en su trabajo que en mí.
Thomas pasa muy ocupado, no hay tiempo para los dos, solo le importa su trabajo, pues no sería así si yo estuviera ayudando en la parte laboral, él problema es que el rubio no me dejaba trabajar, dice que es mejor que me quede en casa y no me preocupe de ello.
He tratado de convencerlo pero todo es en vano.- Thomas, esto no puede seguir así, debo ayudarte con el trabajo.
- Te he dicho que tu lugar es aquí, no quiero que te preocupes en este tema, yo puedo hacerme cargo sólo. -dijo el rubio escribiendo en su computadora.
- Ya lo sé, pero pasas siempre así, con la computadora en mano, escribiendo y escribiendo, ni siquiera te tomas el tiempo de verme cuando te hablo. - levanto ligeramente mi tono de voz.
- Ya...- Thomas levanta su vista y deja de escribir por un momento- lo siento, nena. Sólo que hemos tenido esta discusión muchas veces, no quiero que trabajes, entiéndelo de una vez.
- Pero -iba a reprocharle hasta que me interrumpe.
- Pero nada, mejor ve y desempaca tus cosas, también deberías darte una vuelta por la casa y conocerla mejor, así te distraes un poco, yo tardaré en hacer esto. -dijo el rubio ya cansado de la situación.
Me levanto enojada y salgo de la habitación llena de cajas en la que se encontraba mi esposo.
Salgo por los silencios pasillos, y subo las escaleras hasta llegar a la que sería nuestra habitación.
- Maldito, Thomas. -doy un portazo y empiezo a desempacar las maletas aún con furia.
Me canso de doblar las camisas, y pienso rápidamente en hacer otra cosa.
Me giro y veo un montón de cajas al rededor, me acerco y empiezo a revisar que hay en cada una, saco algunos objetos hasta que se cae algo de mis manos por accidente.Me agacho y empiezo a buscar el pequeño objeto, lo encuentro pero me doy cuenta de algo, entre el montón de cajas veo una pequeña cabellera azul, me acerco y la tomo con cuidado. Se trata de una muñeca exactamente parecida a mí.
Era como yo en pequeña, lo que llamaba mi atención eran sus ojos de botón, pero lo más raro de todo es que ¿cómo había llegado ahí? ¿tal vez era una sorpresa de Thomas para mí?
Pues Thomas sabe lo mucho que me gustan las muñecas, tenía algunas coleccionables, me parecían adorables, y el hecho de tener una igual a mí, era increíble. Más si era un regalo por parte de mi esposo.
Salgo de la habitación con la pequeña muñeca, bajo las escaleras y llego hasta la "oficina" en la que se encuentra Thomas.
Toco la puerta, espero unos segundos pero nadie responde, abro con cuidado y asomo mi cabeza para ver con claridad.
- ¿Tommy? -susurro.
- Espera un momento, nena. -se encontraba en llamada con su jefe de trabajo mientras tenía su vista en mí.
- ¿Está todo bien? -vuelvo a decir susurrando, controlando mi emoción por darle las gracias de haberme regalado una muñeca parecida a mí.
Thomas alza su mano en señal de que espere, a lo que yo asiento esperando a que termine su llamada.
Él rubio da por finalizada su llamada, tenía una cara de preocupación, seguía sentado en su silla giratoria, a lo que yo entré por completo a la habitación escondiendo la muñeca detrás de mi espalda.
- ¿Me dirás qué fue lo que pasó? -dije mordiendome el labio inferior.
- Tendré que irme por unas semanas, nena... mi jefe quiere que lo acompañe a un viaje de trabajo. - contestó el rubio.
- Thomas, acabamos de llegar ¿qué se supone que haga aquí sola? -dije un poco estresada.
- Ya lo sé, pero no es decisión mía, me iré en estos días. Volveré en un par de semanas, prometo pasar tiempo contigo todo lo que nos queda ¿está bien? -dijo el rubio levantándose de su asiento.
- ¿Me lo prometes? -dije acercándome a él, aún con la muñeca a mis espaldas.
- Te lo prometo. - corta la distancia, dejando un corto beso en mis labios.
- Está bien. -me sonríe.- Ah, y mira lo que encontré. -le muestro la muñeca con ojos de botón que tuve escondida detrás de mi espalda.
- ¿Y eso? ¿De dónde lo sacaste? -Dice el rubio desconcertado.
- No te hagas el desentendido, ya lo sé todo, es un regalo de tu parte ¿cierto? -digo emocionada.
- Tontita, creo que estás confundida, yo no te he regalado eso. - dijo Thomas sin entender.- pero debo decir que es muy parecida a ti ¿de dónde habrá salido?
- Thomas, no me agradan estas bromas, si no fuiste tú entonces quién... -me veo interrumpida por el celular de Thomas que empieza a sonar a lo que él deja de escucharme y responde rápidamente.
Sale de la oficina dejándome totalmente sola y en silencio, a lo que yo sigo pensando en lo que acaba de suceder. No entendía absolutamente nada. Un par de preguntas rondaban en mi cabeza.
¿Cómo había llegado esa muñeca hasta ahí?
¿Quién la había hecho?
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Primer cap
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Black bottons. | Thomas Brodie-Sangster
Fantasia› Caroline y Thomas, una pareja de casados llegan directo a su trampa. El palacio rosa. Al mudarse a su nuevo hogar, ella descubre una pequeña puerta escondida en su casa. Cansada de intentar llamar la atención de su esposo constantemente, encuentra...