El mundo esconde cosas inimaginables, nada nunca es lo que parece. Y en algún momento todos tomarán consciencia sobre eso, junto a las desiciones tomadas. Cuando pensamos que algo es seguro, todo de la nada cambia, resultando que nada está asegurado...
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- ¿Segura que estarás bien? - Le preguntó el cenizo, pues pensaba ir a su casa ese fin de semana antes del festival deportivo. Ella se encontraba en la puerta del cuarto de él, con un camisón del cenizo, para Bakugo, aún no se veía bien a pesar de que sólo había pasado unos cuantos días, y no la culpaba por eso.
- Repíteme, ¿porque no irás con tus padres? - Le volvió a preguntar, ella rodó los ojos.
- Porque no tengo dinero para el transporte y aún si lo tuviese... no iría con ellos. - El cenizo volvió a asentir de manera lenta, mirándola seriamente. Se maldijo internamente por sentirse tan jodidamente blando ante ella, que procedió a hacer algo que realmente no quería hacer ni de chiste, pero como la odiaba por... tzzz porque era ella... aunque no la odiaba, odiaba otras cosas... por culpa de ella.
- Haz un bulto con tus cosas, pero para ya. - Ella frunció el ceño con molestia.
- No iré con ellos, Bakugo...
- No irás con ellos, te irás conmigo, así que muévete antes de que me arrepienta. - Dijo entrando a su habitación nuevamente, ella lo miró atónita.
- ¿Qué? - Preguntó la castaña mientras cerraba la puerta y caminaba hacia el cenizo que recién se sentaba en su cama, mirándola.
- Ve, busca tus cosas, Cara redonda, me esperan afuera, y no quiero dejarte aquí sola. - Ella sonrió por la ternura que le transmitió, se acercó más a él para ponerse entre las piernas de él y darle un casto beso en sus labios para después juntar su frente con la de él.
- Gracias, pero no quiero causarles molestias a tus padres...
- No los causarás, porque yo hago lo que me da la puta gana y ellos no me detendrán, y... podrías conocer a mis padres. - Dijo sonrojándose levemente mientras desviaba la mirada y chasqueaba la lengua, avergonzado. La castaña sonrió ilusionada, asintió y salió de la habitación de él para buscar algunas mudas de ropa. Él se imaginaba las caras estupidas que haría su madre y su padre, los comentarios absurdos de la vieja y todo el drama que harían, aún así no quería dejarla sola en ese lugar, donde quien sabe que podría hacer.
Esperó unos minutos, y ella ya estaba lista, se había cambiado, tenía una camisa corta de tirantes blanca, unos pantalones de mezclilla y una chalequito tejido azul claro con fresas dibujadas, se veía linda a los ojos del cenizo, lo que hizo que reflexionara de su vestimenta. El simplemente vestía de negro, rodó sus ojos al él analizar lo que estaba pensado, estaba más que bien así, no tenía porque preocuparse cómo podría verlo ella. Se maldijo al sentirse tan enfermo por ella, era una maldita enfermedad, ¿cierto?
- ¿Nos vamos, Bakugo? - Él asintió y salió de la habitación junto con ella, cerró la puerta con llave y por fin ambos se fueron.
El carro de blanco de su padre se encontraba exactamente frente a la academia, Bakugo caminaba frente a la castaña con sus manos dentro de sus bolsillos. Masaru salió de su auto con una gran sonrisa, al ver a su hijo, sonrisa que desapareció al ver a la castaña detrás de él, ahora se le había formado una sonrisa de confusión, mas no de desagrado. Katsuki, rodó los ojos y chasqueó al no gustarle la situación en la que estaba.