treinta

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Tom sonrió ante la declaración de ella, volviendo a juntar los labios en un cálido beso. Sintiendo sus labios de la forma mas bonita. Como ella, su bonita Rosella.

-Tom...- ella hablo bajo. El en un acto de reflejo se acerco a sus labios, queriendo que ese beso no terminara nunca. El acariciaba su cintura, llegando a sus caderas. La leía con sus manos, recorriendo su hermosa silueta. -Tengo muchísimo frio...- Noto como ella temblaba levemente.

-Aun tenemos que ir a la famosa acampada que se te ocurrió...- él sonreía, aun acariciándola. - Si dejas plantado a Bill, te odiara y no te hablara por días. -

-Si, lo sé...- bufó molesta. Acaricio la nuca de él, sus manos estaban heladas. - Vamos, entonces. -

-Podría llevarte al hotel, y seguir admirando esa lencería...- ella se sonrojo ante el recuerdo de hace unas horas atrás.

-Eso no volverá a pasar. - el hizo un puchero, haciéndola sonreír.

-Si que pasara. - apretó su cintura con sutileza. - Y cuento las horas para que pase. -

-¿Por qué siempre llevas un momento lindo a lo sexual? - Ella pregunto con curiosidad, notando como él se prendía ante tan solo un roce de su piel. El se limitaba a sonreír. Alzo los hombros, mostrando que no tenía respuesta para eso.

-Es que...- paso su refinada nariz por su cuello, aspirando no solo su riquísimo perfume que tanto le gustaba, también el olor de su piel. -Tienes un no sé qué...- subió hasta llegar a su oreja, dejando un corto beso ahí. -Que me vuelve completamente loco. - Ella cerraba los ojos ante el tacto de él.

-Aléjate. - Ella hablo con nerviosismo. Tratando de alejarlo con sutileza.

-Ambos sabemos que no quieres eso. - Tom sabía lo que provocaba, lo sabia a la perfección. Lo notaba en la respiración de ella; desde que eran adolescentes el hacia que ella no logre controlar su forma de respirar, notaba el nerviosismo y eso le encantaba. Le encantaba saber que, a pesar de todos estos años, aun la ponía de esa manera.

Ella relamió sus labios, deseándolo. Deseando que la bese, que la toque. Que le haga el amor como tan solo él sabía hacerlo. Queriendo que de una vez la haga suya.

El chico llevo uno de sus pulgares hacia la boca de ella, delineándolos con la yema de este último.

-Adoro tu boca...- aún seguía tocándola, ella limitaba a verlo. Él aun tenia su mirada en los labios de Rosella, cada beso sabía como el de la primera vez.

Un sonido corto con la tensión del momento, haciendo que se separen lentamente.

-¿Hola? - habló Rosella una vez que acepto la llamada. -Sí, ya estamos en camino. - ella asentía con la cabeza. - ¡No te dejare plantado, Bill! ¡Cálmate! - reía. El chico aun la sostenia por la cintura, escuchándola atentamente. -En un rato los veo. - finalmente, corto.

-¿Tenemos que ir? - el bufó.

-Tardaron muchísimo en encontrar un lugar apartado para poder acampar, si no vamos. Es probable que nos odien. - Ella lo hizo reír.

-En parte tienes razón. - acaricio su mejilla, atontado al ver sus preciosos ojos. - Miraría el precioso color de tus ojos una vida entera...- Ella ladeo su cabeza, con una sonrisa.

-Te amo. - Las luces verdes no eran lo único que reflejaban una bonita luz, el brillo de los ojos del chico se hizo mas fuerte al escuchar esas palabras salir de la boca de su enamorada. Se sentía tan bonita la sensación del amor.

-Yo lo hago aún más. - Ella sonrió mostrando sus dientes, cerrando sus ojos. -

-¿Vamos? - el se limito a asentir con la cabeza.

𝗕𝗨𝗥𝗟𝗘𝗦𝗤𝗨𝗘 | 𝒕𝒐𝒎 𝒌𝒂𝒖𝒍𝒊𝒕𝒛.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora