Capítulo 31: La ira que guardamos

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Mantle, la ciudad a la sombra de la capital del reino. Sus ciudadanos estaban acostumbrados al frío y a la sombra que producía la enorme ciudad flotante, habían logrado llevar adelante sus vidas pese a tener menos recursos. Pero acostumbrarse y estar satisfecho no era lo mismo. Siguiendo ese sueño de un futuro mejor, Mantle daba lugar a actividad que luchaban y protestaban con todo lo que tenían. La más famosa era sin duda Robyn Hill, líder de las Happy Huntresses y aspirante a un asiento en el Consejo. Pero como ella, había otros que no eran tan importantes pese a su esfuerzo.

Emert Root era una persona normal. Trabajaba en una librería, no era lujoso ni pagaban bien, pero era su librería. Le gustaba ver a los jóvenes entrar y llevarse libros o incluso leer ahí mismo, alimentar su cerebro. Una juventud que supiera leer podría jugar mejor sus cartas de cara al futuro, crecerían para ser más avispados y creativos. Pero mientras, los adultos cómo él se encargaban de reclamar lo que era justo. Y fue por eso que ahora estaba en la situación actual.

Emert había participado en una manifestación contra Ironwood y el bloqueo al que había sometido el reino, no estaban preparados para ser autosuficientes sin comerciar con los otros reinos, y ya estaba afectando a partes de Mantle. Y en lugar de salir él a pedir calma, salió Winter Schnee, su mano derecha. Podía recordar cómo la ira se acumulaba en su alma, propagándose al resto de la multitud. Y entonces fue cuando lo hizo. Agarró un pedrusco del suelo y se lo lanzó. No le hizo daño, por supuesto, la mano derecha del general tenía su aura desplegada. Pero eso no evitó la carga policial.

Antes de darse cuenta, tenía a varios agentes del ejército encima, intentando detenerle. Sin embargo, no fue inmediato, puesto que una voz cuyo rostro no alcanzó a ver intervino.

– ¡Soltadle putos maderos! – el hombre desconocido le dio un puñetazo a un militar de Atlas. La sensación de victoria no duró mucho, puesto que entre más agente lo redujeron y apresaron junto a él.

Dispersando al resto de la manifestación, los agentes se llevaron a Emert y al desconocido a un vehículo policial. Una vez dentro, Emert suspiró, aún enfadado. Sin embargo, pese a la ira que sentía, no sé había olvidado de su nuevo conocido.

– Gracias por intentarlo. – dijo mientras se giraba hacia él. – ¿Cómo te llamas?

– Barney. Barney Blank. – contestó el hombre. Este tenía un pelo negro y corto, con una barba recortada que presentaba algunas canas y unos intensos ojos marrones. – Y no es nada, de verdad. Joder, no pueden simplemente detenerte por esto. Era una cazadora y encima iba provocando a las masas. Ella podría habernos destrozado a diez de nosotros.

– No, pero no ha estado bien. – dijo Emert. – No sé qué me ha pasado.

– Pues que estabas hasta las narices, eso ha pasado. – Barney se reclinó en su asiento, escuchando el traqueteo de la aeronave. – Me dedico a la metalurgia. ¿Y tú?

– Librero. – contestó Emert, ajustándose sus gafas redondas.

– ¿Librero? Suena interesante, pacífico.

– Bueno, eso es porque no has tenido que tratar con padres quejicas. – comentó con una risa. – Pero sí, es un buen trabajo.

– ¿Y haces mucho esto de lanzarle piedras a una Schnee? – comentó Barney, arrancándole una pequeña risa a Emert.

– No, pero sí que suelo ir a manifestaciones. Incluso he organizado alguna que otra.

– Joder, es impresionante. Supongo que tú voto en las próximas elecciones está claro entonces.

– Por supuesto. Conozco a Robyn desde que empezó con el activismo, si alguien puede cambiar las cosas para Mantle es ella.

– Claro que sí. – Barney se reclinó en el asiento, mirando por la ventana. – Oye mira, parece que no vamos a la cárcel.

Hellblazer: Grimm ExorcistDonde viven las historias. Descúbrelo ahora