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Los días que quedaban para la primera prueba del torneo pasaron veloces, casi desapercibidos por todos los estudiantes.

El día acordado para dar por iniciadas las pruebas del Torneo de los Tres Magos llegó entre celebraciones y ánimos. Las clases de ese día se habían cancelado, todo para que la prueba pertinente pudiera realizarse.

Durante el desayuno, los alumnos, profesores y fantasmas aprovechaban para darle ánimos y esperanzas a sus campeones favoritos.

Apenas se podía ver a Cedric Diggory y Viktor Krum debido a la cantidad de personas que los rodeaban, deseándoles la mejor de las suertes en su camino hacia la gloria eterna. Por otro lado, Fleur apenas recibía ánimos por parte de la gente de su escuela. Solamente los estudiantes de los otros dos colegios, mayoritariamente hombres, se acercaban a la rubia para brindarle el aliento que necesitaría para superar el día.

Esa jornada, Erin desayunó en la mesa de Gryffindor. Nada más entrar al gran comedor, divisó a Harry mordiéndose la piel alrededor de sus uñas con inquietud. Su mirada nerviosa analizaba el lugar. Desde la distancia, la rubia pudo distinguir sus ojos cansados y el evidente aura de estrés que le rodeaba.

Hermione hablaba con él y parecía preocupada. La cantidad de libros amontonados entre los platos y cálices, llenos de zumo de calabaza, daban a entender que le estaba dando una pequeña charla a Harry sobre los hechizos y conjuros que podrían serle útiles para salir bien parado en la primera prueba del famoso torneo.

Ron estaba sentado en la otra punta de la mesa, mirando de reojo cómo Hermione y Harry conversaban. Erin supuso que los nervios debían estar carcomiéndolo, ya que apenas tocaba el plato de salchichas que se había servido para desayunar.

-¿Estás listo, Harry? -Erin se sentó frente a él, al lado de Ginny.

Al igual que la mayoría de los alumnos del colegio, Erin se había pintado la cara acorde con el campeón al que apoyaba. Unas líneas rojas y amarillas decoraban sus mejillas, dando a entender que sus ánimos iban hacia el campeón de Gryffindor.

-No mucho, la verdad. No he dormido en toda la noche. -Erin frunció ligeramente el ceño al ver cómo Harry no apartaba la vista de su cáliz. Podía percibir que se sentía distante de todos los que allí se encontraban, y por eso mismo quiso animarlo un poco.

-¡No te preocupes, hombre! No es como si fueras a enfrentarte a un dragón. -Erin sonrió mientras servía unos gofres en su plato dorado, pero dejó de hacerlo de inmediato cuando Harry y Hermione la miraron fijamente.

Sus rostros se volvieron más serios de lo que ya estaban cuando la rubia se sentó en la mesa. Hermione dejó de ojear las páginas de su libro de conjuros, y el tono de piel de Harry se volvió diez veces más pálido. Su mirada reflejaba terror.

Erin sacó sus propias conclusiones en ese mismo momento.

-¿No te irás a enfrentar a un dragón, no?

-¡Pero qué tonterías dices, Erin! -De repente, Hermione soltó una carcajada forzada. Cerró de golpe el pesado libro que leía, haciendo que Erin diera un pequeño brinco por el susto causado por el ruido que produjo. -¿Un dragón? ¡Anda ya! ¿Verdad que es una tontería, Harry?

Hermione le dio una patada, no muy disimulada, por debajo de la mesa a su mejor amigo.

-Sí... Una tontería.

Sus palabras no convencieron del todo a Erin, pero al ver el evidente estrés que Hermione y Harry tenían encima, decidió creer lo que le dijeron. La rubia sonrió y asintió ligeramente.

-Es cierto, es una tontería.

De golpe, la profesora McGonagall entró al Gran Comedor. Con paso veloz y haciendo resonar sus tacones sobre el suelo de piedra, se acercó a Harry. Parecía preocupada por el joven.

Unknown [Fred Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora