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Como Erin había acordado, llegó a las puertas del castillo diez minutos más tarde. Fred, Alex y George la esperaban pacientes, apoyados en una de las robustas paredes de piedra.

El trío miró a la rubia extrañado en cuanto se dieron cuenta de que había llegado con los brazos cargados de botellas de cristal. Erin caminaba mirando al suelo, posando sus pies sobre el suelo irregular con cuidado para no tropezar y tirar las botellas al suelo.

-¿Qué llevas allí? -Preguntó Alex una vez Erin llegó a su lado, agarrando una de las botellas y mirando curiosa la etiqueta.

-Whisky puro de Malta. Los abraxan que tiran de nuestro carruaje se alimentan únicamente de esto. No quería llegar a la fiesta con las manos vacías.

Con una sonrisa, repartió las botellas entre Alex y los gemelos, quienes la miraban con una mezcla de sorpresa y orgullo. A primera vista, Erin no parecía una chica muy fiestera.

-Gracias, mademoiselle. -Dijo Fred una vez que Erin le dio una de las botellas, con un acento francés tan malo que a Erin le costó descifrar lo que quería decir.

-De rien, monsieur. -Contestó, y rió ligeramente al ver la cara de confusión de Fred. Supuso que no había entendido lo que quería decir.

Con los brazos bien cargados de alcohol, los gemelos, Alex y Erin caminaron por los oscuros pasillos del colegio.

El trío de amigos caminaba con destreza entre los recovecos del castillo, sin molestarse en iluminar el camino. Erin los seguía desde atrás, pisando con cuidado e intentando no chocarse con ninguna pared. Hogwarts por la noche estaba tan oscuro que apenas podía ver lo que tenía justo frente a ella.

Fred, George y Alex reían y hablaban en voz alta, sin preocuparse por ser discretos. No les importaba despertar a los cuadros ni ser descubiertos por algún profesor del colegio. Parecían acostumbrados a merodear por la noche entre los muros de la escuela, sabían lo que hacían.

El terror de chocarse con alguna pared que se apoderaba de Erin cambió, de golpe, cuando empezaron a subir las escaleras para llegar a la sala común de Gryffindor. La rubia odiaba lo impredecibles que eran las escaleras del castillo, siempre cambiando de posición sin previo aviso.

-¿Nunca nadie se ha caído por estas escaleras? -Murmuró para sí misma, agarrándose a la barandilla con fuerza al notar cómo estas empezaban a rotar. Aún así, Erin no soltó la botella que llevaba.

-El año pasado se cayó un niño de segundo. No fue muy grave, solo un par de huesos rotos.

-Eso me alivia mucho. -Dijo sarcástica, aferrándose con más fuerza a la barandilla.

Cuando las escaleras por fin decidieron dejar de girar, tuvieron la suerte de quedar justo frente a la sala común de la casa del león. Un gran cuadro resguardaba la entrada, en el que se podía apreciar a una mujer gorda vestida con un ostentoso vestido rosa y con cara de pocos amigos.

-¡No tenéis ni idea del alboroto que hay montado ahí dentro! -Gritó nada más ver cómo Fred y George se acercaban a ella. Erin frunció el ceño, extrañada. No escuchaba ningún ruido proveniente de detrás del cuadro.

-Luces de hadas. -Dijeron ambos a la vez, ignorando la regañina de la mujer. Erin supuso que esa debía ser la contraseña.

-¡Siempre es lo mismo con vosotros dos! ¡Armáis un escándalo siempre que podéis, sin pensar en si los demás tenemos que dormir! -Su voz era chillona y aguda, y gesticulaba de forma exagerada. Erin entrecerró los ojos molesta al escuchar los gritos de la señora.

-Luces de hadas. -Repitieron Fred y George, para nada afectados por las protestas de la pobre mujer.

Rechistando y maldiciendo por lo bajo, el cuadro comenzó a moverse, dejando ver la sala común de Gryffindor.

Unknown [Fred Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora