Capítulo VII. Tu misterioso alguien.

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Advertencias. Temas delicados como ansiedad, depresión, leve mención de smut. Hasta avanzado el capítulo, se presenta la perspectiva de Roier.

Notas iniciales. Si tomo en cuenta las fechas de la ultima actualización, llevo un mes sin hacerlo, ¿qué loco no? Pero antes que nada, ¡hola! ¿Qué tal han estado? Yo he pasado momentos de montaña rusa, nada que se remedie con escribir un poco y llorar porque tuve que omitir muchas cosas para que resultara perfecto. 

Igualmente, bueno, les dejo con la lectura porque estoy impaciente. 






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Capítulo VII. Tú misterioso alguien.

El tiempo es tan diferente cuando vives en automático, Spreen pasa relativamente de esa forma durante una semana, no lo nota hasta que se encuentra en el último día de clases y las clases de Vegetta son tan aburridas a su parecer, algo que no recuerda es lo que sucede después de ver ese girasol enfrente suyo, ni cómo llegó a su cama donde durmió hasta la hora de la cena; se encierra en su mundo donde la realidad no es más que algo ausente dentro suyo, duele imaginarse que está enfermo y destroza su corazón saber que esta noticia no es algo que le agrade a ninguno de sus padres. Ellos no merecen ver como su otro hijo puede morir, ya han perdido uno para vivir este suceso tan horrible y se convence a sí mismo que seguir con Juan es buena opción, pese a que no siente nada más que un enamoramiento pasajero, porque ha leído artículos de internet sobre el hanahaki, esos donde encuentra una solución más beneficiosa que otra mortal para él. No le importa seguir tomando pastillas en secreto, llenarse de sabores amargos mientras contiene la enfermedad que puede causar estragos en una sola ocasión y decide que es mejor obligarse amar a Juan tan intensamente que el hanahaki sería borrado de su sistema respiratorio; no es algo hermoso de pensar cuando poco a poco con simples detalles se da cuenta de las cosas, tampoco es algo que sabe explicarlo con precisión y le marea la sola idea.

Spreen se da cuenta que su amor no correspondido es Roier, esa tarde de otoño cuando han terminado las clases y está junto a Juan para esperar el autobús del chico de lentes, ve a Roier sonreír con esa radiante sonrisa que le dedica a las personas mas especiales como con él o sus amigos, esa que va dirigida a la persona a su lado que toma su mano y ríe de la broma que ha dicho; el azabache lo sabe cuando ve como Wilbur observa a Roier con ese brillo de enamorado, el detalle de esas manos juntas y le duele porque cree que eso es algo nada más suyo por el momento, ahora lo hace con Wilbur.

Duele dentro de su destrozado corazón.


¿Por qué Roier?


¿Por qué su primer amigo de aquella ciudad?


¿Por qué una de las personas más importante para él?

Voltea a ver a Juan que ríe con esa risa tan escandalosa que la odia, no le agradan sus chistes tan tontos y tampoco la charla que vuelve a ser tema principal mientras que Spreen desea que el autobús pase rápido, para darse media vuelta, volvería a la escuela donde esperaría a su padre hasta que salga; buscaría un lugar seguro donde se haría bolita, lloraría tratando de calmar el dolor que crece dentro suyo y se derrumbaría en uno de los baños maldiciendo su estúpida suerte.

Palabras al viento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora