Procesos con psicología y psiquiatría

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La primera vez que fui a psicología tenía 8 años y fue a causa de que descubrieran que Fernando abusaba de mí. Recuerdo las veces que iba al Hospital San Vicente de Paúl en Palmira, era una psicóloga joven bastante amable.

Estando en Bogotá fui por 2 años donde la psicóloga del colegio Rossemary, a quien aprecio mucho hasta ahora, hablar con ella me hacía sentir bien y hasta ahora ha sido la mejor psicóloga con la que traté, ella vaticinó muchas cosas que han pasado a lo largo de los años, aunque no sé por qué no se le ocurrió que yo fuera neurodivergente, o tal vez sí pero no lo mencionó.

Ya en Ibagué fue muy frustrante porque sentí que me enviaron por castigo con una psicóloga analítica (no recuerdo cómo se dice correctamente) y fue muy feo porque Marina me decía lo que la psicóloga pensaba de mí y eso me traumó, su diagnóstico era que yo a mis 12 años tenía una mentalidad emocional de una niña de 6 años, y Marina me regañó por eso y así me sometió a mucha estrés y presión porque yo debía hacer que mis emociones fueran las de mi edad biológica, y ¿cómo mondá hacía eso?

Un año después la hermana de Marina que es psicóloga, Amparo, dijo que conocía a un psicólogo muy "teso" de Cuba y que él me evaluaría, obviamente yo no supe de eso, solo me dieron un cuestionario como de 300 preguntas no recuerdo exactamente, y cuando el man que me "analizó" con ese cuestionario ahí sí me contaron de qué se trataba y el diagnóstico del man: "esa niña no tiene nada raro, simplemente es una niña marca diablo" y que necesitaba terapia conductual y mano dura. Eso me traumó aún más porque entonces ya Marina y la familia pensaban que yo no era como querían porque yo decidía ser así, y era desobediente y perezoso porque me daba la gana, por eso desde ahí el trato se convirtió en maltrato...
Después de eso le cogí un fastidio a los psicólogos y todo lo que tuviera que ver con eso.

En el 2015 de nuevo me vi obligade a ir a psicología supuestamente porque me estaba dando muy fuerte la muerte de mi bisabuelita, pero no fue así. Yo tenía una pollita de mascota —Chochí se llamaba—, era la consentida, Marina también la quería mucho, pero un maldito perro que estábamos cuidando se soltó y la mató, fue muy duro para mí y yo en mi duelo le di unos cuantos palazos; Mari me entendió y ella también lloró porque era nuestra querida gallinita que iba a morirse de vieja, entonces ella con mucha rabia llama a Amparo y le dice que su amiga debe llevarse a su perro. Más tarde llegó la susodicha por su perro y fui yo quien se lo entregó, yo estaba bastante mal y mi comportamiento era emocional, entre las personas que estaban en el carro donde venían había una psiquiatra, no lo supimos hasta que por la noche llama Amparo y le dice a Marina de una forma dramática que yo tenía no sé qué y que debería ir a ver un psiquiatra, entonces por ello fue que volví a psicología con María Teresa al San Francisco en Ibagué.

Como tal ella no me dio un diagnóstico pero después de varias sesiones recomendó que fuera a psiquiatría. A Marina y a mí nos pegó fuerte porque el concepto de psiquiatría era algo trágico, como para locos y por ello dejé de ir donde la psicóloga (ojalá hubiera hecho caso a esto pero por la ignorancia lo rechacé, sí necesitaba urgentemente psiquiatría).

Seguía con mi escepticismo con los profesionales de salud mental hasta que en 2021 empecé a sentirme tan mal que por mis propios medios decidí ir al psicólogo y allí ella me explicó lo que es la psiquiatría y me sorprendí así que ahí acepté que me remitiera con psiquiatría. Preciso hablé con la psiquiatra y me diagnosticó depresión y ansiedad y me mandó medicación. Empecé con tratamiento de Fluoxetina y esa vaina no me gustó porque no sentía emociones y me dio una ansiedad tremenda.

Ya al venirme a Medellín se suspendió el tratamiento hasta que se desencadenó mi crisis hasta la actualidad.

En la mente de Taylor MinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora