Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 2

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Y ahí estaba de nuevo, cepillando sus espinas frente al espejo

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Y ahí estaba de nuevo, cepillando sus espinas frente al espejo. La rutina aburrida se había convertido en una costumbre. Levantarse, comer, ducharse, leer libros, dibujar, tejer, dormir y volver a empezar.

Aunque miraba su reflejo, realmente no estaba concentrada en sí misma. Su mente estaba en otro lugar, las horas pasaban y aún no tenía noticias de sus padres.

¿Había cometido algo tan grave como para ser castigada de esa manera?

Solo había abierto una de las pequeñas ventanas del sótano, la curiosidad había sido más fuerte y se asomó. Afuera todo parecía tan irreal.

El cielo estaba de un azul claro, era un día soleado y cálido, algunos pequeños animales jugaban y reían entre sí, eso era lo que había captado su atención.

Pasó días observando por aquella ventana a escondidas, como si fuera lo más interesante del mundo, ya que nunca había presenciado algo tan hermoso, solo en dibujos e imágenes de algunos de sus libros.

Pero un día, bajo la guardia. No escucho los pasos de sus padres bajar las escaleras, estos la habían pillado con las manos en la masa.

De inmediato taparon las ventanas con madera y la atornillaron bien para que ella no pudiera quitarlas.

Le dieron un gran regaño como si hubiera cometido algún crimen y la castigaron sin comer por algunos días. Un acto muy cruel, pero ella ya se había acostumbrado a tales castigos.

Su estómago gruñia como nunca, necesitaba comer algo o moriría. Le había rogado a sus padres que le dieran algo de comer, pero estos solo la ignoraban subiendole el volumen a la televisión. Era inútil.

Lo único que podía hacer era tratar de ignorar el dolor y dejar que se fuera por si solo.

Aunque por mucho que intentará hacer como si no existiera, le era complicado, habían pasado cuatro días desde la última vez que comió.

Sentía que no tenía fuerzas de nada, sus manos apenas se movían. Su cuerpo estaba débil.

Sus orejas se levantaron al escuchar unas pisadas en las escaleras, alguien introducio la llave en la cerradura y la giro, abriéndola y dejando ver a un erizo de al menos unos cincuenta años de edad, con un plato de verduras en sus manos.

— ¡Papá! — lo llamo con alegría, acercándose para abrazarlo con afecto. — ¡Lo siento! ¡Te prometo que no vuelvo a hacer eso! ¡Pero por favor! ¡Dame algo de comer, muero de hambre! — rogó con algunas lágrimitas en sus ojos. El mayor solo la miró con indiferencia.

— Te daré otra oportunidad, pero si te volvemos a encontrar mirando hacia afuera, tu castigo será peor. — Amenazó, la eriza solo asintió varias veces con desespero. Entonces, su padre le entrego el plato.

Apenas lo recibió no dudo ni un segundo en llevar una cucharada a su boca, una tras de otra. En unas ocasiones llego a ahogarse por comer tan rápido, pero no le importaba, su estómago lo había ansiado desde hace días.

𝕴𝖓𝖋𝖊𝖘𝖙𝖆𝖈𝖎ó𝖓 •【¿̶S̶o̶n̶a̶m̶y̶?̶】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora