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Shadow dormía cómodamente en la cama, abrazado por su novia. Sus ojos permanecían cerrados y su pecho subía y bajaba al compás de su respiración. Era madrugada, faltaban solo unas horas para que amaneciera. El frío de la noche los obligó a taparse con algunas sábanas, y a mitad de la madrugada, María se acomodó en su pecho inconscientemente para estar aún más calentita, y él la abrazó en el acto.
Sonic daba la espalda a la puerta como de costumbre, también se encontraba en un sueño profundo. Al igual que el azulado, la eriza se hallaba inmersa en el mundo de los sueños, murmurando pequeñas oraciones de vez en cuando y moviéndose de un lado a otro.
En las afueras del búnker, alguien acechaba el lugar. Sin pensarlo mucho, se acercó a la máquina que permitía el acceso de entrada, tecleó varios dígitos en ella y el portón se abrió.
El ruido repentino hizo que Shadow abriera los ojos de golpe. Se levantó de la cama y caminó hacia la puerta. María abrió sus ojos adormilados al ver que Shadow estaba a punto de irse. Se sentó en la cama.
— Shad, ¿a dónde vas? — Preguntó bostezando.
— Escuché el portón abrirse — Dijo él, tomando su arma y recargándola. María abrió sorprendida sus ojos y se levantó de un salto.
— ¡¿Entraron!? — murmuró asustada.
— Eso pienso, espero que sea solo parte de mi imaginación. — con esto abrió la puerta lentamente y caminó a paso lento por el pasillo, seguida de María.
— Shadow, espera. Despertaré a Sonic y a Amy. — El mencionado asintió sin quitarle la vista al final del pasillo.
Esta se detuvo en la puerta de los erizos que aún seguían dormidos y se acercó a sus camas, los sacudió levemente hasta que estos se levantaron y la miraron confundidos.
— ¿Ya amaneció? — pronunció la eriza adormilada.
— ¿Qué sucede María? — preguntó esta vez el cobalto, frotándose el rostro.
— Entraron al búnker. — contó con miedo, ambos erizos la miraron con sorpresa y casi de inmediato se levantaron y caminaron hacia donde estaba Shadow.
— ¿Un infectado? — se acercó Sonic a su lado, el contrario lo miró de reojo para luego volver y mirar la entrada al pasillo, todo estaba oscuro, así que no podía ver nada.
— No lo sé. — respondió, avanzando aún más hacia el final del pasillo. Detrás de ellos dos estaban las erizas, estas mismas estaban tomadas de la mano mientras sostenían una expresión preocupada.
Cuando los cuatro llegaron a la sala principal, miraron hacia ambos lados, por la oscuridad era casi imposible ver algo, así que el peliazul se adelantó y buscó con su mano el interruptor, cuando lo encontró presionó el botón y la luz iluminó toda la sala, dejando ver a un erizo de vetas verdes. Este se encontraba de espaldas, pero en cuanto la luz se encendió, se giró con rapidez y apuntó con su arma a quién estuviese detrás de él.
