Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 15

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Al amanecer, los tenues rayos del sol se filtraron a través de las hojas del bosque, iluminando suavemente la cueva

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Al amanecer, los tenues rayos del sol se filtraron a través de las hojas del bosque, iluminando suavemente la cueva. Los erizos se despertaron poco a poco de su sueño, sintiendo por fin el calor del sol.

El azabache, quien aún permanecía dormido, abrió pesadamente sus parpados, sintiéndose aún adolorido. Hizo un esfuerzo por levantarse, llamando la atención del resto de los erizos.

— ¡Shadow! — Bramaron con alegría, acercándose rápidamente con él.

— No hagan tanto ruido, puede haber infectados por la zona. — El mayor miró hacía la entrada de la cueva, vigilando.

— Me alegra de que hayas despertado. — Expresó María con un tono de voz más suave, abrazabandolo en el proceso.

— Que gusto ver que estés bien, Shad. — Sonic sonrió y le dio un pequeño codazo.

— Espero no haberlos preocupado. — Contestó levantándose con ayuda de su novia.

— Nos preocupaste mucho, creímos que ibas a convertirte en un.. — Amy ni siquiera pudo decirlo.

— Pero no sucedió, todo gracias a ti, papá. — Miró al erizo y este solo se le sonrió calidamente.

— Bueno, no podemos perder el tiempo. Prepárense para salir, estamos muy lejos del Smeraln. — Dijo, recargando su rifle. — Shadow, a partir de ahora vas a tener que cargar contigo una pistola, hasta que sepas manejar el rifle. — El azabache solo asintió.

— Esperen, hay que comer algo antes. —
Rápidamente, María sacó unas latas de maíz de su mochila y las repartió equitativamente entre cada uno de ellos.

Entre agradecimientos, los erizos empezaron a abrir las latas de maíz con la ayuda de cuchillos y piedras afiladas. Shadow, por otro lado, miró con frustración la lata de maíz en sus manos. Sabía que no podía abrirla por sí solo, y la sensación de impotencia comenzaba a invadirlo. Pero su novia, observandolo, se acercó a él con una sonrisa tranquilizadora.

La rubia tomó la lata de maíz de las manos del erizo y buscó una superficie plana para estabilizarla. Con delicadeza, colocó el cuchillo en el borde de la lata y comenzó a girarlo con habilidad. Con un poco de esfuerzo, logró abrir la lata por completo.

— Gracias. — A pesar de que le sonrió a la oji azul y esta misma le correspondió de vuelta, en cuanto miró la lata en sus manos sintió un peso de preocupación. Sabía que a partir de ese momento, las cosas que hacía normalmente se le iban a complicar más.

Después de terminar de disfrutar sus almuerzos, decidieron que era hora de salir para continuar con su camino. Salieron de la cueva con cuidado, con los sentidos agudizados en caso de encontrarse con algún zombie en su camino.

El bosque era silencioso y denso, las ramas crujían bajo sus pies y el viento soplaba de forma tenebrosa. Los erizos avanzaban con paso firme pero cauteloso, evitando hacer ruido innecesario que pudiera atraer a los muertos vivientes.

𝕴𝖓𝖋𝖊𝖘𝖙𝖆𝖈𝖎ó𝖓 •【¿̶S̶o̶n̶a̶m̶y̶?̶】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora