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El sonido estridente del timbre de la escuela resonó a lo lejos, marcando el inicio de las clases. Los estudiantes, con mochilas al hombro y libros en mano, se apresuraron a entrar al imponente edificio.
Algunos se despedían apresuradamente de sus familiares u amigos, intercambiando abrazos rápidos y palabras de ánimo. Risas y murmullos llenaban el ambiente, creando una atmósfera bulliciosa y animada antes de que todos ingresaran al edificio.
La coneja, que se encontraba junto a su madre, se levantó de la acera y la miró con una sonrisa.
— Gracias por traerme, mamá. — Agradeció con cariño. — Pero no tenías porque llegar tarde a tu trabajo por mi culpa.
La mayor negó con la cabeza. — Esta vez quise acompañarte, no me gusta que te vayas sola a la escuela. Además, escuche en las noticias que justo al otro lado de la ciudad, un mono atacó a un joven estudiante sin ningún motivo. — Suspiró tomando el rostro en su mano. — Las calles están más peligrosas de lo normal.
— Sí.. espero se encuentre bien. Pero no te preocupes, se cuidarme sola. — La contraría le sonrió suavemente.
— Te quiero hija, por favor cuídate mucho. — Besó su frente. — Vendré a recogerte a la hora de salida, si no llegó para entonces, puedes irte con Marine.
— Eso haré. — Tomó su mochila. — ¡Adiós, Mamá! — Se despidió rápidamente con un abrazo cálido para luego correr a la entrada del edificio.
— ¡Suerte en tu día, cariño! — Exclamo felicidad.
Cream asintió un poco nerviosa mientras se alejaba, uniéndose al tumulto de estudiantes que entraban a la escuela. Mientras caminaba por los pasillos, miraba ansiosa a su alrededor, buscando a ciertos animales. Al notar su ausencia, soltó un suspiro aliviada y continuó su camino hacia su salón con la esperanza de tener un día tranquilo.
Sin embargo, al abrir la puerta del salón, todos sus compañeros inmediatamente pararon sus conversaciones y la miraron. La ojos miel se quedó inmóvil, sin entender por qué había captado todas las miradas. Un escalofrío recorrió su espalda mientras entraba lentamente en el salón.
—"¿Qué pasa? ¿Por qué me miran tanto? ¿Es por la ropa que traigo? O.. — Pensó.
— Hasta que al fin llegas. — Escuchó una voz conocida en el fondo del salón. Notó como los animales daban paso a una canina de pelaje castaño y ojos turquesa. — ¿Donde está la tarea que te pedí que hicieras? — Se cruzó de brazos mientras fruncia su ceño. Otros compañeros se posaron a su lado sin quitarle la vista de encima a la coneja.
— Ho-Hola, clara. En un segundo la busco. — Rápidamente se apresuró a sacar las cosas de su bolso, intentando buscar la dichosa carpeta.
De repente sintió que alguien sacaba uno de sus audífonos de su oreja. Levantó la vista con sorpresa y se encontró con uno de los animales del grupo, quien jugaba con el audífono entre sus dedos, mostrando una sonrisa maliciosa en su rostro.
