𝑡𝑒 𝑎𝑝𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑙𝑎 𝑏𝑜𝑐𝑎

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──¿Así está bien?

Argentina giró a verlo, supervisando lo que sucedía a sus espaldas mientras ponía voluntad para abrir una lata, con un cuchillo.

──'Ta perfecto.

Estaban viviendo una noche atípica para ellos, ya que lo normal suele ser cenar y dormir, en paz. Comparten la mesa y luego la cama, sin incomodidad entre ellos, incluso el tacto entre ambos tiene un rol importante al momento de irse a dormir.

En esta ocasión, decidieron quedarse despiertos fuera de la cama, compartiendo su tiempo con calma y dedicación.

¿Cómo no podrían hacerlo?

Si hablaron de un modo dulce entre ellos.

Están en primavera, el invierno acabó.

Pueden sentarse en el balcón a escuchar música y convivir.

Ya no hace frío.

México terminó de cortar varios fiambres y los acomodó en una tabla, siguiendo las instrucciones del -supuesto- experto en fiambres. Más que nada en salames. Eso explica toda su soltería.

Decidió no esperar y llevarla afuera, dónde el balcón tenía una mesa chica con cosas encima, siendo específicos un vino y copas. Se quedó allí sentado, mirando la ciudad que tenían enfrente, en realidad solo las luces naranjas que la adornan y brillan a lo lejos y debajo, mezclándose junto a los altos edificios.

Es la primera vez que cambiarán su ubicación. A los pocos segundos su acompañante llega con las manos vacías, se sentó delante suyo, apoyando sin miedo su espalda contra las barandas del balcón.

Él mexicano muestra sus palmas, preguntando.

──Me rendí. ──Explica porque volvió sin la lata.

El argentino blanquea sus ojos por la risa de su amigo. Ambos se quedan en silencio, el "extranjero" decide ser el encargado de abrir la bebida, pues el otro no perdió tiempo en sostener entre sus dedos un cigarrillo. Cada uno sostiene una copa entre sus manos. Una cuenta con la cantidad correcta de vino, la otra un poco más de la mitad.

Están compartiendo en silencio, hasta que la música los rodea.                                                       El sureño alza una ceja, sin saber porque cedió el control de la música siendo que es un quisquilloso de primera.

──¿Por qué estamos escuchando boleros? ──Pregunto un poco dudoso. ──Lo digo con todo el afán de ofender. ──Recibe una mala mirada, que hace su felicidad materializada en una sonrisa ──mentiris.

──Pues... ¿por qué no? ──preguntó levantando y bajando sus hombros, aunque al mirar el rostro ladeado de Argentina, sosteniendo la copa y el cigarro en la misma mano, burlándose de él; sonríe y se convierte en risa, acaba bajando la cabeza.

La expresión del sureño cambia, ahora tiende a ser un poco más arrogante. Frunce las cejas de manera leve y ladea su rostro hacia el otro lado, curioso de la reacción que acaba de espectar.

Por un momento se mira por el reflejo del ventanal a las espaldas de México, no hay nada en su rostro que sea motivo de risa, lo que hace más extraño el momento.

──¿De que te reís wacho tonto? ──Tiene poca paciencia. Y es mal tomador, aunque no bebió más que un sorbo.

La risa del norteamericano es mayor, todavía no puede verlo. Murmura en nombre de su virgen y alza la mirada, esta vez apoya su rostro en una de sus manos. Mira al amargado arrogante que le presta su cama, sin poder evitar sentir "lindo" por ver como alza una ceja, insistiendo por una explicación. En lugar de hablar, decide solo colocar su dedo índice enfrente de su rostro, ríe mas al ver que sus ojos se hacen hacia el centro.

𝐄𝐅𝐈𝐌𝐄𝐑𝐎 | 𝘔𝘦𝘹𝘈𝘳𝘨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora