Capítulo 1

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Maddie

No me gusta pasar tiempo en casa. Odio pasar tiempo en casa y más cuando papá no está, aunque casi nunca está. Es un padre presente, pero ausente.

Termino de lavarme la cara y me pongo ropa de dormir, cierro la puerta con llave para que mi madre no venga a molestarme porque es lo que le gusta siempre que papá no está y me recalca todo lo que hago mal.

Mientras reviso mi perfil llega una llamada de Daisy y la atiendo rápido.

—Hola —saluda recostada en su cama.

—Hola, ¿cómo te va a en tu viaje?

—Me va muy bien, mamá no quiere irse.

—¿Y tú quieres volver?

—Sí, ya quiero verte.

Me río.

—Yo también quiero verte.

Y seguimos hablando de todo lo que hemos hecho, he salido de fiestas, pero no he congeniado con nadie. Y quiero sexo, pero no hay nadie que me cause seguridad para tener algo rápido y duradero. No sé qué me pasa.

Después de casi tres horas de llamada con Daisy decido cepillarme los dientes y acostarme.

Mientras estoy dentro de la bañera jugando con el pato de juguete que papá me dio hace unos meses, me encanta bañarme con él. Es divertido la manera en la que suena si está lleno de agua.

La espuma flota a mi alrededor, al tener ocho años papá ya me deja bañarme sola entonces me paso más minutos de lo que se me permite.

Pero la luz se va y el baño queda en una total oscuridad.

—Papá... —lo llamo, pero no responde.

Decido salir de la bañera, pero entonces la puerta se abre y suspiro al ver una figura en la puerta, gracias que vinieron por mí.

—Papá, ¿qué pasó, por qué se fue...?

Pero es todo lo que puedo decir porque la figura se acerca a mí e introduce mi cabeza en la bañera privándome de toda el aire que hay a nuestro alrededor, pataleo e intento gritar, pero no puedo. Solo veo la figura a través del agua intentando ahogarme y mis pequeños brazos no son capaces de ayudarme.

Solo siento como el aire se desvanece de mis pulmones y no hay nada que hacer.

Me despierto agitada con la garganta seca y asustada miro hacia todos lados, pero estoy en mi cama sola.

No hay ninguna bañera.

Es ese sueño de nuevo y no sé si es real.

Me levanto y voy a la cocina por un vaso de agua, cuando lavo y guardo el vaso un carraspeo viene detrás de mí y salto del susto. Mi madre está detrás de mí y no me gusta su mirada.

Siempre es una mirada de desprecio. Me trago el nudo en mi garganta y termino de guardar el vaso. Me seco las manos en la toalla de la cocina y miro a la mujer frente a mí.

—¿Por qué cierras la puerta de tu cuarto con llave por las noches?

—Porque es mi privacidad.

—Soy tu madre, Maddie.

—Sí, lo eres, pero también necesito mi privacidad.

—¿Por qué? ¿A quién metes por la noche?

Me cruzo de brazos y alzo la barbilla.

—Es por eso, porque tú crees que meto a alguien a mi habitación. Tengo veintidós años, mamá.

—Pero está es mi casa...

Unidos por un Error Donde viven las historias. Descúbrelo ahora