Capítulo 21

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Oliver

Maddie había regresado de su viaje más tranquila y un poco menos nerviosa, no me había dicho nada de lo que hicieron allá y quise sacárselo con sexo, pero no se dejo llevar por los orgasmos, así que la dejé un rato en paz, por ahora.

Pero eso no es lo que me preocupa. Lo que me preocupa está sentada en la mesa de la cocina enseñándole a cocinar con el libro de su madre, y he estado impaciente para que se fuera desde que entró, pero no lo hizo.

—¿Entonces es así, le gustaba cocinar postres?

—Sí, le encantaba hornear galletas para ti, eran tus favoritas.

—Me hubiera gustado haberla conocido.

—¿Caroline no era buena contigo?

—No.

—Ah, eso indica el por qué te acompañaste tan rápido.

Maddie se sonroja del cuello hacia los cachetes. Ese sonrojo solo me gusta cuando la hago correrse tres veces seguidas.

—Suficiente —gruño y Rebecca me mira automáticamente—. No importa si Maddie vive conmigo, te voy a pedir que la respetes porque estás en mi casa y no voy a permitir que le hables así.

—Oliver...

—Está bien, Maddie, lo entiendo. Mi comentario estuvo fuera de lugar, discúlpame.

Maddie asiente y antes de volver a lo que estaba haciendo me da un mirada suplicante, y sí, esa mirada es la que me hace decir sí a todo. Pero esta vez no lo hará, debería estar en una reunión en estos momentos, pero no lo haré. Porque no confío en la misma persona que ella, la que dice ser su tía.

Ya la investigué muy a fondo y no hay nada fuera de lo normal, solo el hecho de que salió del hospital psiquiátrico y puede ser una completa loca.

—¿Oliver no es así?

—Sí.

—¿Qué haces para sostenerte?

—Trabajar.

—¿De qué?

—Yo debería preguntarte lo mismo, no les dan trabajo a los locos.

—¡Oliver! —Me regaña Maddie, me encojo de hombros.

—Mis padres eran millonarios, yo estaba en su testamento cuando murieron, así que tengo de donde sustentarme.

—¿Eran? —pregunta Maddie.

—Sí, ellos murieron.

—¿Cómo?

—Murieron en casa mientras yo estaba encerrada. Salí y cuando volví otras personas vivían en esa casa y tuve que buscar a un abogado, hasta dar con todo. Al parecer murieron mientras dormían.

—¿Se suicidarían?

—No lo creo, o tal vez sí. Perder a sus hijas no fue nada fácil para ellos.

Siguieron cocinando mientras yo miraba atentamente todos sus movimientos, Maddie y ella seguían platicando por un buen rato hasta que dieron las ocho de la noche, tomo agua mientras miro a Maddie enseñándole algunos diseños.

—Son preciosos, te seguiría diciendo que me muestres más, pero es tarde y debo irme.

—Puedes quedarte —dice Maddie.

—No. —Interrumpo—. No hay cuartos de visitas y no vas a quedarte durmiendo en mi casa.

—Oliver...

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