𝐗𝐈𝐕

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Quidquid Fit, Certa.

    Cuando despertó el siguiente día, Adhara mantuvo sus ojos cerrados esperando volver a dormirse

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    Cuando despertó el siguiente día, Adhara mantuvo sus ojos cerrados esperando volver a dormirse. No quería despertar. Despertar significaba volver a la realidad, y eso significaba aceptar que toda su vida había cambiado. Que ya no sería nunca más una niña.

La sala seguía a oscuras, estaba segura de que aún era de noche y de que no había dormido mucho rato. Se preguntaba si Harry también había despertado, iba a apretar su mano, la cual aún estaba entrelazada con la suya cuando escuchó cuchicheos a su alrededor.

— ¡Van a despertarlos si no se callan!

— ¿Por qué gritan así? No habrá ocurrido nada más, ¿no?

Adhara abrió perezosamente los ojos. Lo primero que observó fue a Harry en la cama al lado de la suya, que también abría sus ojos. Alguien le había quitado las gafas.

La castaña pudo distinguir junto a él chico las siluetas borrosas de la señora Weasley y de Bill. La señora Weasley estaba de pie. Sirius se encontraba en su forma animaga debajo de las manos unidas de los adolescentes y sentía la presencia de su madre a su otro lado.

— Es la voz de Fudge - susurraba ella — Y ésa es la de Minerva McGonagall, ¿verdad? Pero ¿por qué discuten?

Ellos también los oían. Gente que gritaba y corría hacia la enfermería.

— Ya sé que es lamentable, pero da igual, Minerva - decía Cornelius Fudge en voz alta.

— ¡No debería haberlo metido en el castillo! - gritó la profesora McGonagall — Cuando se entere Dumbledore...

Oyeron las puertas de la enfermería abrirse de golpe. Sin que nadie se diera cuenta, porque todos miraban hacia la puerta mientras Bill retiraba el biombo, Harry se sentó y se puso las gafas. Adhara también se sentó y su madre pronto puso su mano en su hombro.

Fudge entró en la sala con paso decidido. Detrás de él iban Snape y la profesora McGonagall.

— ¿Dónde está Dumbledore? - le preguntó Fudge a la señora Weasley.

— Aquí no - respondió ella, enfadada — Esto es una enfermería, señor ministro. ¿No cree que sería mejor...?

Pero la puerta se abrió y entró Dumbledore en la sala.

— ¿Qué ha ocurrido? - inquirió bruscamente, pasando la vista de Fudge a la profesora McGonagall — ¿Por qué están molestando a los enfermos? Minerva, me sorprende que tú... Te pedí que vigilaras a Barty Crouch...

— ¡Ya no necesita que lo vigile nadie, Dumbledore! - gritó ella — ¡Gracias al ministro!

Ninguno de los adolescentes había visto alguna vez a la profesora McGonagall tan fuera de sí. Tenía las mejillas coloradas, los puños apretados y temblaba de furia.

𝐕𝐨𝐢𝐝 ʰᵃʳʳʸ ᵖᵒᵗᵗᵉʳDonde viven las historias. Descúbrelo ahora