𝕍𝕀𝕀: Suero de la verdad

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17 de marzo de 1928

—Oh, cierto, no me había presentado formalmente... Sí... Sí... Debí haber salido a hablar contigo antes, Rebecca, si al final tú eres la razón por la cual he regresado. Después de todo... —Me abrí la camisa, y le enseñé mi marca de nacimiento—. Tú me hiciste esto, ¿no?

Su rostro no daba ningún indicio de miedo, se mantuvo seria y fría, sin embargo, los vellos de sus brazos y de su nuca estaban completamente erizados.

Sonreí

Rara vez he mentido tan descaradamente, pero, en ese momento, me volví mejor que los actores de cine, ya que Frank me dijo que los actores deben recitar los diálogos ya plasmados en un guión y proyectar las emociones que el director de la película quiere mostrar. Yo no solo fui actor, sino que guionista y director, mi mente trabajó a una velocidad increíble y creó toda una historia en segundos; las palabras salían de mi boca como si las hubiese planeado de antemano.

En diciembre, papá puso en su lugar a Mikey cuando le dijo que en antiguas civilizaciones africanas, la homosexualidad no era mal vista, quise saber más al respecto, por lo que él sació mi curiosidad hablándome sobre esos lugares, y además de ello, me contó cómo los antiguos griegos también eran sodomitas y me dio ejemplos mediante la mitología griega, sobre la cual yo aún no tenía ningún conocimiento.

Cara a cara con Rebecca, recordé el mito de Edipo Rey, donde lo que más me llamó la atención fue el tema del destino inevitable, así que decidí que esa sería la trama de mi película:

—Qué divertido es cuando aquello que tratas de evitar con tantas fuerzas, sucede de todos modos, ¿verdad?, ¿acaso crees que no estoy al tanto de que viste venir todo esto en tus cartas?... ¿Por eso te ensañaste con Gerard?... Creíste que alejarlo era la solución, pero fuiste muy estúpida. —Reí—. Yo he vivido todo el tiempo dentro del cuerpo de este chico, y jamás había salido a la luz, hasta que tú misma me despertaste, ¿no es irónico?... Ahora tendrás que atenerte a las consecuencias, Rebecca.

Su miedo interior comenzó a mostrarse en el exterior; sus ojos se abrieron enormemente y su rostro palideció. Intentó irse huyendo, pero yo la tomé del tobillo, y le dije:

—Ahora que has provocado mi regreso, tu peor pesadilla se hará realidad.

Con una patada, me empujó para soltarse de mi agarre, eso me llevó a volver a fingir que perdí el aire, observando cómo ella lucía muerta de pavor.

Para finalizar mi acto, "me desmayé". Al cerrar mis ojos, escuché cómo ella se iba corriendo.

Me quedé tirado en el césped por un rato. Al principio pensaba levantarme yo mismo, pero entonces escuché cómo todos se aproximaban corriendo y gritando mi nombre, así que no pude abrir los ojos por nada del mundo.

Me sentí mal pues, de alguna manera, estaba arruinando la fiesta de Becky. Pero, si no hacía algo, no sé qué habría pasado.

Evan y Aleeke me llevaron cargando al interior de la mansión y me dejaron en una de las habitaciones. Escuché que Evan quiso llamar a un doctor, no reaccioné de inmediato porque habría sido demasiado sospechoso, así que esperé unos minutos más antes de abrir los ojos poco a poco, como si me costara hacerlo.

Allí, vi a las gemelas, a Becky y a la señora Nestor, quienes estaban rodeándome. Ellas me pidieron que no me levantara ni intentara hacer movimientos bruscos, por lo que obedecí. Cuando me pidieron una explicación, dije que me había sentido mareado desde la mañana, pero luego se me pasó y decidí ir a la fiesta, sin embargo, volví a sentirme mal y por eso salí a tomar aire y luego, me desmayé. Para entonces, Rebecca ya se había ido huyendo como la cobarde que realmente es.

My Beloved; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora