𝕏𝕏𝕀𝕀: Armas

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02 de junio de 1928


—¡Hasta luego, señora Louise! —me despido agitando la mano, mientras me dirijo al portón de la mansión Nestor, donde Frank está esperándome.

Bruce viene corriendo detrás de mí.

—¡Espera un momento, Gee! —La señora Louise se acerca con un pañuelo de seda en la mano—. Ven aquí, tienes un poco de tierra en tu naricita.

Sonrío cuando ella sostiene mi mentón con una mano y, con la otra, frota suavemente mi nariz con el pañuelo. Al terminar de limpiarme, vuelve a despedirse de nosotros con cariño.

Esta mañana me divertí cuidando del jardín de los Nestor, estuve plantando geranios, gladiolos y petunias, las cuales harán ver el paisaje mucho más colorido y brillante este verano. Mientras tanto, la señora Louise y yo estuvimos charlando y bebiendo limonada.

—¿Cómo les fue? —pregunta Frank una vez que estamos solos en el coche.

—¡Meow! —responde Bruce mientras se acomoda en mi regazo, haciéndonos reír.

—Hoy ha hecho un buen clima —digo—, así que los trasplantes resultaron exitosos. Las nuevas flores de temporada le dan un aire diferente al jardín.

—Qué bonito... —Frank sonríe, tomando mi mano mientras conduce.

—¿De casualidad, llegó alguna carta para mí hoy?

Como cada día de estos últimos dos meses, mi corazón se acelera ante la ilusión de que mi hermano al fin haya vuelto a escribirme.

—No, cariño... —Mi amado suspira y acaricia mi mano para reconfortarme—. Hoy tampoco hay nada.

—Ya veo... —Suspiro también.

No he sabido nada de Mikey desde mi cumpleaños.

A finales de abril, le envié una carta contándole que planté las semillas que me envió a los alrededores del invernadero; también le conté, con mucha emoción, sobre los pequeños capullos de rosas azules. Sin embargo, no obtuve respuesta... Pensé que solo estaba ocupado con sus estudios, así que lo dejé pasar. Luego, al ver que transcurrían las semanas y aún no había señales de él, empecé a escribirle como loco, pero todavía no me ha enviado una sola carta.

—Tu hermano te entregó su dirección en Chicago, ¿verdad? —me pregunta, y yo asiento como respuesta—. Deberíamos ir a verlo, así estarás más tranquilo.

—Pero, Frankie... ¿Estás seguro?

—¿Por qué no lo estaría? —Me dedica una mirada curiosa por un instante, antes de volver a enfocarse en el camino.

—No deberíamos dejar la mansión sola en estos momentos.

No puedo negar que Frank tuvo razón cuando decía que, si fingíamos nuestra rendición, ya no ocurrirían eventos horribles como el asesinato de Rosie Vandenberg, pero aunque las cosas han estado relativamente tranquilas, no debemos confiarnos mucho; los problemas internos continúan y sabemos que Bert y Rebecca están buscando cómo beneficiarse de ello, solo que se han mantenido al margen debido a las secuelas que dejó el espectáculo que hicimos en el juicio.

Gracias al alboroto, al fin conseguimos desviar la atención de los medios y de la gente hacia el tema de la corrupción y las drogas. La policía hizo una investigación más o menos justa y apropiada... Y hago énfasis en "más o menos", porque tanto Gale Baltimore, como el juez del caso de Frank y el dueño de la naviera donde trabaja papá, fueron juzgados y encarcelados, pero Bert y otros involucrados con más poder, se lavaron las manos como si nada y siguen libres por ahí, solo que con mucha más cautela, ya que aún siguen bajo escrutinio.

My Beloved; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora