Una lancha guardacostas nos recogió, pero estaban demasiado ocupados para retenernos mucho tiempo o preguntarse cómo cuatro chavales vestidos con ropas de calle habían aparecido en medio de la bahía. Había que ocuparse de aquel desastre. Las radios estaban colapsadas con llamadas de socorro.
Nos dejaron en el embarcadero de Santa Mónica con unas toallas en los hombros y botellas de agua en las que se leía: «¡SOY APRENDIZ DE GUARDACOSTAS!». Luego se marcharon a toda prisa para salvar a más gente.
Teníamos la ropa empapada. Cuando la lancha guardacostas había aparecido, recé en silencio para que no me sacaran del agua con la ropa perfectamente seca, lo que habría provocado incredulidad y preguntas. Así que me esforcé en empaparme, y vaya si mi resistencia mágica al agua me abandonó. También iba descalzo, pues le había dado mis zapatos a Grover. Mejor que los guardacostas se preguntaran por qué uno de nosotros iba descalzo que por qué tenía pezuñas.
Nos desplomamos sobre la arena y observamos la ciudad en llamas, recortada contra el precioso amanecer. Me sentía como si acabara de volver de entre los muertos; cosa que había hecho literalmente. La mochila me pesaba por el rayo maestro, pero el corazón aún me pesaba más después de haber visto a mi madre.
-No puedo creerlo -comentó Annabeth-. Hemos venido hasta aquí para...
-Fue una trampa -dije-. Una estrategia digna de Atenea.
-Eh -me advirtió..
-Pero ¿es que no lo pillas?
Bajó la mirada y se sosegó.
-Sí. Lo pillo.
-¡Bueno, pues yo no! -se quejó Grover-. ¿Va a explicarme alguien...?
-Después, Grover-lo cortó Sofía-Percy, como lo lamento...
Esquive su mirada, odiaba que me tuvieran lástima.
-Percy -dijo Annabeth-. Siento lo de tu madre. No te puedes imaginar cuánto...
Fingí no oírla. Si me ponía a hablar de mi madre, me echaría a llorar como un crío.
-La profecía tenía razón -añadí-. «Irás al oeste, donde te enfrentarás al dios que se ha rebelado». Pero no era Hades. Hades no deseaba una guerra entre los Tres Grandes. Alguien más ha planeado el robo. Alguien ha robado el rayo maestro de Zeus y el yelmo de Hades, y me ha cargado a mí el mochuelo por ser hijo de Poseidón. Le echarán la culpa a Poseidón por ambas partes. Al atardecer de hoy, habrá una guerra en tres frentes. Y la habré provocado yo.
Grover meneó la cabeza, alucinado. Luego preguntó:
-¿Quién podría ser tan malvado? ¿Quién desearía una guerra tan letal?
-Veamos, déjame pensar -dije, mirando alrededor.
Y ahí estaba, esperándonos, enfundado en el guardapolvo de cuero negro y las gafas de sol, un bate de béisbol de aluminio apoyado en el hombro. La moto rugía a su lado, y el faro volvía rojiza la arena.
-Eh, chaval -me llamó Ares, al parecer complacido de verme-. Deberías estar muerto.
-Me has engañado -le dije-. Has robado el yelmo y el rayo maestro. Ares sonrió.
-Bueno, a ver, yo no los he robado personalmente. ¿Los dioses toqueteando los símbolos de otros dioses? De eso nada. Pero tú no eres el único héroe en el mundo que se dedica a los recaditos.
-¿A quién utilizaste? ¿A Clarisse? Estaba allí en el solsticio de invierno. La idea pareció divertirle.
-No importa. Mira, chaval, el asunto es que estás impidiendo los esfuerzos en pos de la guerra. Verás, tenías que haber muerto en el inframundo. Entonces el viejo Alga se hubiese cabreado con Hades por matarte. Aliento de Muerto hubiera tenido el rayo maestro y Zeus estaría furioso con él. Pero Hades aún sigue buscando esto... -Se sacó del bolsillo un pasamontañas, del tipo que usan los atracadores de bancos, y lo colocó en medio del manillar de su moto, donde se transformó en un elaborado casco guerrero de bronce.
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𝕾𝖊𝖒𝖕𝖎𝖙𝖊𝖗𝖓𝖔|Percy Jackson Fanfic
Ngẫu nhiên𝕾𝖊𝖒𝖕𝖎𝖙𝖊𝖗𝖓𝖔=Que se prolonga muchísimo, que 𝗽𝗮𝗿𝗲𝗰𝗲 no tener principio ni fin. 《Donde Percy Jackson conoce a la sarcástica hija de Hades o Donde Sofía A...