iii.-La primera fogata de Percy.

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La historia del incidente en el lavabo se extendió de inmediato. Dondequiera que ibamos, los campistas señalaban a Percy y murmuraban algo sobre el episodio. O puede que sólo nos miraban a Annbeth y a mi, que seguíamos bastante empapadas.

Le enseñamos unos cuantos sitios más: el taller de metal (donde los chicos forjaban sus propias espadas), el taller de artes y oficios (donde los sátiros pulían una estatua de mármol gigante de un hombre cabra), el rocódromo, que en realidad consistía en dos muros enfrentados que se sacudían violentamente, arrojaban piedras, despedían lava y chocaban uno contra otro si no llegabas arriba con la suficiente celeridad.

Pasamos cerca de la cacha de voleibol en la que dos chicas de doce y díez años estaban gritando, la más grande estaba tirando lápices mientras que la más pequeña le tiraba uvas, de inmediato suspire cuando me di cuenta de quienes se trataba; me acerqué trotando con Percy y Annabeth detrás de mí.

Cuando nos acercamos unos cuantos de los lápices y uvas que lanzaron le dieron a Percy.  

 —Amanda, Leila, ¿se puede saber por que se están lanzando cosas?

—es que Leila se estaba burlando de mí por que una pelota me dio en la cabeza!

—¡no es mi culpa que ella sea un iman de balones!

—al menos a mí no me la pasan cambiando el nombre!

Se pusieron a pelear de nuevo, logre que se calmaran y se quedarán tranquilas, después de eso seguimos con nuestro camino. 

Por último, regresamos al lago de las canoas, donde un sendero conducía de vuelta a las cabañas.

—Tengo que entrenar —dijo Annabeth sin más—. La cena es a las siete y media. Sólo tienes que seguir desde tu cabaña hasta el comedor.

 —Annabeth, Sofía, siento lo ocurrido en el lavabo. 

—No importa— dije restandole importancia, ya no estaba enojada con él.  

—No ha sido culpa mía.

Lo mire con aire escéptico, en realidad sí había sido su culpa. Había provocado que el agua saliera disparada desde todos los grifos. Tenía una idea de cómo, y estaba segura de que Annbeth también.

—Tienes que hablar con el Oráculo —dije.

 —¿Con quién?

—No con quién, sino con qué. El Oráculo. Se lo pediré a Quirón—le dijo Annbeth. 

Miro el fondo del lago, como si el pudiera darle la respuesta a todas sus dudas por una vez, aunque sabia que no iba a obtener respuesta.

 Percy se quedo quieto como estatua así que volteó a ver que mira en el fondo del lago, cuando noté que había dos adolescentes sentadas con las piernas cruzadas en la base del embarcadero, a unos seis metros de profundidad. Llevaban pantalones vaqueros y camisetas verde brillante, y la melena castaña les flotaba suelta por los hombros mientras los pececillos las atravesaban en toda direcciones. Sonrieron lo saludaron como si fuera un amigo que no veían desde hacía mucho tiempo. Atónito, les devolvió el saludo.

 —No las animes —le avise—. Las náyades son terribles como novias.

—¿Náyades? —repitió, estupefacto—. Hasta aquí hemos llegado. Quiero volver a casa ahora.

Annabeth fruncio ceño.

—¿Es que no lo pillas, Percy? Ya estás en casa. Éste es el único lugar seguro en la tierra para los chicos como nosotros.

—¿Te refieres a chicos con problemas mentales?

—Ey se que estoy medio loca pero tampoco me tienes que insultar─Comenté en un intento de aliviar el ambiente.

𝕾𝖊𝖒𝖕𝖎𝖙𝖊𝖗𝖓𝖔|Percy Jackson FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora