Hace ya un mes desde aquella primera llamada a su departamento, que al tercer día Dazai exigió que no pasaran llamadas de nadie, le indicó a la agencia contactarlo directamente a él para pasar a Chuuya los recados y la pobre recepcionista, que poco o nada tenía que ver con el inconveniente, fue movida a otro puesto a pesar de que ambos le abogaron al gerente que no era culpa suya y que podían dejarla en su puesto de trabajo. Aquel había sido un suceso sin precedentes para el hotel y ellos no se arriesgarían a que saliera una mala evaluación de ellos por no poder evitar que un acosador molestara a uno de sus clientes fijos. Pero al menos no la despidieron.
Y Dazai sospechaba que la chica podría estar involucrada en la forma que el acosador había logrado conseguir el número anterior de Chuuya, pero sus teorías, por bien armadas que estuvieran, eran nada sin pruebas. Tampoco el hotel había accedido a facilitarle las cintas de seguridad a falta de un hecho delictivo.
En otras palabras, como nada le sucedió físicamente a Chuuya, estaban de manos atadas por la política de seguridad del hotel.
Y con la constante paranoia que Chuuya estaba desarrollando –Dazai no lo culpaba–, se estaba haciendo particularmente difícil sacarlo del apartamento para que fuera a trabajar. Y Mori no necesitaba un modelo trabajando desde casa, aquello no funcionaba. "Usa el método que quieras, pero has que se sienta cómodo saliendo del penthouse" le había dicho a Osamu. Y Dazai se tomaba muy literal lo de «usar el método que quiera». Estaba trabajando dos semanas enteras sin descando y luego tomando sus dos días libres, cada doce días, así se desenvolvía su horario, pero acaba de tomar la decisión; Chuuya no soportaría otra semana hasta sus días libres, así que cambió su horario a conveniencia.
Ese fin de semana usaría la excusa de traer al personal de limpieza del hotel. Dazai ya se había puesto un conjunto civil para salir y se acercó a Chuuya, que hecho un ovillo en su sofá favorito, miraba en la televisión por cable un programa sobre casos en las salas de urgencia estadounidenses. Dazai no estaba seguro de que estuviera poniendo real atención al mismo, pero no le importó atravesarse en su campo visual, enfundado en unos pantalones de casimir gris oscuro a cuadros azul navy, de basta ajustada, que parecían haberle gustado a Chuuya pues obtuvo su atención inmediata. Esta vez usaba un suéter blanco cuello de tortuga con mangas largas que se le pegaba al torso en partes que sabía, a Chuuya le gustaba mirar y se inclinó frente a él, con las manos apoyadas en cada brazo del sofá, flexionando levemente los músculos por el movimiento. Una vez que los ojos azules como un océano, le habían recorrido con la mirada desde el calzado hasta el cuello del suéter y subieron por su rostro, estudiándolo, fue que finalmente Chuuya habló.
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— ¿Qué planeas, caballa? —murmuró en tono apagado como respuesta, Dazai le sonrió de lado y todos los bellos de la nuca se le erizaron.
— Vamos a salir, ve a ponerte algo bonito.
— No —soltó de inmediato, pero queriendo disimular el tono acobardado en su voz, agregó—: e-estoy viendo una serie, no tengo ganas de salir.
— Oh, Chuuya, mon petit portemanteau, no te estoy preguntando si quieres. Tienes dos opciones, mon ciel, vas y te pones algo bonito de eso que tanto te gusta presumir que tienes en tu guardarropa o, te saco de aquí con lo que traes puesto.
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Chuuya no necesitó que se lo dijeran dos veces. La mirada que Dazai le había dedicado, le escandalizó lo suficiente para saber que estaba hablando en serio y también, lo creía lo suficientemente capaz de sacarlo por el elevador en un feo suéter de dormir: rosado, cómodo, viejo con mangas largas algo raidas y sus pantaloncillos de unicornios. Subió las escaleras protestando como un niño castigado y se tomó su tiempo en darse un baño, peinarse, maquillarse para disimular el semblante de alguien que no duerme correctamente y buscar algo que ponerse sin tener idea de a dónde iban. Si se basaba en el atuendo de Dazai, tenía que ser algo medianamente elegante, pero con un aire casual como para pasear por la calle. Pero Chuuya no quería atraer demasiado la atención últimamente, entonces, aunque deseaba ponerse una falda con un estilo similar a los pantalones de Osamu –no es que quisiera lucir a juego, qué va–, no se atrevía a ser él mismo por el miedo a que su acosador apareciera entre la nada y le hiciera algo a él ó a Osamu. Ya lo había amenazado de muerte la primera vez que le habló fingiendo que era su novio, aunque a Dazai aquella 'amenaza' lo traía sin cuidado. Y parece que llevaba tanto tiempo viendo el atuendo que le hubiera gustado ponerse, mientras contemplaba unos jeans anchos y un abrigo verde musgo con capucha que no pegaba nada con el estilo de hoy de Osamu, que el castaño tuvo que subir a ver si todo estaba en orden. Chuuya ni siquiera escuchó cuántas veces tocó la puerta o cuando abrió esta para asomarse a rectificar que todo estaba en orden, ante su falta de respuesta.
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— Te estabas tardando y no contestaste cuando llamé a la puerta —explicó una vez tuvo los ojos acusadores de Chuuya sobre él—. ¿Pasa algo?
— Yo... No sé qué ponerme —confesó. No le molestaba que Dazai lo viese en su bata de baño, ya estaba acostumbrado a que lo vieran con menos ropa en los backstages de las pasarelas, donde a veces hasta cuatro personas le cambiaban el atuendo, el maquillaje y el peinado a la vez, todo a una velocidad digna de una parada en los pits de la fórmula 1.
— ¿Qué pasa con el atuendo sobre la cama? No me digas que a estas alturas te causa vergüenza llevar una falda.
— No, yo —¿qué debía decirle? ¿Que estaba aterrorizado e inseguro como nunca en su carrera? Tal vez era el orgullo o algo más, pero Chuuya no se atrevía a externalizar en palabras esos temores.
— Chuuya —Dazai se acercó, sostuvo sus mejillas firmemente entre sus palmas (que Chuuya no había notado antes lo grandes, frías y reconfortantes que le resultaban) y le observó fijamente antes de continuar—: sé que estás asustado y eso no está mal. Lo que te está pasando es incómodo, molesto y difícil, pero aún si estás asustado, ese tipo no te puede poner un dedo encima si estoy a tu lado ¿entiendes? No importa si sales o no, si te quedas a mi lado, vas a estar bien. Él lo único que ha podido hacer hasta ahora es enviarte cartas, paquetes y hacerte fotos desde lejos, llamarte y no hablar. Nunca se ha acercado a ti y eso significa que mientras estes con alguien más fuerte que él, no se acercará. Puedes ponerte esa ropa si es lo que quieres. Esa seguridad con la que llevas cada pieza de ropa que te pones, es tu armadura. Úsala.
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Chuuya se sentía a punto de llorar. No sabía lo mucho que necesitaba unas palabras de aliento que le devolvieran la estabilidad hasta ese momento. Se contuvo, no dispuesto a que se le corriera el delineado que tanto le había costado hacerse, asintió y cuando Dazai salió para darle privacidad, se colocó unas medias pantyhose negras, otras normales hasta debajo de la rodilla, se calzó la falda que obtuvo de Paul el día antes de salir a comer con Dazai y Sigma, unos botines cafés de tacón y una camisa blanca sobre un suéter ligero de cuello alto negro. Y se sonrió en el espejo, porque Dazai tenía razón. No había mejor armadura que su sentimiento de seguridad al ponerse lo que sea que quisiera. Esa era su marca personal y ningún chiflado obsesionado y cobarde se lo iba a arrebatar tan fácil. Kuma le ladró aprobatoriamente desde su castillo en miniatura en la habitación del frente cuando Chuuya salió de la propia y supo que estaba listo para lo que sea que Dazai tenía planeado para ellos hoy. Hizo una nota mental de que tenía que tomarse muchas fotos para presumirle a Sigma y Albatross sobre su aparente cita y bajó las escaleras con el canino siguiendole de cerca, estornudando de vez en cuando por el perfume que se había rociado. Estaba listo, estaba matador y la mirada estupefacta de Dazai era la única confirmación que necesitaba, aún si tardó solo unos pocos segundos en recomponerse.
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[EDITANDO] 𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐎𝐃𝐘𝐆𝐔𝐀𝐑𝐃
FanfictionChuuya es un famoso modelo que además, es el nuevo ícono de la comunidad LGBTQI+ por ser el primer modelo queer que no teme demostrar que tanto la ropa como el color carecen de género. Pero la fama no es todo flores y felicitaciones. Por ciertas cir...