𝐗𝐈

1.1K 209 98
                                    

Nunca un almuerzo se le había antojado tan largo e incómodo en su vida. Y Chuuya era bastante social. Casi no había intervenido en la conversación, de no ser por Sigma que decía alguna anécdota graciosa sobre algo que les hubiera pasado en alguna gira juntos y luego miraba a Chuuya ofreciéndole dar su opinión al respecto, solo para volver a girarse hacia Dazai y enfrascarse en una amena plática. Aquellos veinte minutos, que parecieron horas, le sirvieron para observar mejor al moreno. Y atribuía a ese buen gusto que creyó que no existía, la cantidad de miradas que atraía hacia su persona. Chuuya estaba seguro que lo miraban a él por su vestimenta y no por estar con dos modelos; que lo veían por aquella chaqueta de cuero negro cubriendo un suéter blanco ajustado y sus pantalones de mezclilla desgastados pegados a los trabajados muslos, mismos que acababan desapareciendo dentro de sus botas negras de aspecto militar y que estaban tan a la moda. Chuuya quería saber por qué usualmente se vestía tan soso, con sus trajes dos tallas más grandes, si la ropa de hoy gritaba que sabía lucirse.

Supo que había estado mirándolo por demasiado tiempo cuando sus miradas se encontraron, después de haber estado mirando su pecho que se marcaba por debajo del suéter, sacando de Dazai una sonrisa torcida en sorna. Y Chuuya se sonrojó con violencia porque podía ver a través de esa sonrisa una pregunta tácita: ¿te gusta lo que ves?

Oportunamente la camarera había regresado con sus órdenes. Hacía malabares con los tres platos en los brazos, la dos ensaladas en uno y la hamburguesa en la mano del otro, la cual sirvió primero antes de colocar una ensalada para cada uno de los modelos. Entonces se fue veloz y pronto estuvo de vuelta con los batidos, que se veían como salidos de una foto en una página de recomendaciones culinarias. La mujer les deseó buen provecho antes de alejarse patinando a atender una mesa con nuevos comensales.

⠀⠀

— Disfrútenlos, les prometo que no han probado algo tan rico en sus vidas.

— No debería... Pero —murmura Sigma, haciendo ojitos de borrego—, se ve tan rico...

— Vamos, es solo un batido. No van a engordar una libra por un solo batido. Nada que unos minutos extras de ejercicio no quemen —y con eso les convenció.

⠀⠀

Ambos probaron sus bebidas y sus caritas de emoción fueron coronadas por un brillito infantil en sus miradas. Chuuya recordaba muy lejano el sabor del cheesecake y se preguntó cómo ha podido sobrevivir tanto tiempo sin eso en su paladar. Y la fresa era su fruta preferida, ni tan dulce ni tan ácida, pequeña y versátil, con tantas formas de consumirla, algo que rimaba muy bien con él. Se sumió tanto en beber del batido y probar la parte de arriba, con su crema batida coronada en sirope de fresa, trocitos de la misma fruta, su propio muffin miniatura de mora azul y finalmente una cereza, que no se percató en qué momento Sigma había ofrecido una cucharada a Dazai y este se había acercado a tomarla tranquilamente, dando un aire de pareja en su cita que hizo a Chuuya sentirse como la tercera rueda.

⠀⠀

— Está rico, ¿verdad? —consultó a Dazai, que asintió con un "mmhm" mientras seguía saboreando su propia bebida, con las comisuras de la boca contorsionadas hacia arriba—. ¿Te gustaría probar el mío, Chuy?

— No, gracias, el café no se me antoja frío —declinó, intentando no sonar tan frío y amargo como se sentía por dentro. Dazai se le quedó mirando, como si pudiera descifrarlo con una sola mirada y tomó la cuchara para sacar una porción del helado de su batido, con todo lo que traía de topings, llevando la cuchara frente a los labios de Chuuya.

— Prueba —ordenó. Y Chuuya no sabe porqué lo hizo, o tal vez sí, pero se limitó a tomar aquella cucharada que le supo a cielo. Dazai lo seguía observando mientras degustaba las papitas de su hamburguesa, logrando que Chuuya se cohibiera en su sitio.

— ¿Qué tanto miras, momia?

— Oh, Chuuya es tan desconsiderado~ —grazna exageradamente, alargando las vocales de su nombre en tono juguetón—. Yo amablemente, te dí de mi batido y tú ni siquiera me ofreciste tu cereza~

⠀⠀

Chuuya apretó la cuchara que tenía al lado de su plato y también sus dientes, remarcando su mandíbula. Sigma estaba riendo en voz muy bajita, con recato, por lo gracioso que le parecía Dazai con ese tono juguetón que tanto le irritaba a su amigo. Finalmente, Chuuya sumergió la cuchara, la colmó con todos los ingredientes de su vaso alto y se alzó para inclinarse sobre la mesa y mirar fijamente a Dazai mientras le metía la cuchara larga a la boca. La sacó lentamente y antes de sentarse, tomó la cereza del vaso del castaño, le lamió la crema batida despacio y la encerró entre sus dientes con sumo cuidado de no romperla, antes de arrancar el tallito rojo y finalmente incarle los incisivos, bajo la atenta mirada caoba. Toda la acción tenía un tono sugerente nada adecuado para un restaurante familiar.

Si estaba afectado o no, Dazai no lo demostró.

⠀⠀

— 𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐎𝐃𝐘𝐆𝐔𝐀𝐑𝐃 —

⠀⠀

La mañana del domingo había estado tan silenciosa que, si no fuera por el sonido de las máquinas de ejercicio que tenía Chuuya en su pequeño gimnasio personal, se habría escuchado la caída de una aguja como si fuera el estruendo de una vajilla entera. La velada anterior se había vuelto algo tensa con ese moviendo descarado de Chuuya y los tres se habían limitado a comer sin muchas interrupciones. Habían ido al cine más tarde y se habían separado apenas anocheció, con Sigma excusándose para librarse de ese ambiente tan pesado que apenas pudo comentar sobre la película. Los otros dos habían regresado al penthouse en relativa paz, aunque Chuuya evitaba notablemente girar a ver a Dazai, bien fuera por no ver qué cara tendría o por no perderse en sus pectorales bajo la chaqueta de cuero que tanto le había gustado.

Ahora, solo podía ver como los músculos del hombre se tensan con cada flexión en la que sube y baja las pesas, intentando no caerse de la corredora por no poner atención. El teléfono fijo del apartamento comenzó a sonar y bajó del aparato para ir a ver quién llamaba, contestó y la recepcionista dijo que tenía una llamada de la oficina. Chuuya fruncio las cejas por ello, pero atendió; ¿no deberían estar todos libres en domingo si no había una pasarela?

⠀⠀

— Hola, Nakahara al habla —la línea estaba completamente silenciosa—, ¿hola?

⠀⠀

Y colgaron. El pitido intermitente y repetitivo de la línea caída le repiqueteaba en los oídos, mientras parecía estático en su sitio, con los ojos desorbitados, preso de un pánico que no sabía que poseía. Dazai abandonó las pesas cuando le oyó gritar sonoramente su nombre, sin apartarse del aparato cuando lo encontró en medio de la sala, llorando preso de la comprensión de lo que esa llamada significaba.

[EDITANDO] 𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐎𝐃𝐘𝐆𝐔𝐀𝐑𝐃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora