𝐗𝐈𝐈𝐈

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Chuuya estaba casi ofendido cuando notó que Dazai no había planeado para nada a dónde lo llevaría. Casi. No estaba seguro de que eso fuera cierto, porque o era mentira, o el castaño tenía una puñetera buena suerte para que las cosas le salieran bien sin planeación. No sabía cuál de las dos opciones era, pero no importaba mientras se estuviera divirtiendo ¿verdad?

Le daba algo de lástima no haberse llevado a Kuma. Dazai le había mentido diciendo que a donde iban no estaban permitidas las mascotas, sin embargo estaban caminando por un parque ahora, donde había una zona destinada exclusivamente para las mascotas y Chuuya bufó enojado al descubrirlo. Sabía que su guardaespaldas y el perro no se llevaban precisamente de maravilla, pero era más cosa de Dazai, porque tan pronto el perrito se acostumbró a su presencia, parecía preferir estar encima de este aunque el moreno no quisiera, le llevaba su pelotita y la buscaba emocionada aunque Dazai fuera lo suficientemente malo para lanzarla al segundo piso para que tardara mucho más en subir por ella y volver. Pero al menos nunca le había pateado o hecho algún daño y parecía respetar a estas alturas, que el animal era parte fundamental de la vida de Chuuya, si hasta le servía el alimento cuando parecía que se le había olvidado.

Cuando llegaron al otro extremo del parque, Chuuya reconoció que estaban en la zona comercial y los ojos le brillaron porque tenía mucho sin salir de compras desde que Dazai decidió restringir sus salidas y limitarlo a las compras por internet. No es como si no se hubiera beneficiado, sobre explotando los bolsillos de su jefe como método de terapia, pero ir personalmente tenía sus ventajas. Giró hacia Dazai, que parecía realmente contrariado por haber caminado en esa dirección y le hizo ojitos de borrego a medio morir.

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— Oh no, me niego a pasar horas contigo haciendo compras.

— Por favoooor —rogó—, ¿solo dos horas? —Dazai le vio como si le hubiera salido otra cabeza.

— No.

— ¿Una hora y media?

—... 45 minutos.

— Si nos tomamos selfies, acepto una hora.

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Osamu no parecía muy convencido con los dotes de negociador de Chuuya, pero admitía que su nivel de manipulación era aceptable, así que lo permitió. La primera foto fue tomada en el parque antes de cruzar a las tiendas, por una amable joven que iba pasando a la que le bastó una sonrisa de Dazai para hacerle el favor de muy buena gana. Y solo porque habían una docena de parques similares por el centro, es que permitió a Chuuya subir la foto a sus redes sociales, apagando la ubicación, por supuesto. No estaba muy contento con estar en la foto, pero Chuuya parecía extasiado con la lluvia de preguntas sobre quién era el apuesto muchacho a su lado. Teorías sobre si era un nuevo modelo o si estaban saliendo, eran las más populares. Debajo de la foto, rezaba la descripción: "Está enfurruñado porque accedió a llevarme de compras". Albatross y Sigma estaban que le reventaban el buzón de mensajes directos. Estaba sonriendo más que en todo el último mes y solo por eso, Dazai le dejó ser.

Entraron al menos en tres tiendas, Chuuya tomando fotos con Dazai de fondo en los sillones de espera frente al probador, un poco fastidiado. Normalmente no son lugares donde permitan tomar fotos, pero Chuuya es un modelo reconocido y cualquier publicidad gratuita a tiendas de marca, es bien recibida. Para la tercera tienda, Dazai ni se molestó en sacarse la gabardina color arena que había decidido llevar cuando salieron del apartamento, menos se sentó, dándole a entender a Chuuya que si quería engañarlo y ver dos tiendas más aunque se le acabase la hora, tenía que entretenerlo lo suficiente. Recordó la primera vez que lo acompañó a hacer compras, lo paciente que se había mostrado siguiéndolo de tienda en tienda, en contraste con el mohín que estaba haciendo ahora que estaba en su día libre, lo que decía mucho sobre lo profesional que había sido separando su vida privada de la laboral, haciendo a Chuuya preguntarse si ahora que no tenía una imagen profesional que mantener, podría sacar alguna reacción que no obtuvo esa vez en la tienda de ropa interior.

Para bajar sus defensas, lo invitó a probarse unas prendas. Dazai obviamente negó, quizás por el tema de las vendas que su atuendo cubría perfectamente, pero Chuuya no dio el brazo a torcer y le hizo probarse un par de chaquetas, una gabardina negra similar a la que usaba para trabajar pero más elegante y gruesa, buena para el invierno para el que faltaba poco. Notó que todo le sentaba de maravilla y se preguntó cómo se vería con un traje casual que fuera de su talla.

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— Oye Dazai, pruébate este traje para mi —pidió, enseñándole un traje azul marino y una camisa celeste que Chuuya creía de su talla.

— No vine a comprarme ropa, petit rouge-gorge —dijo, causándole escalofríos.

— Lo había notado antes, pero tu francés es bastante bueno... Como sea, no dejaré que me distraigas con eso, si no te lo pruebas, romperé mi promesa con tal de que aceptes —le amenazó mientras se acercaba a quitarle la gabardina sin pedir permiso.

— Ok, solo esta vez —acepta sonriente, haciendo que Chuuya se pregunte qué está planeando ahora, porque trae esa sonrisa que le augura una broma con dos posibles resultados: hacerlo enojar en extremo o avergonzar de igual forma. Y mientras Dazai se mete al probador, descubre cuál de las dos es con sus siguientes palabras—. Así que te gusta cuando te hablo en francés. Bueno, Французский-не единственный язык, на котором я говорю, дорогая.

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Chuuya se descoloca; sabe que eso ha sido ruso, ha tenido giras donde ha chocado con modelos de ahí y aunque no entiende ni media palabra de lo que le ha dicho, se sonroja hasta las orejas cuando la piel se le pone chinita, porque el francés le puede, ¿pero el ruso? Le eriza y le acelera el pulso. La pronunciación de esas palabras le suenan como música y tienen en él un efecto similar al que la mayoría de las personas tienen del italiano. Nunca se ha preguntado mucho la razón, pero sabe lo que le gusta y no va a cuestionarse los motivos, solo sabe que quiere saber lo que le ha dicho, pero no le preguntará hasta que se le pase el bochorno que le trae caliente las orejas. Dazai se toma su tiempo antes de salir enfundado en el traje. No es demasiado elegante, solo lo suficientemente formal para usarlo diario o para oficina y basta para que Chuuya se sienta estafado por varios minutos.

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— ¿Por qué demonios no te vistes así para trabajar? —indaga, dando la vuelta alrededor del castaño—. Me parece una idiotez que no sepas comprar trajes de tu talla, esto te queda genial.

— Me halagas, pero te recuerdo que mi trabajo no es sobresalir, ni llamar la atención —señala, antes de regresar a cambiarse, hablando un poco alto desde donde está para que Chuuya le escuche sin problemas—. Entre más enclenque y debilucho me vea, parecere una presa fácil y sea quien sea el enemigo, me subestimará. Y eso es perfecto para mi, porque nunca saben qué los golpeó hasta que ya es demasiado tarde.

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Nakahara tiene que darle la razón, pues él mismo lo subestimó por su apariencia, desde su aspecto en general hasta sus vendas. Y aquello solo hace que una pregunta se instale fuertemente en su interior: ¿cómo se hizo las cicatrices bajo esas vendas? ¿Hay anécdotas de cada una? No lo sabe y no es que le molesten sus cicatrices, al contrario, pero la curiosidad le puede. Necesita, imperiosamente, descubrir las respuestas. Y traza un plan rápidamente para hacerlo. Pero antes, requiere de hacer una parada más en otra tienda y esta vez no planea demorarse, así que hace a Dazai esperarle afuera, en la puerta, a lo que accede encantado cuando nota que es otra vez una tienda de lencería. Y el pobre no se imagina lo que le espera después de que Chuuya abandona la tienda con una bolsa demasiado grande para su contenido. Nakahara sonríe y ambos se marchan por la acera, atrayendo de forma inevitable las miradas al pasar.

[EDITANDO] 𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐎𝐃𝐘𝐆𝐔𝐀𝐑𝐃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora