La temperatura de la habitación sube rápidamente tan pronto como Chuuya, sin alejarse ni un centímetro de la boca de Osamu, se encarama en su regazo a horcajadas, agradeciendo mentalmente al jodido Paul Verlaine por decidir regalarle esa falda y al mismo Dazai por convenverlo de usar lo que le diera la gana, porque eso le permite acomodarse con facilidad y sentir vívidamente el cuerpo del moreno debajo suyo.
Las manos de Dazai no han bajado ni media pulgada, una fija en su mejilla y la otra se ha trasladado a su cuello. Su toque es firme, pero hace a Chuuya sentirse tan respetado, como si estuviera pidiendo permiso de un modo silencioso y tácito para bajar y tocar a sus anchas. Así que él toma la mano que afianza su nuca y profundiza el beso, y la mueve para que se anime a aventurarse libremente por la curva de su columna y baje más allá del final de su espalda y...
... La puerta comienza a sonar.
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— ¡Servicio a la habitación! —exclama amortiguadamente una voz masculina y juvenil desde el pasillo.
— Merde —brama el castaño. Chuuya jura que nunca lo ha escuchado maldecir antes, menos en francés, pero está totalmente de acuerdo con el sentimiento en cuanto Dazai lo baja de sus piernas y se marcha a abrir la puerta—. ¡Un momento!
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Chuuya se levanta y se va hacia la amplia ventana, escondiendo el rostro del intruso porque sabe que es un poema ambulante ahora mismo. El mesero del room service ingresa la comida en el carrito y explica cada plato que sirve amablemente, por completo inadvertido de que el castaño hace acopio de toda su paciencia para no asesinarlo con el cuchillo para mantequilla. Cuando termina, Dazai le extiende la propina con una sutil sonrisa y le advierte, no regresar por ahí por lo que queda de la velada si quiere seguir en una pieza para trabajar un día más.
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— S-sí señor, lo siento, señor —el chico hace una marcada reverencia y se gira hacia Chuuya, que lo observa todo por el reflejo de la ventana conteniendo la risa y le ve hacer una segunda reverencia de despedida— señorita.
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Y sale casi despavorido con el carrito. Por unos instantes, el silencio es tan denso que el aire se podría cortar fácilmente con el mismo cuchillo para mantequilla que Dazai estaba dispuesto a usar con el mesero. Pronto Chuuya se hecha a reír suavemente, por todo y por nada; por lo rápido que se calentaron las cosas con un simple beso y lo fácil que se enfrió el asunto con el disgusto. Y es hilarante, porque lo único que le importa es lo sencillo que les resultó calentarse con eso y lo bien que Dazai besa. Y para alguien que lleva cerca de un mes intentando ligárselo, se siente bien saber que ambos se tienen casi la misma urgencia por contacto. Casi.
(Chuuya piensa que está más urgido que Osamu, por que mientras el otro no se movió hasta que lo guió, él ya estaba a punto de rogarle que le hiciera de todo y rápido).
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— ¿Comemos? —resignado, Dazai pregunta con un largo suspiro nasal. Chuuya intenta no sonreír demasiado, limitándose a tararear positivamente y acompañar al castaño en la pequeña mesa de dos que había cerca de la ventana, donde la comida ha sido colocada anteriormente.
— Pobrecito, solo estaba haciendo su trabajo —defiende, pero el tono de burla sigue plasmado en su voz cuando corta un trocito de su salmón.
— Yo también estaba haciendo solo mi trabajo, pero estuviste a punto de maldecirme porque no correspondí a tus pretensiones —aquello le borra la sonrisa y en sus orejas, se nota la vergüenza intentando ser controlada.
— ¿Desde cuándo lo sabías realmente?
— ¿Que te gustaba? ¿O que intentabas seducirme? —Chuuya desvía la mirada, hace un gesto con la mano y le invita a seguir hablando—. Supe lo segundo desde el primer día, cuando usaste la lencería negra. Y bueno, no estaba seguro qué tanto te gustaba para cuando comenzaste a ser más atrevido. Como te dije antes, parecía una apuesta. Y debo confesar que los chicos mimados no son mi tipo, sin ofender —aclara rápidamente—. Aunque supongo que es lo único que no me gusta de ti.
— Bueno, admito que tal vez la fama me ha hecho daño. Yo solía ser un huérfano, vagando por la calle, robando para comer, vendiendo cosas hasta hacerme de algo que fuera mío. No estaba acostumbrado a tener lo que quisiera y cuando lo conseguí, no pude contenerme.
— ¿Cómo pasaste de robar en las calles a ser un modelo? Si puedo preguntar.
— Mori me descubrió. Cuando cumplí los quince, me hice con un pequeño puesto hecho con tablones y clavos oxidados. Y ahí vendía muñecas daruma. Yo mismo las pintaba, con restos de pintura de un taller en los barrios bajos, el dueño me dejaba tomarla para no tirarla. Como sea, Mori iba pasando por ahí con su hija y se detuvo a petición suya a comprarme una daruma. Se me quedó viendo largo rato, fue un poco espeluznante. Regresó ahí todos los días y se sentaba a verme de lejos, pensando supongo, hasta que un día, luego de una semana, finalmente se me acercó y me preguntó si no me agradaba la idea de ser modelo.
— Bueno —añade con tono analítico el otro—, como supuse, debiste ser muy guapo desde pequeño.
— Mori decía que tenía piernas de bailarina y que caminaba con paso decidido para alguien que no sabía donde iba a dormir por las noches. Así que invirtió en mi, me dio un lugar donde dormir, darme un buen baño y me dio ropa limpia. Y bueno, cuando me vio por primera vez sin harapos, sin mugre en la cara y el cabello desenredado, supo que había invertido bien su tiempo y dinero. Al principio, me quedaba en un departamento con otros once chicos y chicas que iban iniciando en el modelaje. Apenas eramos tres chicos en un espacio atestado de chicas. Allí conocí a Sigma.
»Recuerdo que hacíamos todo juntos, aprender a modelar, postura y gesticulación. Teníamos que competir todos contra todos para ganarnos un lugar en la agencia en algún momento. Para la primera prueba de vestuario, noté que las faldas eran de mi agrado y fue un poco confuso que solo a las chicas les tocase vestuarios con ellas. Así que cuando pregunté si yo también podía usar una y recibí una mirada confusa, supe que yo no era normal, que aquello no era lo que esperaban de un chico. La verdad me importó muy poco. No sabía nada del mundo, pero sentía al aire correr entre mis muslos al caminar con aquella falda rosa, me sentía libre y bonito. Y quedé en primer lugar en la competencia. Sigma quedó en cuarto, solo la mitad del grupo volvió al departamento luego de eso. Y pues, básicamente así es como inicié en el modelaje y eventualmente, aunque fue un camino duro, me convertí en un ícono para la comunidad LGBTIQ+ aún cuando no sabía ni lo que yo mismo era.
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Un silencio bastante cómodo se instaló entre ellos, mientras continuaban desgustando su almuerzo. Osamu le dio la razón a Chuuya para ser un chico mimado y se prometió, silenciosamente, hacer todo lo que estuviera en sus manos para complacerle cualquier capricho que estuviera a su alcance. Admirando el hecho de que el pelirrojo se había ganado cada cosa que tenía ahora, en sus veintiún años de vida, y que no le molestaría proveerle las que no tuvo hasta antes de los quince. Chuuya se merece la tranquilidad que había tenido hasta antes de la aparición de su acosador y movería cielo y tierra hasta que pudiera devolvérsela.
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[EDITANDO] 𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐎𝐃𝐘𝐆𝐔𝐀𝐑𝐃
Fiksi PenggemarChuuya es un famoso modelo que además, es el nuevo ícono de la comunidad LGBTQI+ por ser el primer modelo queer que no teme demostrar que tanto la ropa como el color carecen de género. Pero la fama no es todo flores y felicitaciones. Por ciertas cir...